Capítulo 80

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Se acercó a Simón y le susurró al oído: —Amigo, deja de causar tantos problemas. Él tiene grandes conexiones detrás de él, y podrías salir perdiendo gravemente.

—No te preocupes, hoy resolveré esto de una vez por todas. Aseguro que nadie te molestará nunca más —dijo Simón con total indiferencia.

Al ver que Simón hablaba así, el dueño no tuvo más remedio que suspirar y apartarse en silencio.

En ese momento, se dio cuenta de que Simón no era una persona común.

Los dos hombres estaban peleando por su causa, pero él realmente no podía intervenir.

Mientras tanto, Simón, con sus sentidos muy agudos, ya había escuchado todas las conversaciones telefónicas de Juan.

Sin embargo, esto no le importaba en absoluto. Estaba esperando a que llegara el tío de Juan. Hoy debía darles una lección profunda, para que Juan y su tío nunca tuvieran la oportunidad de comportarse de manera tan arrogante con alguien más.

Pensando en esto, Simón sacó su teléfono para contactar a Daniela, para que ella trajera al jefe máximo de la Agencia de Control Alimentario y le mostrara qué tipo de personas tenía en bajo su mando.

En ese momento, una voz sonó: —Señor Simón, qué coincidencia.

Simón se dio la vuelta y vio que Leonardo había llegado.

—¿Por qué estás aquí?, se sorprendió Simón.

En teoría, Leonardo, como una figura muy importante, debería estar muy ocupado. ¿Cómo tuvo tiempo para desayunar en un lugar como este?

Leonardo sonrió y se sentó al lado de Simón, diciendo: —Hoy estoy de descanso. Escuché que te gusta desayunar aquí, así que vine a probar suerte.

—Jeje, podrías haber llamado, ¿no es más fácil, no crees? —Simón dijo.

Leonardo suspiró y dijo: —Sé que también eres una persona bastante ocupada. La última vez te invité a cenar, rechazaste la oferta. Llamarte por teléfono no habría sido de gran utilidad, así que tuve que encontrarte personalmente.

—La última vez fue por una razón muy real —se disculpó Simón.

Leonardo sonrió y dijo: —Bueno, ¿tienes tiempo esta noche? Vine especialmente para esto. Mi padre me regañó, diciendo que soy un verdadero inútil, que ni siquiera puedo invitarte a cenar.

Simón negó con la cabeza y dijo: —Tú ganas, esta noche iré a cenar con tu padre.

—Bien, eso es genial. Finalmente puedo darle una sola respuesta —dijo Leonardo riendo.

—Hablando en serio, eres increíble. La salud de mi padre mejora cada día más. Es casi un milagro.

Simón sonrió sin decir mucho más.

En este momento, la mirada de Leonardo recorrió por completo el entorno y preguntó lentamente

—Estás bastante animado aquí. ¿Puedes contarme qué está pasando?

Simón pensó por un momento, guardó su teléfono y explicó la situación.

Leonardo afirmó ligeramente y dijo: —Entiendo. Hoy no tengo nada que hacer, así que esperaré contigo. ¿ Qué te parece?

Simón afirmó con la cabeza: —Está bien.

—¡Jefe, tres raciones de bolillo y dos tazones de sopa picante! —gritó Leonardo.

Aunque el dueño estaba impotente, tuvo que enviar los bolillos y la sopa. Luego se retiró discretamente.

Leonardo miró a Simón y este le dijo con una leve sonrisa: —Ya he comido.

Leonardo no se molestó y comenzó a comer vorazmente.

Viendo a los dos, Juan miró con malicia y murmuró en voz baja: —Maldita sea, más tarde veremos si pueden seguir comiendo.

Poco después, Leonardo terminó de comer y limpió su boca muy ligeramente: —El sabor es realmente bueno. No me sorprende que te guste.

Simón sonrió y afirmó con la cabeza. En ese momento, dos autobuses llegaron rápidamente y se detuvieron frente a la tienda de bolillos. Bajaron más de una docena de agentes de la ley

El líder, era un hombre de unos cincuenta años con un vientre pronunciado, se acercó al grupo con un rostro bastante serio y preguntó: —¿Qué está pasando aquí?


Conviviendo con una atractiva CEO después del divorcioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora