𝙲𝚊𝚙𝚒𝚝𝚞𝚕𝚘 𝚇𝙸

640 47 5
                                    

Al día siguiente, a primera hora, los reyes y la tripulación subieron a bordo del Viajero del Alba para emprender el rumbo hasta la Isla Oscura.

Por la tensión, los nervios, o cualquiera fuera el motivo, nadie dijo ni una sola palabra de camino a la isla. El ambiente en el barco era tan pesado que lograba sofocar a cualquiera, pero parecía ser que Helena era la más susceptible a la presión.

Decir que solo sudaba de miedo era un eufemismo.

Especialmente porque Helena estaba que se cagaba en los pantalones.

—¿Qué creen que haya allá? —preguntó.

—Nuestras peores pesadillas —dijo Edmund. Ella lo miró en silencio y sin expresión alguna.

<<No pues, gracias por el ánimo, amor>>

—Nuestros deseos más oscuros —le siguió Caspian.

—Pura maldad —concordó Drinian, justo al momento en que la suave neblina blanca de la isla comenzaba a cubrir el barco y tapar la vista alrededor. El capitán pasó el timón al comandante y luego alzó la voz para hablar a Tavros —. Tavros, abre el arsenal —le dijo, y después gritó hacia la tripulación —¡Arqueros, prepárense!

—¡Sí, capitán!

—¡Enciendan las linternas!

Helena soltó un suspiro tembloroso que no pasó desapercibido para nadie, y Edmund puso una mano en su hombro. Ella lo miró.

—Preparémonos —dijo Caspian yendo a su camerino. Edmund asintió y se ubicó frente a Helena para hablarle de cerca.

—¿Cómo estás? —preguntó, pasando ambas manos por los brazos de Helena para darle un poco de confort —Todo saldrá bien, ¿sí?

Ella asintió después de unos segundos, pero bajó la vista al suelo sin ser capaz de sostener la mirada en Edmund. Él le obligó a subir el rostro al poner los dedos en su mentón, Helena hizo una mueca.

—Recuerda que me tienes aquí a tu lado —Edmund estrujó las mejillas de Helena para que sus labios sobresalieran y dejó un beso sobre ellos antes de reír —. No olvides que soy el mejor espadachín en toda Narnia —bromeó, y Helena rió entre dientes.

Eso le hizo sentir un poco mejor.

El beso, y saber que Edmund se quedaría con ella para apoyarla.

Se acercó para enmarcar un lado del rostro de Edmund con su mano y dejar un beso en la otra mejilla. Apoyó sus labios sobre su piel un par de segundos más de lo acostumbrado, y cerró los ojos cuando Edmund lo hizo. Cuando se alejó, su corazón latía con más tranquilidad.

Edmund, por su parte, sonrió encantado.

—¿No me darás uno en los labios? —murmuró , girando la cabeza para verla.

Helena rió despacio y negó.

—Dejémoslo para después —dijo —. Cuando estemos a salvo.

Él mordió el interior de su mejilla, y pasó una mano por el costado del rostro de Helena en una caricia.

—Ya no me están gustando tus promesas, Helena —dijo, en un tono mezclado con broma y honestidad —. La última vez, tardamos tres años en vernos de nuevo.

Helena rodó los ojos, pero asintió. Tomó el rostro de Edmund en sus manos y dejó un besito más largo que el que él le había dado en los labios.

—¿Mejor?

—Mucho mejor.


Minutos más tarde, toda la tripulación estaba lista para que el barco se adentrara por completo en la isla. Estaban sobre la cubierta formados y usaban sus armaduras, escuchando atentamente las palabras de aliento que Caspian estaba compartiendo para poder infundir valor en ellos.

𝘓𝘰𝘷𝘦 𝘉𝘦𝘵𝘸𝘦𝘦𝘯 𝘜𝘴 - 𝙴𝚍𝚖𝚞𝚗𝚍 𝙿𝚎𝚟𝚎𝚗𝚜𝚒𝚎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora