𝙲𝚊𝚙𝚒𝚝𝚞𝚕𝚘 𝚅𝙸𝙸

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Helena despertó cuando sintió que alguien la agitaba de un lado a otro con desesperación. Abrió los ojos algo aturdida y luego de restregarse las manos en la cara pudo reaccionar.

Edmund estaba en cuclillas frente a ella y Caspian de pie. Ambos estaban con las peores caras de preocupación que hubiera visto jamás en ellos.

—¿Qué-? ¿Qué pasa?

—Lucy no está.

Miró a su lado y vio que la manta donde Lucy había pasado la noche estaba vacía y desparramada en la arena. Y para más temor, alrededor del lugar habían unas singulares huellas de un pie gigante. Literalmente un pie gigante.

—¿No sabes dónde se fué? —le preguntó Edmund, ayudándole a levantarse.

—No tengo idea. No escuché nada.

—Debemos ir a buscarla —dijo Caspian.

Por suerte, la parte de la tripulación que había dormido en la orilla con ellos -y la gran mayoría- ya estaba despertando y poniéndose de pie.

—¡Levántense, hombres flojos! —gritó Drinian, terminando de espabilar al resto y poniéndose sus botas.

—Por aquí —indicó Caspian, guiando al grupo.

Helena también se apresuró a ponerse su botas y vió a Edmund mirándola con algo de impaciencia. Caspian ya había tomado la delantera para poder irse y Edmund quería ir también, ella simplemente le hizo un gesto para que se adelantara y él asintió.

Se hizo una coleta desordenada por la prisa y tomó su espada, colgándosela en el cinturón. Trotó hasta llegar al final del grupo mientras se quitaba la arena que se había pegado en su ropa. Luego se movió entre la tripulación pidiendo permiso y tomó la delantera hasta llegar con Caspian y Edmund, ambos seguían las huellas a través de la isla.

Muy pronto llegaron a un claro con varios arbustos y árboles con formas divertidas, y se distribuyeron por el lugar.

Helena fué por su izquierda y miró atenta hacia sus alrededores, hasta que justo por debajo de uno de los arbustos pudo ver una daga. Se agachó para recogerla y se alarmó completamente al reconocerla.

—Chicos —los llamó, mostrando lo que había encontrado —, es la daga de Lucy.

Y de repente, grandes lanzas cayeron por el rededor desde el cielo, encerrándolos a todos en el lugar. Edmund tomó la mano de Helena para acercarla a él y Caspian se ubicó en frente. Todos llevaban sus espadas en alto dispuestos a enfrentarse a quién fuera que haya tirado las lanzas.

—¡Deténganse o perecerán! —exclamó una voz chillona y gastada, oculto desde algún lado.

De la nada -literalmente- alguien o algo comenzó a golpearlos a todos. Los atacaban y les quitaban sus armas hasta derribarlos en el suelo. Eran como una fuerza invisible. Y ahora los amenazaban con sus propias espadas.

—¿Qué clase de criaturas son ustedes? —preguntó Caspian.

Edmund tomó la mano de Helena otra vez y tiró suavemente de ella para dejarla detrás de sí mismo.

—Somos grandes —contestó otra voz rasposa desde algún lado —. Con cabeza de tigre y el cuerpo...uh-...

—¡De un tigre diferente! —añadió una tercera voz invisible.

—No te conviene pelear con nosotros.

Poco a poco, unas extrañas figuras aparecieron desde donde venían las voces. Aún eran borrosas, pero se notaban unas siluetas algo deformes.

𝘓𝘰𝘷𝘦 𝘉𝘦𝘵𝘸𝘦𝘦𝘯 𝘜𝘴 - 𝙴𝚍𝚖𝚞𝚗𝚍 𝙿𝚎𝚟𝚎𝚗𝚜𝚒𝚎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora