Blanca y Caroline reían sin control en la habitación de esta última. Parecían dos niñas que ignoraban el dolor que fuera las esperaba: la que más cantidad de agua soportaba en su boca era la que ganaba su victoria.
Caroline observó el rostro de quien se encontraba frente a ella y no pudo evitar escupir, llenando de agua y saliva a esta.
— ¡Qué asco, estás llena de mi baba!
Su voz era dulce, pensó Blanca, sonaba muy inocente. ¿Cómo pudo Andy no enamorarse de ella?
Interrumpiendo sus pensamientos, Caroline se lanzó sobre ella y comenzó a pegarle con un almohadon que había encontrado sobre la cama. En su intento de escaparse, Blanca rodó al suelo con la otra chica sobre ella. Su espalda golpeó tan fuerte que intentó levantarse al segundo de tal hecho.
Grave error, pensó cuando su cabeza golpeo contra la de Caroline. Fue un segundo, un segundo que pareció durar mil años, pero sus labios se rozaron de una mísera manera.
— Mi cabeza —susurró Caroline que ya se había apartado.
Sin pensarlo, Blanca se levantó del suelo y salió corriendo de la habitación. Con una velocidad de la cual nunca se había creido capaz bajó las escaleras y se dirigió a la puerta principal. La abrió sin dificultad alguna y corrió hacia no sabía dónde.
Sintió el viento acariciarla con violencia y las lagrimas juntarse en sus ojos.
Escuchar la voz dulce de Caroline a su espalda hizo que se detuviera en seco y volteara a observarla.
— Perdón— susurró sin poder decír otra palabra.
— ¿Por qué corriste así?
Se acercó bruscamente a quien la había perseguido con tanta euforia y actuó sin pensar.
La besó.
No era el beso perfecto que se había esperado: no acerco su cuerpo al de Caroline, tan solo su cabeza, fue torpe y duró no más de dos segundos.
Luego volvió a correr, pero esta vez, nadie la siguió.