Urania jugaba con su resaltador amarillo a medida que el señor París, profesor de historia, hablaba sobre un nuevo proyecto. Era la ante última clase del día, en la cual todos hacían un mínimo esfuerzo para prestar atención.
Patrick observaba un moretón reciente en su brazo derecho, escuchando de forma cortada lo que el profesor decía. Los recuerdos de la última pelea arrazaban su mente de una forma violenta, ¿Por qué no podía sentír? Observó al resto de la clase. Sentía envidia hacia ellos. Tenían sentimientos, sentimientos reales. Y una razón por la cual vivir. Él no era más que una rutina. Días nuevos, sin nada de diferente.
— Este trabajo, como saben, se realizará en pareja.
Una ola de susurros se apoderó de la clase. "¿Te gustaría hacer el trabajo conmigo?", "Necesito diez y para eso preciso tu ayuda" o "Si no lo haces conmigo, les digo a todos que tal cosa".
Andy se acercó a Caroline. Todo entre ellos se había tornado incomodo. Ella lo evitaba y el, ignorando lo que fuera que Caroline sentía, callaba y aceptaba la situación.
— Car...
— Profesor París —gritó Caroline.
— ¿Si?
La chica suspiró y se acomodó en su asiento.
— Estaba preguntandome si podía hacer mi trabajo sola.
La sala, de pronto, calló y prestó atención a lo que estaba sucediendo.
Andy tenía su boca abierta y los ojos más oscuros que nunca. Sus puños de pronto se cerraron y las venas saltaron en su pálida piel. Torció la mandibula de una forma brusca y regresó a su banco.
— Podes hacerlo sola, claro. En cuanto a los demás, yo voy a asignar sus parejas.
Urania escuchaba vagamente cómo el profesor París acomodaba personas que se quejaban. En un momento dado notó que decía su nombre, seguido por el de Patrick.
El resaltador cayó de sus manos y su expresión se congeló.
En un abrir y cerrar de ojos Patrick estaba en el suelo, levantando su resaltador y colocando su mochila en la silla libre que tenía el banco de la chica.
— Urania, ¿cierto?
Asintió de forma lenta y nerviosa.
— Pa...
— Trick —terminó ella sin quererlo, lo que provocó una nueva ola de tensión.
El timbre sonó, permitiendo que Urania volviera a respirar.
Patrick tomó su mano y esta se asustó. Luego agarró una lapicera color negro y anotó un número en la piel de Urania.
— Si me llamás arreglamos cómo hacer el trabajo. Tal vez sea mejor en tu casa, la mia es... —vacía— incomoda.
Y se fue.
***
Luego de la clase de historia, Caroline había corrido al baño. No era algo inusual en esos últimos días, pero aún no se acostumbraba. En cuanto entró decidió no haberlo hecho. Urania Bettaglio y Blanca Duval se reían sentadas en el suelo, con las mochilas sobre sus piernas delgadas.
— Hola —dijo una de ellas. Ciertamente, Caroline estaba demasiado perturbada por las voces en su cabeza como para escuchar lo que estaba más allá de ella.
Y ocurrió lo más inesperado (o no tanto). Se derrumbó y comenzó a llorar.
Tan solo imaginen la cruda situación: dos chicas "felices" congelando sus sonrisas por la sorpresa y otra delante de ellas luchando por calmar los sollozos.
— ¿Qué...? —Urania no pudo continuar la oración sin ser interrumpida.
— ¿Por qué siempre lo hace? ¿Por qué siempre me lastima, me destruye? Es injusto. Lo único que hago es amarlo y el tan solo me daña, incluso sin decirme una palabra.
Pueden imaginar cómo continuó aquella escena, o tal vez no, porque la realidad es que ese día las cosas fueron diferentes.
Muy diferentes.
Buenas, de cierto modo.
Ese día Caroline supo lo que era tener un apoyo.
***
Cameron Duff reposaba plácido en la camilla enfermiza de la habitación 179 del hospital privado que el colegio había podido pagar.
Toby esperaba sentado en una silla del pasillo maldito (Literalmente, maldito. La gente gritaba y lloraba a causa del dolor) con la cabeza apoyada en sus cuidadas manos de nadador. Aún no lograba entender que hacía en aquel lugar, esperando señales de un chico que no conocía para nada.
Tal vez solo quería descubrir. ¿Descubrir qué? Ah, bueno, ese era otro misterio.
