El reloj marca las ocho de la noche y me apresuro a recoger mis cosas. Tomo mi bolso junto con mi botella de agua y salgo del escritorio. Hoy hay sido un día muy pesado y solo quiero tirarme a la cama y dormir por horas, es más, no tengo fuerzas ni para comer. La señora Helia se encuentra en el pasillo conmigo en dirección hacia la salida, apenas me mira enrolla su brazo en el mío.
─ El clima está terrible. Según Albert, estamos a tres grados.
¿¡Tres grados!? ¿Tengo que volverme en metro con tres grados? Seguro vuelvo hecha un cubo de hielo al apartamento.
─ Es el cambio climático, las cosas solo irán empeorando ─ respondo.
─ Al menos ya no estaré cuando eso pasé así que ten mucho cuidado, niña.
Abro la puerta para ambas y la brisa fría de Denver hace que sacuda los hombros. Ha oscurecido en su totalidad y hay pequeñas nubes grises decorando el cielo. Hago una mueca al pensar que tardaré cuarenta minutos en llegar a casa yendo en metro y sin calefacción. Las ganas de llorar son reales.
─ Vaya, pero mira a quien tenemos aquí.
La señora Helia sonríe mientras mira algo por el área del estacionamiento. Copio su acción y dirijo mi mirada hacia allá. Noto que una sonrisa se dibuja en mis labios al reconocer una silueta apoyada contra el capó de su auto, es Sebastián.
─ Hasta mañana, señora Helia.
─ Nos vemos, hija.
Me despido con un beso en su mejilla y luego corro hacia él que sonríe de lado al verme. Extiende sus brazos y lo rodeo con los míos apenas llego a él.
─ ¿Qué haces aquí? ─ le pregunto mientras escondo mi rostro en su cuello.
─ Conseguí que Will me dejará salir temprano para recogerte.
Will es su jefe.
Sonrío emocionada por tenerlo aquí, apenas nos hemos visto esta semana porque ambos estuvimos ocupados con nuestros respectivos trabajos. Alzo mi cabeza buscando sus labios y apenas siento su toque, suelto un suspiro aliviada. La manera en la que Sebastián me hace sentir me parece que es de otro mundo, el amor que brota de su ser y cómo me hace sentir tan especial son cosas que siempre me dejan sin aliento.
─ Cora, ¿por qué no traes otro abrigo? ¿Acaso no viste el clima? ─ me reprocha en medio el beso.
─ Es que se me olvidó.
Él niega antes de alejarse y tomarme de la mano para ayudarme a entrar al coche. Me sorprendo al sentir la calefacción apenas cierro la puerta. Me acomodo en el asiento mientras disfruto la buena temperatura. Sebastián toma asiento en el lado del conductor segundos después.
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La cabaña © (TERMINADA)
Mistério / Suspense❝Todo amor requiere de sacrificios.❞ ➸ Anónimo. Cora vive en constante frustración debido a su trabajo de recepcionista en una agencia de correo de su ciudad. La explotación que sufre le hace pensar en la idea de renunciar, pero no puede darse ese l...