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O8 | nielsen |
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12 de noviembre, 2019.
LOS DÍAS PASARON TORTUOSAMENTE LENTO. Cada hora, cada minuto y segundo del mismo, se sentía como si las manecillas del tiempo sehubieran relentizado.
Miraba todo el tiempo el desgastado collar. No podía dejar de pensar en el futuro, en todo lo que debía haber pasado, y estaba por pasarle.
Quería estar loca, lo deseaba como si ese fuera el último deseo en su vida.
Cada vez que intentaba dejar de pensar en el extraño, que ahora ella identificaba como Jonas del futuro, su Jonas le escribía.
Después de aquel beso, no hubo ningún momento en que dejarán de hablar por mensaje. Se habían visto un par de veces en esos días, y claramente, también compartieron más que un par de besos.
Pero desde la noche anterior, los mensajes habían disminuido. Jonas no paraba de pedirle disculpas, y cada vez que ella le preguntaba la razón, el volvía a disculparse, diciendo que todo estaba mal, que él estaba mal.
Y Hattie se desesperó, prefirió dejar de contestarle, no entendía porque le pedía perdón a cada momento, siendo así, que todos sus mensajes eran de disculpas.
Cómo si fuera poco, su madre había estado exhaustivamente distante. No le hablaba, ni siquiera le había preguntado por su ausencia.
Pero ella podía notar como la mujer no salía de su estudio. Iba al trabajo, y cuando regresaba, volvía al estudio. Llevaba así desde que Harriet viajó al pasado.
Llena de determinación y fastidio, se levantó de su cama y se encaminó a enfrentar a su madre. O al menos, hasta que una llamada de Bartosz se hizo presente.
A regañadientes contestó.
―¿Tieddeman?
―Hattie.
Escuchó el fuerte suspiro de Bartosz tras la línea.
