Estaba demasiado sorprendido para gritar. La sensación de caer era lo peor; el corazón se le subió a la garganta y el estómago se le revolvió.
Lanzó las manos al frente, intentando atrapar algo, cualquier cosa que pudiera disminuir la velocidad de su descenso. Sus manos se cerraron sobre ramas y fueron arrancando hojas. Se golpeó ruidosamente contra el suelo, con fuerza, la cadera y el hombro chocando contra tierra apisonada. Rodó sobre sí mismo, inspirando aire de nuevo. Empezaba a sentarse en el suelo cuando alguien le aterrizó encima.
Se vio derribado hacia atrás. Una frente golpeó la suya, las rodillas le chocaron contra las de otra persona. Enredada en brazos y piernas, Erick expulsó cabellos (no los suyos) por la boca e intentó zafarse de debajo de un peso que parecía estar aplastándolo.
-¡Ay! -Dijo Joel en su oído, en tono indignado-. Me has dado un codazo.
-Bueno, tú has caído sobre mí.
Él se alzó sobre los brazos y le miró plácidamente. Erick vio el cielo azul por encima de su cabeza, un trozo de rama de árbol y la esquina de una casa de tablas grises de madera.
-Bueno, no me has dejado demasiadas opciones, ¿verdad? -Inquirió él-. No después de que decidieras saltar alegremente a través de ese portal como si saltaras del tren F. Desde luego
tienes suerte de que no nos arrojara al interior del East River.
-No tenías que venir tras de mí.
-Sí que tenía. -Repuso él-. Eres demasiado inexperto para protegerte en una situación hostil sin mí.
-Qué detalle. Quizá te perdonaré.
-¿Perdonarme? ¿Por qué?
-Por decirme que me callara cuando vi la puerta en la pared.
Los ojos del joven se entrecerraron.
-Yo no, bueno, sí lo hice, pero estabas...
-No importa.
El brazo, inmovilizado bajo la espalda, empezaba a hormiguearle. Al rodar lateralmente para liberarlo, vio la hierba marrón de un césped seco, una valla de tela metálica y más superficie de la casa de tablas grises, que ahora le resultaba angustiosamente familiar.
Se quedó paralizado.
-Sé dónde estamos.
Joel dejó de farfullar.
-¿Qué?
-Ésta es la casa de Luke.
Erick se incorporó hasta sentarse, arrojando a Joel a un lado. Éste rodó con agilidad hasta ponerse en pie y le tendió una mano para ayudarle a levantarse. Erick hizo como si no existiera y se puso en pie apresuradamente, agitando el brazo entumecido.
Estaban frente a una pequeña casa gris adosada, colocada entre otras casas adosadas que bordeaban los muelles de Williamsburg. Soplaba una brisa procedente del East River que
balanceaba un pequeño letrero que había sobre los peldaños de ladrillo de la entrada. Erick contempló a Joel mientras éste leía en voz alta las palabras en letra de imprenta: Libros Garroway, en buen estado, nuevos, usados y descatalogados. Sábados cerrado .Joel echó una ojeada a la oscura puerta principal, con el pomo asegurado por un grueso candado. El correo de unos cuantos días descansaba sobre el felpudo, sin tocar. Dirigió una rápida mirada a Erick.
-¿Vive en una librería?
-Vive detrás de la tienda.
Erick miró a un lado y al otro de la calle vacía, que limitaba con el arco del puente de Williamsburg por un extremo y con una fábrica de azúcar abandonada por el otro. Al otro lado del río de aguas mansas, el sol se ponía tras los rascacielos de la parte baja de Manhattan, bosquejándolos en oro.
-Joel, ¿cómo hemos llegado aquí?
-A través del Portal. -Respondió él, examinando el candado-. Te lleva a cualquier lugar en el que estés pensando.
-Pero yo no estaba pensando en este lugar. -Objetó Erick-. No pensaba en ningún sitio.
-Debes de haberlo hecho. Bien, puesto que estamos aquí...
-¿Sí?
-¿Qué quieres hacer?
-Marcharme, supongo. -Contestó Erick con amargura-. Luke me dijo que no viniera aquí.
Joel meneó la cabeza.
-¿Y tu simplemente aceptas eso?
Erick se abrazó a sí mismo. A pesar del calor diurno que empezaba a disiparse, sentía frío.
-¿Tengo elección?
-Siempre tenemos elecciones. -Repuso Joel-. Si estuviera en tu lugar, ahora mismo sentiría muchísima curiosidad por Luke. ¿Tienes las llaves de la casa?
Erick negó con la cabeza.
-No, pero a veces deja la puerta trasera abierta.
Señaló el estrecho callejón entre la casa de Luke y la siguiente. Había cubos de basura de plástico colocados en una pulcra hilera junto a montones de periódicos doblados y una cuba de
plástico de botellas de soda vacías. Al menos, Luke seguía siendo un reciclador responsable.
-¿Estás seguro de que no está en casa? -Preguntó Joel.
Erick echó un vistazo al bordillo vacío.
-Bueno, su camioneta no está, la tienda está cerrada y todas las luces están apagadas. Yo diría que probablemente no.
-Entonces, tú primero.
El estrecho pasillo entre las casas finalizaba en una alta valla de tela metálica, que circundaba el pequeño jardín trasero de Luke, en el que las únicas plantas que crecían bien parecían ser los hierbajos que habían brotado entre las losas, resquebrajándolas en fragmentos polvorientos.
-Arriba y al otro lado. -Dijo Joel, incrustando la punta de la bota en una abertura en la valla.
Empezó a trepar. La valla traqueteó tan fuerte que Erick echó nerviosas ojeadas a su alrededor, pero no había luces encendidas en la casa de los vecinos. Joel pasó por encima de la valla y saltó al otro lado, aterrizando en los matorrales con el acompañamiento de un alarido ensordecedor.
Por un momento, Erick pensó que debía de haber aterrizado sobre un gato vagabundo. Oyó cómo Joel gritaba sorprendido al mismo tiempo que caía de espaldas. Una sombra oscura y
excesivamente grande para ser felina salió como una exhalación de las matas y corrió atravesando el patio, manteniéndose agachada. Incorporándose a toda prisa, Joel corrió veloz tras ella, con expresión asesina.
Erick empezó a subir. Al pasar la pierna por encima de la alambrada, los vaqueros de Christopher se engancharon en un trozo retorcido de alambre y se desgarraron por un lado. Erick se dejó
caer al suelo justo en el momento en que Joel gritaba triunfal.
-¡Le cogí!
Erick se volvió y vio a Joel sentado encima del intruso; éste estaba boca abajo y con los brazos alzados sobre la cabeza. Joel le agarró la muñeca.
-Va, veamos tu cara.
-Sal de encima, imbécil. -Gruñó el intruso, empujando a Joel.
Forcejeó hasta quedar sentado a medias, con las maltrechas gafas torcidas.
Erick se detuvo en seco.
-¿Simon?
-¡Ah, cielos! -Exclamó Joel, con un deje resignado-. Y yo que realmente esperaba haber atrapado algo interesante.
-Pero ¿qué hacías ocultándote en los arbustos de Luke? -Quiso saber Erick, quitando hojas de los cabellos de Simon.
Éste soportó sus atenciones con patente malhumor. Lo cierto era que siempre que se había imaginado con Simon, una vez hubiese terminado todo aquello, él estaba de mejor humor.
-Ésa es la parte que no entiendo.
-De acuerdo, ya es suficiente. Puedo arreglarme el pelo yo solo, Fray. -Dijo Simon, apartándose bruscamente de sus manos.
Estaban sentados en los escalones del porche trasero de Luke. Joel se había recostado en la barandilla y fingía diligentemente hacer caso omiso de ellos, mientras usaba la estela para
limarse las uñas. Erick se preguntó si la Clave lo aprobaría.
-Quiero decir, ¿sabía Luke que estabas ahí? -Preguntó el joven.
-Claro que no. -Respondió Simon de mal talante-. Nunca le he preguntado, pero estoy seguro de que tiene una política de lo más rigurosa respecto a cualquier adolescente que aceche entre sus arbustos.
-Tú no eres cualquiera; te conoce.
Erick quería alargar la mano y tocarle la mejilla, que seguía sangrando ligeramente allí donde una rama la había arañado.
-Lo principal es que estás bien.
-¿Qué yo estoy bien? -Simon lanzó una carcajada, un sonido agudo y desdichado-. Erick, ¿tienes
la más remota idea de por lo que he pasado estos dos últimos días? La última vez que te vi, salías corriendo de Java Jones como un murciélago huyendo del infierno, y luego simplemente desapareciste. No contestabas a tu móvil; luego el teléfono de tu casa fue
desconectado; a continuación Luke me dijo que estabas con unos parientes al norte del estado cuando yo sé perfectamente que no tienes ningún otro pariente. Pensé que había hecho algo
que te había cabreado.
-¿Qué podrías haber hecho tú?
Erick intentó cogerle la mano, pero él la apartó sin mirarle a la cara.
-No lo sé. -Respondió-. Algo.
Joel, todavía ocupado con la estela, rió entre dientes.
-Eres mi mejor amigo. -Dijo Erick-. No estaba furioso contigo.
-Sí, bueno, supongo que también era demasiado pedir que te molestaras en llamarme y decirme que te habías liado con un cachas medio gótico que probablemente conociste en el Pandemónium. -Simon remarcó agriamente-. Me he pasado los tres últimos días preguntándome si estarías muerto.
-No me he liado con nadie. -Dijo Erick, dando gracias de que estuviera oscuro mientras enrojecía violentamente.
-Y no soy gótico. -Indicó Joel-. Sólo para que conste.
-Entonces, ¿qué has estado haciendo estos últimos tres días? -Preguntó Simon, con los ojos llenos de sombrío recelo. -¿Realmente tienes una tía abuela llamada Matilda que contrajo la gripe aviar y necesitaba que la cuidaran mientras se recuperaba?
-¿Te dijo eso Luke?
-No, se limitó a decir que habías ido a visitar a un pariente enfermo, y que tu móvil probablemente no funcionaba en el campo. No es que yo le creyera. Después de que me echara
de su porche delantero, di la vuelta a la casa y miré por la ventana de atrás. Le vi preparar una bolsa de lona verde como si se marchase a pasar fuera el fin de semana. Fue entonces cuando decidí quedarme por aquí y vigilar qué sucedía.
-¿Por qué? ¿Sólo porque estaba metiendo cosas en una bolsa?
-Porque la estaba llenando de armas. -Respondió él, restregándose la sangre de la mejilla con la manga de la camiseta-. Cuchillos, un par de dagas, incluso una espada. Lo curioso es que algunas de las armas parecían como si brillaran.
Paseó la mirada de Erick a Joel, y luego a la inversa. El tono de su voz fue tan cortante como uno de los cuchillos de Luke.
-Ahora, ¿vais a decir que me lo estaba imaginando?
-No dijo. -Erick. -No voy a decir eso.
Echó una ojeada a Joel. Las últimas luces de la puesta de sol le arrancaban destellos de sus ojos.
-Voy a decirle la verdad. -Advirtió el joven.
-Lo sé.
-¿Vas a intentar impedírmelo?
Él bajó la mirada a la estela que tenía en la mano.
-Estoy ligado por mi juramento a la Alianza explicó-. A ti no te ata ningún juramento.
Erick volvió de nuevo la cabeza hacia Simon, tomando aire con energía.
-De acuerdo. -Comenzó-. Esto es lo que tienes que saber.
El sol había descendido totalmente por el horizonte, y por el porche estaba sumido ya en la oscuridad cuando Erick dejó de hablar. Simon había escuchado su extensa explicación con una expresión casi impasible, estremeciéndose sólo levemente cuando él llegó a la parte del
demonio rapiñador. Cuando Erick acabó de hablar, se aclaró la reseca garganta, y de repente quiso poder tomar un vaso de agua.
-Así que. -Dijo-, ¿alguna pregunta?
Simon alzó la mano.
-Oh, sí. Varias preguntas.
Erick soltó aire con cautela.
-De acuerdo. Dispara.
Simon señaló a Joel.
-Bueno, él es un ¿cómo dices que llaman a la gente que es como él?
-Un cazador de sombras. -Respondió Erick.
-Un cazador de demonios. -Aclaró Joel-. Mato demonios. No es tan complicado, en realidad.
Simon volvió a mirar a su amigo.
-¿En serio?
Tenía los ojos entrecerrados, como si medio esperara que le dijera que nada de aquello era verdad, y que Joel era en realidad un lunático peligroso del que había decidido hacerse a su amigo por cuestiones humanitarias.
-En serio.
Simon mostraba una expresión concentrada.
-¿Y también hay vampiros? ¿Hombres lobos, brujos, todo eso?
Erick se mordisqueó el labio inferior.
-Eso he oído.
-¿Y tú los matas también? -Preguntó Simon, dirigiendo la pregunta a Joel, que había guardado la estela en el bolsillo y se examinaba las impecables uñas en busca de defectos.
-Únicamente cuando han sido malos.
Durante un momento, Simon se limitó a quedarse allí sentado con la mirada fija en el suelo.
Erick se preguntó si cargarlo con aquella clase de información no habría sido un error. El muchacho poseía una vena práctica mucho más fuerte que ninguna otra persona que él conociera; quizá no le gustara nada saber algo como aquello, algo para lo que no existía una explicación lógica. Se inclinó hacia adelante con ansiedad, justo cuando Simon alzaba la cabeza.
-Es todo tan alucinante. -Dijo él.
Joel pareció tan sobresaltado como se sintió Erick.
-¿Alucinante?
Simon asintió con el entusiasmo suficiente para hacer que sus negros rizos le rebotaran en la frente.
-Completamente. Es como Dragones y mazmorras, pero real.
Joel contemplaba a Simon como si fuera alguna especie singular de insecto.
-¿Es como qué?
-Es un juego. -Explicó Erick, que se sentía vagamente incómodo-. La gente finge ser brujos y elfos, y mata a monstruos y cosas de ésas.
Joel se mostró estupefacto.
Simon sonrió.
-¿Nunca has oído hablar de Dragones y mazmorras?
-He oído hablar de mazmorras. -Respondió Joel-. También de dragones. Aunque están casi extintos.
Simon pareció decepcionado.
-¿Nunca has matado a un dragón?
-Probablemente tampoco se ha topado con una elfa cachonda de metro ochenta con un bikini de piel. -Repuso Erick con irritación-. Déjalo ya, Simon.
-Los elfos auténticos miden unos veinte centímetros. -Señaló Joel-. Además, muerden.
-Pero los vampiros son guais, ¿no? -Dijo Simon-. Quiero decir, que algunos vampiros son unas nenas despampanantes, ¿verdad?
A Erick le preocupó por un instante que Joel pudiera lanzarse desde el otro lado del porche y agarrar a Simon por el cuello hasta dejarle sin sentido. En lugar de ello, éste consideró la pregunta.
-Algunos, tal vez.
-Alucinante. -Repitió Simon.
Erick decidió que le gustaba más cuando se peleaban.
Erick bajó de la barandilla del porche.
-¿Bueno, vamos a registrar la casa o no?
Simon se puso en pie a toda prisa.
Yo me apunto. ¿Qué estamos buscando?
-¿Estamos? -Inquirió Joel con siniestra delicadeza-. No recuerdo haberte invitado a venir.
-Joel. -Soltó Erick en tono enojado.
El joven sonrió.
-Simplemente bromeaba. -Se hizo a un lado para dejar el aspo libre hasta la puerta-. ¿Vamos?
Erick buscó a tientas el pomo de la puerta en la oscuridad. Ésta se abrió, encendiendo automáticamente la luz del porche, que iluminó el vestíbulo. La puerta que conducía a la tienda estaba cerrada; Erick movió el pomo.
-Está cerrada con llave.
-Permitidme, mundanos. -Dijo Joel, apartándole a un lado con suavidad.
El joven sacó la estela del bolsillo y la presionó sobre la puerta. Simon le contempló con cierto resentimiento. Ni aunque le presentara un montón de despampanantes vampiros del sexo
femenino, Joel conseguiría caerle bien a su amigo, sospechó Erick.
-Es una cosa seria, ¿verdad? -Masculló Simon-. ¿Cómo lo soportas?
-Me salvó la vida.
Simon le dirigió una rápida mirada.
-¿Cómo ?
La puerta se abrió con un chasquido.
-Ahí vamos. -Anunció Joel, volviendo a guardar la estela en el interior del bolsillo.
Erick vio cómo la Marca en la puerta, justo por encima de la cabeza del muchacho, se desvanecía mientras entraban. La puerta trasera daba a un pequeño almacén, cuyas paredes desnudas tenían la pintura desconchada. Había cajas de cartón amontonadas por todas partes, los contenidos identificados con garabatos hechos con rotulador: Narrativa, Poesía ,Cocina, Interés local, Novela rosa .
-El apartamento está pasando por ahí.
Erick se encaminó hacia la puerta que había señalado, en el extremo opuesto de la habitación.
Joel le sujetó el brazo.
-Espera.
Erick le miró nerviosamente.
-¿Sucede algo?
-No lo sé. -Se abrió paso por entre dos estrechos montones de cajas, y silbó-. Erick, quizá teinterese acercarte aquí y ver esto.
Él miró a su alrededor. Había muy poca luz en el almacén, la única iluminación era la luz del porche que penetraba por la ventana.
-Está tan oscuro...
Llameó una luz, bañando la habitación con un brillante resplandor. Simon volvió la cabeza a un lado, pestañeando.
-¡Uf!
Joel lanzó una risita. Estaba sobre una caja precintada, con la mano alzada. Algo le refulgía en la palma, la luz escapaba entre sus dedos ahuecados.
-Luz mágica explicó.
Simon farfulló algo por lo bajo. Erick se encaramaba ya por entre las cajas, abriéndose paso hacia Joel, que estaba de pie detrás de un tambaleante montón de libros de misterio, con la luz mágica proyectándole un resplandor espectral sobre el rostro.
-Mira eso. -Dijo él, indicando un lugar situado más arriba en la pared.
Al principio, Erick pensó que le indicaba lo que parecían un par de apliques ornamentales, pero a medida que los ojos se le ajustaban, comprendió que en realidad eran aros de metal sujetos
a cortas cadenas, cuyos extremos estaban hundidos en la pared.
-¿Son esas...?
-Esposas. -Dijo Simon, abriéndose paso por entre las cajas-. Eso es, ah...
-No digas pervertido. -Erick le lanzó una mirada de advertencia-. Es de Luke de quien estamos hablando.
Joel alzó el brazo y pasó la mano por el interior de uno de los aros de metal. Cuando la bajó, los dedos estaban manchados de un polvillo marrón rojizo.
-Sangre. Y mirad.
Señaló la pared justo alrededor del lugar donde estaban hundidas las cadenas; el yeso parecía sobresalir.
-Alguien intentó arrancar estas cosas de la pared. Lo intentó con mucha fuerza, por lo que parece.
El corazón de Erick le había empezado a latir con fuerza dentro del pecho.
-¿Crees que Luke está bien?
Joel bajó la luz mágica.
-Creo que será mejor que lo averigüemos.
La puerta que daba al apartamento no estaba cerrada con llave y conducía a la salita de Luke.
Aparte de los cientos de libros de la misma tienda, había cientos más en el apartamento. Las estanterías se alzaban hasta el techo, los tomos en ellas colocados en doble fila , una hilera bloqueando a la otra. La mayoría eran de poesía y narrativa, con mucha fantasía y misterio incluidos. Erick recordaba haberse abierto camino a través de Las crónicas de Pridain allí, enroscado en el asiento empotrado bajo la ventana de Luke mientras el sol se ponía sobre el
East River.
-Creo que todavía anda por aquí. -Gritó Simon, de pie en la entrada de la pequeña cocina de Luke-. La cafetera eléctrica está encendida y hay café aquí. Todavía caliente.
Erick miró al otro lado de la puerta de la cocina. Había platos amontonados en el fregadero, y las chaquetas de Luke estaban pulcramente colgadas en gancho en el interior del armario de la ropa.
Avanzó por el pasillo y abrió la puerta del pequeño dormitorio. Tenía el mismo aspecto de siempre, la cama sin hacer con su cobertor gris y unos almohadones planos, la parte superior de la cómoda cubierta de monedas sueltas.
Se dio la vuelta. Una parte de él había
estado absolutamente seguro de que, cuando entraran, encontrarían el lugar destrozado, y a Luke atado, herido o peor. En aquellos momentos no sabía qué pensar.
Como atontado, cruzó el vestíbulo hasta el pequeño dormitorio de invitados,
donde tan a menudo había dormido cuando su madre estaba fuera de la ciudad por negocios.
Acostumbraban a quedarse despiertos hasta tarde viendo viejas películas de terror en el parpadeante televisor en blanco y negro. Él incluso guardaba una mochila llena de material extra aquí para no tener que acarrear sus cosas de una casa a otra.
Arrodillándose, la sacó de debajo de la cama arrastrándola por la correa verde oliva. Estaba cubierta de distintivos que, en su mayoría, le había dado Simon. Dentro había algunas prendas dobladas, unas cuantas mudas de ropa interior, un cepillo e incluso champú.
"Gracias a Dios", pensó, y cerró la puerta del dormitorio de una patada. Se cambió a toda prisa; se sacó la ropa de Christopher, excesivamente grande, y ya manchada de hierba y sudada, y se puso unos pantalones de pana pulidos a la arena, suaves como papel desgastado, y una camiseta azul sin mangas y con un
dibujo de caracteres chinos en la parte frontal. Metió la ropa de Christopher en la mochila, tiró del cordón para cerrarla y abandonó el dormitorio, con la mochila rebotándole tranquilamente entre los omóplatos. Era agradable tener algo propio otra vez.
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Shadowhunters [CNCO]
FanfictionEl día de su cumpleaños, Erick Fray decide visitar un club nocturno junto a su mejor amigo, Simon; en este, es testigo de cómo un grupo de jóvenes asesinan a alguien. Ella descubre que ellos son cazadores de sombras, seres mitad ángeles y mitad huma...