CAPÍTULO 1

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Jose pov:

Decir que estaba nerviosa era poco. 

Empecé a reprocharme una y otra vez el porqué se me había ocurrido viajar tantos kilómetros y preguntarle a su mamá la nueva dirección suya, cuando no estaba segura de que quisiera verme. Capaz se había olvidado de mí ahora que su vida había cambiado tanto. Ya hacía varios años que no nos veíamos porque habíamos tomado caminos diferentes y así como yo había conocido gente nueva, estaba segura de que él también.

Me bajé del taxi con mi cartera, la bolsa con su regalo y la respiración acelerada. Parada enfrente de su casa, me sentía diminuta pero tampoco me sorprendí mucho: supuse que ahora que ganaba bien, seguro tendría una casa mucho más grande y lujosa que en la que vivía cuando éramos chicos.

Decidí confirmar que estaba en la dirección correcta una última vez y toqué el timbre. Quizás debería haberle avisado que venía…aunque eso hubiese arruinado la sorpresa.

Me acomodé el pelo y respiré profundo para tranquilizarme. Era mi amigo de toda la vida, no debería ser tan difícil saludarlo y hablarle.

—Hola —gritó el chico que abrió la puerta. 

Se notaba que había una fiesta porque la música estaba altísima. Tanto que casi ni lo escuchaba.

—Hola, ¿ésta es la casa de Enzo Fernández, no?

—Sí, ¿quién sos? —preguntó el chico desconocido con una sonrisa.

—¿Le podés decir que vino Jose a visitarlo?

—Enzo, vino una piba —gritó desde la puerta.

—¿Eh? ¡Dejá de joder, boludo y cerrá! —Esa era su voz. Estaba más grave ahora pero seguía reconociéndola sin ningún tipo de problema. Había algo en su tono y en ese leve sonido rasposo, que eran inconfundibles.

—¡Lo digo en serio! ¡Dice que se llama Jose!

—¡Ota, apagá la música! —se lo escuchó gritar y todo y todos se quedaron en silencio.

El chico que me había abierto la puerta y del cual todavía no sabía su nombre, me dejó pasar. Un montón de pares de ojos me miraban con confusión y cuando conecté con los suyos, había sorpresa.

Apoyó la botella de cerveza en una de las sillas vacías y siguió mirándome. Estaba tan nerviosa que ni siquiera me tomé el tiempo de recorrer el lugar con mis ojos porque solo podía verlo a él.

—¿Jose? —preguntó confundido.

—¡Sorpresa! —fue lo único que se me ocurrió decir—. ¡Feliz cumpleaños!

—¿Qué hacés acá?

—Perdón si interrumpí…es que quería caer hoy —empecé a hablar con nerviosismo, intentando justificar mi viaje desde Argentina hasta Inglaterra para verlo después de casi cinco años—. Como es tu cumple, me pareció lindo venir a verte. Digo, ahora que estás en el Chelsea y más asentado. —Jugué con la correa de mi cartera sin saber qué hacer—. Tu mamá me dio tu nueva dirección, no quise molestar.

No supe en qué momento pasó pero sus brazos rodearon mi cintura, alzándome en el aire mientras nos daba vueltas y se reía.

Nadie entendía nada.

—Dios… —Me bajó de sus brazos y me miró durante algunos segundos—. Estás…

—¿Diferente? —pregunté con una sonrisa—. ¿Cambiada?

—Hermosa…te dejaste tus rulos naturales —dijo mostrando su dentadura perfecta—. Se ve que por fin me escuchaste.

Mis mejillas tomaron un color rosáceo y me reí, apretando las manijas de la bolsa que tenía en la mano con mucha fuerza mientras intentaba que no se notara mi vergüenza.

Antes de perder(te) | Enzo FernándezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora