CAPÍTULO 2

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El dibujo no salía. Con un suspiro arrancó otra hoja más de su bloc de dibujo, la arrugó y la arrojó contra la pared naranja de su dormitorio. El suelo estaba ya repleto de bolas de papel desechadas, una señal inequívoca de que sus jugos creativos no fluían del modo que había esperado. Deseó por milésima vez poder ser un poco más como su madre. Todo lo que Jocelyn Fray dibujaba, pintaba o esbozaba era hermoso, y aparentemente realizado sin esfuerzo.
Se quitó los auriculares, interrumpiendo Stepping Razor en mitad de la canción , y se frotó las doloridas sienes. Sólo entonces se dio cuenta de que el potente y agudo sonido de un teléfono retumbaba por el apartamento. Arrojó el bloc de dibujo sobre la cama, se puso en pie de un salto y corrió a la salita, donde el rojo teléfono retro descansaba sobre una mesa cerca de la puerta principal.
—¿Erick Fray?
La voz al otro lado del teléfono sonaba familiar, aunque no inmediatamente identificable. Erick retorció nerviosamente el cordón del teléfono alrededor del dedo.
—¿Sííí?
—Hola, soy uno de los gamberros con cuchillo que conociste anoche en el Pandemónium. Me temo que te causé una mala impresión y esperaba que me dieras la oportunidad de resarcirte...
—¡SIMON! —Erick mantuvo el teléfono alejado del oído mientras él soltaba una carcajada—. ¡No tiene gracia!
—Ya lo creo que la tiene. Simplemente no le ves el lado cómico.
—Estúpido. —Erick suspiró, recostándose en la pared—. No te estarías riendo de haber estado aquí cuando llegué a casa anoche.
—¿Por qué no?
—Mi madre. No le gustó que llegáramos tarde. Le dio un ataque. Fue desagradable.
—¿Qué? ¡No es culpa tuya que hubiera tráfico! —protestó Simon, que era el más joven de tres hermanos y tenía un sentido muy agudizado de la injusticia familiar.
—Ya, bueno, ella no lo ve de ese modo. La decepcioné, le fallé, hice que se preocupara, bla, bla, bla. Soy la cruz de su existencia —continuó él, imitando la precisa fraseología de su madre y con sólo una leve punzada de culpabilidad.
—Así que, ¿estás castigado? —preguntó Simon, en un tono un poco demasiado alto.

Erick pudo oír el ruido sordo de voces detrás de él; personas que discutían entre sí.
—No lo sé aún —respondió—. Mi madre salió esta mañana con Luke, y todavía no han regresado. ¿Dónde estás tú, de todos modos? ¿En casa de Sam?
—Sí. Acabamos de terminar el ensayo.
Se oyó el batir de un platillo detrás de Simon. Erick se estremeció.
—Sam va a dar un recital de poesía en Java Jones esta noche —siguió Simon, mencionando una cafetería situada en la esquina donde vivía Erick, que en ocasiones ofrecía música en vivo por la noche—. Toda la banda acudirá para mostrarle su respaldo. ¿Quieres venir?
—Sí, de acuerdo. — Erick hizo una pausa, dando ansiosos tironcitos al cordón del teléfono—. Espera, no.
—¿Queréis callaros, chicos? —chilló Simon; el débil tono de su voz hizo que Erick sospechara que sostenía el teléfono apartado de la boca; al cabo de un segundo reanudó la conversación, con voz que sonó preocupada—. ¿Eso ha sido un sí o un no?
—No lo sé. — Erick se mordió el labio—. Mi madre sigue enfurecida conmigo por lo de anoche. No estoy seguro de querer cabrearla pidiéndole un favor. Si voy a tener problemas, no quiero que sea por la asquerosa poesía de Sam.
—Vamos, no es tan malo —dijo Simon.
Sam vivía al lado de Simon, y los dos muchachos se conocían de casi toda la vida. No eran íntimos del modo en que Simon y Erick lo eran, pero habían formado un grupo de rock al inicio del segundo año de secundaria, junto con los amigos de Sam: Matt y Kirk. Ensayaban religiosamente todas las semanas en el garaje de los padres de Sam.
—Además, no es un favor —añadió Simon—, es un certamen de poesía en la esquina del bloque que hay frente a tu casa. No es como si te estuviera invitando a una orgía en Hoboken. Tu madre puede venir contigo si quiere.
—¡ORGÍA EN HOBOKEN! Oyó Erick que alguien chillaba, probablemente Sam.
Se oyó el estrépito de otro platillo. Imaginó a su madre escuchando a Sam leer su poseía y se estremeció interiormente.
—No sé. Si aparecéis todos por aquí, creo que le dará algo.
—Entonces iré solo. Te recogeré y así vamos juntos y nos encontramos con el resto allí. A tu madre no le importará. Me adora.
Erick tuvo que echarse a reír.
—Una señal de su discutible buen gusto, si me lo preguntas.
—Nadie te lo ha preguntado.

Shadowhunters [CNCO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora