CAPÍTULO 12

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Las indicaciones de la invitación los condujeron a un vecindario industrial de Brooklyn, cuyas calles estaban bordeadas de fábricas y almacenes. Algunos, Erick pudo advertir, habían sido convertidos en lofts y galerías de arte, pero aún había algo intimidatorio en sus imponentes formas cuadradas, que mostraban sólo unas pocas ventanas cubiertas de rejas de hierro.
Se encaminaron hacia allí desde la estación de metro, con Christopher navegando con el sensor, que parecía disponer de una especie de sistema cartográfico incorporado. Simon, que adoraba los chismes, estaba fascinado, o al menos fingía que era el sensor lo que le fascinaba. Con laesperanza de evitarlos, Erick se rezagó cuando cruzaron un parque cubierto de maleza, cuyo césped mal cuidado estaba requemado por el calor del verano. A su derecha, las agujas de una iglesia relucían grises y negras recortadas en un cielo nocturno sin estrellas.
-No te quedes atrás. -Dijo una voz irritada en su oreja; era Joel, que se había rezagado para andar junto a él-, No quiero tener que estar mirando todo el rato atrás para asegurarme de que no te ha sucedido nada.
-Pues entonces no lo hagas.
-La última vez que te dejé solo, un demonio te atacó. -Indicó él.
-Bueno, desde luego odiaría interrumpir vuestro agradable paseo nocturno con mi muerte repentina.
Él pestañeó.
-Existe una fina línea entre el sarcasmo y la franca hostilidad, y parece que la has cruzado. ¿Qué sucede?
-Esta mañana. -Replicó Erick, mordiéndose el labio-, Unos tipos extraños y repulsivos han estado hurgando en mi cerebro. Ahora voy a conocer al tipo extraño y repulsivo que originalmente hurgó en mi cerebro. ¿Qué sucede si no me gusta lo que él encuentre?
-¿Qué te hace creer que no te gustará?
Erick se apartó los cabellos de su piel pegajosa.
-Odio cuando respondes a una pregunta con otra pregunta.
-Mentira, te parece encantador. De todos modos, ¿no preferirías conocer la verdad?
-No, quiero decir, tal vez. No lo sé. -Suspiró-. ¿Querrías tú?

-¡Ésta es la calle correcta! -Gritó Christopher, un cuarto de manzana por delante de ellos.
Estaban en una avenida estrecha bordeada de viejos almacenes, aunque la mayoría mostraban señales de estar habitados: jardineras llenas de flores, cortinas de encaje ondeando en la bochornosa brisa nocturna, cubos de basura de plástico numerados y apilados en la acera. Erick entrecerró con fuerza los ojos, pero no había modo de saber si se trataba de la calle que había visto en la Ciudad de Hueso, en su visión había estado casi desdibujada por la nieve.
Notó que los dedos de Joel le rozaban el hombro.
-Rotundamente. Siempre. -Murmuró él.
Erick le miró de soslayo, sin comprender.
-¿Qué?
-La verdad. -Contestó Joel-. Querría...
-¡Joel!
Era Richard. Estaba de pie en la acera, no muy lejos; Erick se preguntó por qué su voz había sonado tan fuerte.
Joel volvió la cabeza, retirándole la mano del hombro.
-¿Sí?
-¿Crees que estamos en el lugar correcto?
Richard señalaba algo que Erick no podía ver; estaba oculto tras la mole de un enorme coche negro.
-¿Qué es eso?

Joel se reunió con Richard; Erick le oyó reír. Rodeando el coche, el muchacho vio qué era lo que miraban: varias motocicletas, elegantes y plateadas, con un bastidor bajo negro. Tubos de aspecto oleaginoso culebreaban ascendiendo y rodeando los vehículos, hinchados como venas.
Las motos ofrecían una nauseabunda sensación de ser algo orgánico, como las biocriaturas en un cuadro de Giger.
-Vampiros. -Dijo Joel.
-A mí me parecen motocicletas. -Indicó Simon, uniéndose a ellos.
Christopher miró las motos con el entrecejo fruncido.
-Lo son, pero las han alterado para que funcionen con energía demoníaca. -Explicó-. Los vampiros las utilizan, les permiten moverse con rapidez de noche. No es estrictamente Alianza, pero...
-He oído decir que algunas de las motos pueden volar. -Comentó Richard con entusiasmo; sonaba como Simon con un nuevo videojuego-. O volverse invisibles con sólo pulsar un interruptor. O funcionar bajo el agua.
Joel había bajado del bordillo y se dedicaba a dar vueltas alrededor de las motos, examinándolas. Alargó una mano y acarició una de las motos a lo largo del elegante armazón.
Tenía unas palabras pintadas a lo largo del costado: NOX INVICTUS.
-Noche victoriosa. -Tradujo.
Richard le miraba de un modo extraño.
-¿Qué haces?
A Erick le pareció ver que Joel volvía a meter la mano en el interior de su chaqueta.
-Nada.
-Bien, démonos prisa. -Indicó Christopher-. No me he arreglado tanto para contemplar cómo os entretenéis en la cuneta con un montón de motocicletas.
-Son bonitas. -Repuso Joel, volviendo a subir a la acera-. Tienes que admitirlo.
-También yo. -Replicó Christopher, que no parecía inclinado a admitir nada-. Ahora démonos prisa.
Joel miraba a Erick.
-Este edificio. -Dijo, señalando el almacén de ladrillo rojo-. ¿Es éste el que viste?
Erick exhaló profundamente.
-Eso creo. -Respondió con aire vacilante-. Todos se parecen.
-Hay un modo de averiguarlo. -Anunció Christopher, ascendiendo los peldaños con paso decidido.

El resto le siguió, amontonándose unos sobre otros en la apestosa entrada. Una bombilla desnuda colgaba de un cordón sobre sus cabezas, iluminando una enorme puerta revestida de metal y una hilera de timbres de apartamentos en la pared izquierda. Sólo uno tenía un
nombre escrito encima: BANE.
Christopher presionó el timbre. No sucedió nada. Volvió a presionarlo. Estaba a punto de presionarlo por tercera vez cuando Richard le sujetó la muñeca.
-No seas maleducado. -Dijo.
Él le lanzó una mirada iracunda.
-Richard...
La puerta se abrió de golpe.
Un hombre delgado en el umbral les contempló con curiosidad. Christopher fue el primero en recuperarse, ofreciéndole una sonrisa radiante.
-¿Zabdiel? ¿Zabdiel Bane?
-Ése soy yo.
El hombre que bloqueaba la entrada era tan alto y delgado como un raíl, y los cabellos, una corona de espesas púas negras. Erick supuso, por la curva de sus ojos somnolientos y el tono dorado de su piel uniformemente bronceada, que era en parte Latino. Llevaba vaqueros y una camiseta negra cubierta con docenas de hebillas de metal. Sus ojos estaban cubiertos de una capa de purpurina negra, que le daba el aspecto de un mapache, y tenía los labios pintados de
azul oscuro. Pasó una mano cargada de anillos por los erizados cabellos y les contempló pensativo.
-Hijos de los nefilim. -Dijo-. Vaya, vaya. No recuerdo haberos invitado.
Richard sacó la invitación y la agitó como una bandera blanca.
-Tengo una invitación. Éstos -Indicó al resto del grupo con un grandilocuente movimiento de su brazo- Son mis amigos.

Zabdiel le arrancó la invitación de la mano y miró el papel con desagrado.
-Sin duda estaba borracho. -Declaró, y abrió la puerta de par en par-. Entrad. E intentad no asesinar a ninguno de mis invitados.
Joel se metió en el umbral, evaluando a Zabdiel con la mirada.
-¿Incluso si uno de ellos derrama una bebida en mis zapatos nuevos?
-Incluso así.
La mano de Zabdiel salió disparada, tan veloz que resultó apenas una visión
borrosa, y le arrancó la estela de la mano a Joel. Erick ni siquiera había advertido que él la sostuviera- y la alzó. Joel se mostró ligeramente avergonzado.
-Y en cuanto a esto. -Siguió Zabdiel, metiéndola dentro del bolsillo de los vaqueros de Joel. -Mantenlo en tus pantalones, cazador de sombras.
Zabdiel sonrió burlón e inició la ascensión por la escalera, dejando a un Joel de expresión sorprendida sujetando la puerta.
-Vamos. -Dijo éste, haciendo una seña al resto para que entraran-. Antes de que alguien piense que es mi fiesta.

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⏰ Última actualización: Feb 04, 2024 ⏰

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