𝙲𝚊𝚙𝚒𝚝𝚞𝚕𝚘 𝚇𝙸𝙸

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Ya arriba del bote, Caspian iba remando. Los llevaba a todos a través de las flores blancas que flotaban en el mar con tal tranquilidad, que lograba hipnotizar e inundar el cuerpo de Helena en una reconfortante ola de paz.

—¿Qué sentiste cuando Aslan te volvió un niño de nuevo? —preguntó Edmund a su primo.

—Por más que trataba, no podía hacerlo yo mismo. Entonces, se me acercó —dijo Eustace con calma. Reepicheep se volteó a verlo desde la punta del bote —. Me dolió, pero fué un dolor bueno. —confesó —. Como cuando te quitas una espina del pie —explicó riendo —. Ser un dragón no fué tan malo. Creo que me comporté mejor como dragón que como niño... Perdón por ser tan odioso.

—Yo no creo que fueras odioso —dijo Helena con una sonrisa dulce.

—Yo sí —dijo Edmund —. Pero no te preocupes, Eustace. Fuiste un dragón muy bueno —bromeó mientras le guiñaba un ojo a su primo.

—Mis amigos —los llamó Reepicheep desde la punta, interrumpiendo las risas —, ya hemos llegado.

Bajaron del bote cuando embarcaron en una pequeña playa donde solo había arena y nada más. Aunque Helena creía que era en lo absoluto necesario que hubiera algo más en ese pedazo de isla, cuando la verdadera atracción no era la playa en sí, sino el mar que estaba cruzando la arena.

Frente a ellos había una gran pared de mar que se alzaba como una tremenda ola que parecía nunca reventar. El agua se iba hacia atrás cuando llegaba a la cima y no permitía que la ola se redujera para poder llegar hasta la orilla de la playa. Se quedaba atrapada en ese bucle infinito que otorgaba a la pared sostenerse a sí misma.

Era extraño, pero realmente hermoso.

—Aslan —reconoció Eustace cuando lo vió, y todos voltearon al mismo lado en que él miraba.

Justo detrás de ellos, estaba el majestuoso león divino con gran porte y elegancia. Quien siguió caminando con lentitud hasta ubicarse frente a ellos.

—Bienvenidos, niños —los saludó —. Se han comportado muy bien. Muy, muy bien. Han llegado desde muy lejos, y ahora su viaje ha terminado.

—¿Esta es tu tierra? —le preguntó Lucy.

—No, mi tierra yace más allá —señaló con la cabeza a la pared de agua.

—¿Está mi padre en tu tierra? —preguntó esta vez Caspian, mientras miraba la gran ola.

—Eso solo lo puedes averiguar por tu cuenta, hijo —contestó el león —. Pero debes saber, que si continúas, no puedes regresar.

Caspian miró a Aslan por unos instantes, y luego avanzó para acercarse a la pared que se mostraba cada vez más grande con cada paso que daba. Se detuvo justo frente a ella, y metió la mano en el mar, salpicando un poco del agua salada en la cara mientras meditaba.

Segundos después, sacó la mano y volteó a verlos para poder volver en sus pasos.

—¿No vas a ir? —le preguntó Edmund. Caspian negó.

—Mi padre no estaría muy orgulloso si dejara aquello por lo que él murió —contestó —. Pasé mucho tiempo deseando lo que perdí y no lo que me fué otorgado. Me otorgaron un reino. Un pueblo —se detuvo y se acercó a Aslan con determinación —. Prometo ser un mejor rey.

—Y ya lo eres —dijo él inclinando la cabeza. Luego se giró hacia los hermanos —. Niños.

Edmund miró a Helena unos segundos, y luego volteó a ver a su hermana.

—Creo que es tiempo de que volvamos a casa —dijo. Lucy frunció el ceño

—Creí que te encantaba estar aquí.

𝘓𝘰𝘷𝘦 𝘉𝘦𝘵𝘸𝘦𝘦𝘯 𝘜𝘴 - 𝙴𝚍𝚖𝚞𝚗𝚍 𝙿𝚎𝚟𝚎𝚗𝚜𝚒𝚎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora