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La noche pasó con suma rapidez, Verónica sintió que no había dormido nada durante todas sus horas de sueño, ya que al despertar lo hizo con bastante flojera y cansancio.

Aún así, tenía que seguir con sus nuevas obligaciones.

Sus amigos, o mejor dicho, sus compañeros de la banda irían a su casa a practicar un par de canciones nuevas. Lo hacían para mejorar la calidad que ofrecían y poder continuar con futuras grabaciones para un álbum y también con posibles pequeñas presentaciones en vivo por Rosario.

Su madre no estaba, últimamente trabajaba bastante duro como consecuencia de su divorcio con el padre de Verónica. Quien había sido el amor de su vida ahora era solo un vago recuerdo en la memoria de Beatriz. Prefería el amor de su hija por sobre el amor de su ex-esposo y el divorcio fue a causa de los reclamos y quejas del hombre hacia ambas mujeres. Aún más hacia Verónica y sus preferencias para su futuro, en simples palabras, el abandonar la universidad para dedicarse a la música le chocaba bastante.

Fue buena decisión la de Beatriz pedir el divorcio, ya no se sentía bien y feliz al lado de ese hombre. Se sentía mucho mejor luego de declararse finalmente divorciada y soltera.

Ser dos mujeres en la casa era más fácil. A pesar de que aquel hombre siempre sería padre de Verónica, no pudo evitar olvidar las palabras desgarradoras que él decía. Lo quería mucho, no podía evitarlo y era obvio, era su padre, pero todo cambió con el tiempo, lentamente comenzó a entristecer su mente con sus obligaciones hacia ella con respecto al futuro.

Todo esa tristeza era destruida con los momentos que comenzó a vivir desde que comenzaron los ensayos y aventuras con su banda, todo se tornó mejor.

La mañana y el mediodía pasaron a paso de tortuga, por eso Verónica los odiaba tanto, siempre preferiría la noche. Su soledad se derrumbó cuando escuchó risas afuera de su casa, personas llamándola a gritos y golpes en la puerta principal.

Supuso que eran ellos y claramente lo eran. Todos entraron como si de sus propias casas se tratase y se acomodaron en donde la bajista indicó.

—Hace mucho no vengo a joder por acá —Indicó Román sonriente mientras se sentaba cómodamente en el sofá del amplio living. Sus ojos se desplazaban por todo el espacio visible. La nostalgia se reflejaba en su mirada.

Una ligera sonrisa se hizo presente en los labios de Verónica. Mentiría si dijera que no había extrañado a Román, era su amigo desde ya hace varios años y su cariño por él era inigualable. A pesar de su mala voluntad y carácter pesado, él siempre sería una parte importante en todo esto.

—Vero, ¿no tenes algo para tomar? —Canturreó Tomás acercándose con una sonrisa deslumbrante. Sus brazos rodearon los hombros de la castaña—. Una coquita, tal vez.

—Voy a ver que tengo —Contestó separándose de él—. Ayuden conectando los instrumentos, porfa.

Tomás asintió e hizo caso mientras obligaba a Román a ayudarlo. Los dos conectaron los instrumentos y comenzaron a probar el volumen de algunos. Mientras tanto, Florencia y Francisco se entretenían bastante riendo en la cocina de Verónica.

—¿Qué onda vos con Flor? —Preguntó Román haciendose el desinteresado en su teclado.

—Somos pareja —Contestó alzando la mirada hacia él—. ¿A qué viene eso?

El tecladista se encogió de hombros. No le importaba mucho lo que Tomás le dijera a simplemente necesitaba averiguar lo que florecía en el grupo. Alzando la cabeza señaló hacia la cocina, los ojos de Román y de Tomás se clavaron en Florencia y Francisco riendo como si estuvieran en un stand up.

Dreaming Rosario | Fito Paez Donde viven las historias. Descúbrelo ahora