CAPÍTULO 11

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Joel se inclinó hacia delante y golpeó con la mano la partición que los separaba del conductor del taxi.
-¡Gire a la izquierda! ¡A la izquierda! ¡Dije que tomara por Broadway, tarado imbécil!
El conductor del taxi respondió girando el volante tan violentamente a la izquierda que Erick se vio arrojado contra Joel. Soltó un aullido de enojo.
-¿Por qué tomamos Broadway, de todos modos?
-Me muero de hambre. -Dijo Joel-. Y no hay nada en casa excepto restos de comida china.
Sacó el móvil de su bolsillo y empezó a marcar-. ¡Richard! ¡Despierta!. -Gritó, y Erick oyó claramente un murmullo irritado al otro lado-. Reúnete con nosotros en Taki's. Desayuno. Sí, ya me oíste. Desayuno. ¿Qué? Sólo está a unas pocas manzanas de distancia. Muévete.

Cortó la comunicación y metió el teléfono en uno de sus innumerables bolsillos mientras se detenían junto a un bordillo. Mientras entregaba al conductor un fajo de billetes, Joel empujó con el codo a Erick para que saliera del coche. Cuando aterrizó en la acera junto a él, se desperezó como un gato y extendió los brazos a ambos lados.
-Bienvenido al mejor restaurante de Nueva York.
No parecía gran cosa: un edificio bajo de ladrillo que se combaba en la parte central como un suflé hundido. Un destartalado letrero de neón, que proclamaba el nombre del restaurante, colgaba lateralmente y chisporroteaba. Dos hombres con abrigos largos y sombreros de fieltro echados sobre el rostro estaban repantingados frente a la estrecha entrada. No había ventanas.
-Parece una prisión. -Dijo Erick.
-Pero. -Indicó él, apuntándole con un dedo-, ¿En prisión podrías pedir unos espaguetis fra diavolo que hacen que te quieras chupar los dedos? No lo creo.
-No quiero espaguetis. Quiero saber qué es un Zabdiel Bane.
-No es un qué. Es un quién. -Respondió Joel-. Es un nombre.
-¿Sabes quién es?
-Es un brujo. -Contestó él en su voz más razonable-. Sólo un brujo podría haber colocado un bloqueo en tu mente como ése. O quizá uno de los Hermanos Silenciosos, pero está claro que no fueron ellos.
-¿Es un brujo del que has oído hablar? -Inquirió Erick, que empezaba a cansarse rápidamente de la voz razonable de Joel.
-El nombre sí me suena familiar
-¡Eh!

Era Richard, con aspecto de haber saltado de la cama y haberse colocado los vaqueros sobre el pijama. Los cabellos, sin peinar, le formaban un halo desordenado alrededor de la cabeza.
Corría a pasos largos hacia ellos, con los ojos puestos en Joel, haciendo caso omiso de Erick, como de costumbre.
-Chris viene de camino anunció-. Trae al mundano.
-¿Simon? ¿De dónde ha salido? -Preguntó Joel.
-Se presentó a primera hora de esta mañana. No podía permanecer alejado de Chris, supongo. Patético. -Richard sonó divertido, y Erick deseó darle una patada-. De todos modos, ¿entramos o
qué? Estoy hambriento.
-Yo también repuso Joel-. Realmente podría pedirme unas colas de ratón fritas.
-Unas ¿qué? -Preguntó Erick, seguro de que había oído mal.
Joel le sonrió burlón.
-Tranquilízate. -Dijo-. Es sólo un restaurante barato.

Les detuvo en la puerta de acceso uno de los hombres repantingados. Cuando se irguió, Erick tuvo una fugaz visión de su rostro bajo el sombrero. Tenía la piel de color rojo oscuro, y las manos cuadradas, acabadas en uñas de color azul negro.
Erick sintió que se tensaba, pero Joel
y Richard no parecieron preocupados. Dijeron algo al hombre, que asintió y se hizo a un lado, dejándolos pasar.
-Joel siseó Erick cuando la puerta se cerraba detrás de ellos-, ¿Quién era ése?
-¿Te refieres a Clancy? -Preguntó él, pasando la mirada por el restaurante, brillantemente iluminado.
El interior resultaba agradable, a pesar de la ausencia de ventanas. Acogedores reservados de madera se acurrucaban unos junto a otros, cada uno cubierto con cojines de colores brillantes.
Loza encantadoramente desparejada se alineaba en el mostrador, tras el que
había una joven rubia con un delantal de camarera, rosa y blanco, contando ágilmente el cambio que entregaba a un hombre fornido en una camisa de franela. Vio a Joel, le saludó con la mano e indicó que se sentaran donde quisieran.
-Clancy mantiene fuera a los indeseables. -ndicó Joel, conduciendo a Erick a unos de los reservados.
-Es un demonio. -Murmuró Erick.
Varios clientes volvieron la cabeza para mirarle; un chico con puntiagudas rastas azules estaba sentado junto a una hermosa muchacha india de largos cabellos negros y doradas alas, finas
como gasa, brotándole de la espalda. El muchacho le miró con cara de pocos amigos. Erick se alegró de que el restaurante estuviese casi vacío.
-No, no lo es. -Dijo Joel, deslizándose al interior de un reservado.
Erick fue a sentarse a su lado, pero Richard ya estaba allí, así que se instaló con cuidado en el asiento situado frente a ellos, con el brazo entumecido aún a pesar de los cuidados de Joel. Se sentía hueco por dentro, como si los Hermanos Silenciosos hubieran introducido la mano en su interior y le hubieran extraído las entrañas, dejándola ligera y mareada.
-Es un efrit. -Explicó Joel-. Son brujos sin magia. Medio demonios que no pueden usar hechizos por el motivo que sea.
-Pobre bastardos comentó Richard, tomando su menú.

Shadowhunters [CNCO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora