Capítulo 17

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Recorremos los alrededores de la cabaña con cuidado en busca de algo que nos sirva para defendernos. En mi caso, solo pude conseguir un martillo y Roman un hacha. Estoy tan asustada que siento que no podré ser de mucha ayuda, es decir, tendremos que enfrentarnos a cinco maniáticos tal vez cuatro contando el que se fue en la motocicleta. No tengo ninguna experiencia en defensa personal y Roman si, pero tampoco puedo dejarle todo.

Me preparo mentalmente con el hecho de que tendré que herir a alguien, cosa que no me agrada, pero es el precio de sobrevivir ¿no? Bueno, eso no debe ser lo que me preocupe. Le he pedido a Roman que revisemos por las dudas el sótano por si los han colocado allí, pero apenas el pelinegro se asoma por la ventana y niega hace que mi corazón palpite rápidamente.

─ Tuvieron que llevarlos arriba.

─ ¿Crees que podremos con ellos?

─ Espero y que sí, pero no nos iremos sin los chicos.

─ ¿Listo?

Él asiente.

Nuestro plan se trata de entrar por la parte trasera de la cabaña e ir buscando por cada habitación hasta encontrarlos. Si alguien se atraviesa, hay que hacerlo picadito o esa fuera la expresión que uso Roman en la explicación. Él irá adelante y yo le cuidaré las espaldas, mala decisión, pero él es el que tiene experiencia en esto de defensa.

La puerta está abierta y con cuidado entramos. Hay completo silencio causando que el ambiente se cargue de tensión. Pasamos por la cocina y Roman no duda en tomar un par de cuchillos y guardarlos en sus bolsillos. Me limito a seguirlo con todos mis sentidos en alertas mientras avanzamos por el salón. No niego que me sorprende que nadie se ha aparecido en ningún momento y eso me tiene muy nerviosa, pero quiero tener positivismo dada las circunstancias.

Subimos los escalones en completo silencio y con cuidado, las luces se encienden ante el movimiento y maldigo internamente. Damos varios pasos y con miedo, abrimos cada puerta en busca de los chicos, pero en ninguna los encontramos. Abro la puerta donde compartía habitación con Sebastián, pero no hay nada. Veo mis cosas en el escritorio y las ganas de llorar intentan colarse, pero niego y cierro la puerta.

─ Creo que deben de tenerlos en el ático ─ modula Roman sin pronunciar nada.

Asiento dándole razón hasta que de la nada las luces se apagan. No podemos ver nada y lo primero que hago es tomar el brazo del pelinegro en busca de protección. Díganme miedosa y todo lo que quieran, pero en esta situación lo que más abunda es el terror. La oscuridad se mantiene así por unos segundos hasta que empieza a sonar una canción por el parlante en el salón. Es Gimme more de Britney Spears.

It's Britney, bitch.

La música resuena por toda la cabaña y las luces se encienden abruptamente dejándome ciega por unos segundos. Al acostumbrarme a la claridad veo a Aubrey al final del pasillo con una sonrisa traviesa y a su lado Sebastián.

La cabaña © (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora