𝙲𝚊𝚙𝚒𝚝𝚞𝚕𝚘 𝚇

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La mañana de ese día fué horrible.

No había otra descripción.

El sol brillaba tan fuerte que enceguecía y hacía doler los ojos, y además te hacía sudar con solo exponerte unos segundos al aire libre. Había poca agua. Las raciones de comida se redujeron a algo mucho menos que la mitad. Y para colmo, no corría ni una sola gota de viento, haciendo que la tripulación tuviera que bajar a tirar de los remos en un calor mucho más sofocante. Y, más encima, los ánimos -de nadie- no eran los mejores.

—El viento nos ha abandonado —dijo Drinian cuando llegó a la cubierta.

—¿Cómo vamos a llegar a la Isla de Ramandu? —preguntó Edmund con preocupación.

Drinian llevó sus manos detrás de su espalda y caminó por el rededor.

—Pienso que hay algo que no quiere que lleguemos allí.

Los chicos se miraron preocupados, pero intentaban mantenerse positivos al respecto.

Lo más que podían.

—¡Si me da más hambre, me voy a comer a ese dragón! —exclamó uno de los marineros mientras apuntaba a Eustace que sobrevolaba el barco. Él gruñó.

—No te preocupes Eustace —dijo Reepicheep afirmado sobre su cabeza —, antes deberán lidiar conmigo.

Helena miró preocupada a Caspian, porque sabía que las amenazas de la tripulación no eran, para nada, palabras vacías.

—Debemos encontrar una solución rápida, o realmente se comerán a Eustace.

Y entonces, el barco se remeció con tal fuerza que hizo caer a todos al suelo; y apenas se estabilizó, los chicos se levantaron.

—¿A qué le pegamos? —preguntó Caspian, mientras ayudaba a Helena a levantarse. Luego se asomó por la borda.

—¿Estás bien? —preguntó Helena a Edmund. Él asintió y miró hacia la punta del barco con una sonrisa.

—¡Eustace, eso es brillante! —lo felicitó.

Eustace se había afirmado con su cola a la popa del barco para tirar de él, haciéndolos avanzar mucho más rápido de lo que ellos pudieran haber pensado jamás.

La tripulación festejó con alegría y finalmente pudo descansar después de un largo día de trabajos al sol.





Para esa misma tarde, la Isla de Ramandu ya estaba a la vista y todos se preparaban para desembarcar, excepto por Caspian, que estaba dentro de su mente mientras miraba hacia el mar.

—¿Todo bien? —preguntó Helena poniéndose a su lado. Él ni siquiera se inmutó —¿Caspian?

—¿Sí? —no giró la cabeza para mirarla, seguía con la cabeza gacha viendo las olas.

Helena hizo una mueca y puso una mano sobre su brazo, haciendo que él finalmente le prestara atención. Intentó sonreír, pero solo pudo apretar los labios.

—¿Qué pasa?

—Hay... algo que me preocupa —vaciló antes de mirarla a los ojos —, ¿Qué pasa si no están allí?

—¿Las espadas? —preguntó. Él asintió.

—No las tenemos todas —contestó —. Ni siquiera sabemos si los otros Lords lograron llegar a la Isla de Ramandu. ¿Qué tal si murieron antes de llegar, Helena? Justo como los otros lo hicieron... Todo esto habría sido en vano —negó con la cabeza —No tenemos suficiente comida como para volver, y no sabemos si podremos encontrar provisiones en la Isla de Ramandu. La tripulación estará enfadada. El señor Rhince... —suspiró —Ay, pobre Gael.

𝘓𝘰𝘷𝘦 𝘉𝘦𝘵𝘸𝘦𝘦𝘯 𝘜𝘴 - 𝙴𝚍𝚖𝚞𝚗𝚍 𝙿𝚎𝚟𝚎𝚗𝚜𝚒𝚎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora