CAPÍTULO 2

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Jose pov:

Enzo me arrastraba emocionado por toda su casa mientras abajo todos seguían celebrando su cumpleaños. Había insistido en mostrarme cada habitación lo antes posible, con la excusa de que me sintiera cómoda para moverme con completa libertad por todo el lugar.

La casa era enorme. Tenía un comedor inmenso dividido en dos, en una parte había una mesa con varias sillas para comer y en la otra, un sillón en L con una televisión, la play y una mesita ratona para apoyar cosas. El espacio en el que la mayoría de los jugadores estaban bailando, solía estar vacío con el propósito de adaptarlo a lo que se necesitara en el momento. La cocina estaba a la derecha del comedor, separada por una pared y daba a un patio no muy grande pero cubierto por pasto y diferentes tipos de plantas en las esquinas.

Un piso más arriba, mi mejor amigo me mostró uno de los baños, su habitación, una habitación de invitados y un cuarto en donde guardaba todas sus camisetas, sus premios y medallas.

—No puedo creer que tu casa sea tan grande —confesé sonriente.

—Sí, que sé yo…la verdad es al pedo. —Me miró, apoyado en el marco de la puerta de su habitación—. Como vivo solo, no uso ni la mitad de las cosas. Al final, entre los entrenamientos, las entrevistas, los viajes y los partidos, ni siquiera pude decorarla como yo quería. Siento que no le puse mi toque.

Recorrí la casa con la mirada una vez más. Gracias a que había una baranda, desde el primer piso se podía ver la planta baja. La mayoría de las paredes estaban pintadas de blanco y descartando adornos bastante genéricos, casi no había fotos familiares, cuadros, recuerdos de vacaciones…podía ser la casa de cualquier persona. Me recordó a las casas recién construidas que estaban en venta y en donde todavía no había vivido nunca nadie. Las únicas dos habitaciones que parecían tener su esencia eran su cuarto y en donde guardaba todos sus logros del fútbol.

‘Triste’ pensé. Cuando éramos chicos, su casa solía estar repleta de fotos suyas con su familia, después de jugar algún partido, conmigo metidos en la pelopincho que armaba su mamá todos los años cuando llegaba el verano. Los muebles del comedor tenían recuerdos de las veces que se iban de vacaciones y traían cosas y un estante inconfundible en donde mostraban la colección de mates del padre. Eso seguía estando pero las fotos habían ido cambiando con el correr de los años y ahora su mamá tenía fotos de él levantando la copa del mundo y jugando para River. Siempre se las mostraba a todos cuando entraban a su casa.

Definitivamente esa casa emanaba la calidez de un hogar. Estaba empezando a darme cuenta de que ésta, era simplemente una casa. Hermosa pero una casa en fin.

—Tenés un montón de tiempo para hacerla tu hogar, Zo —contesté intentando animarlo un poco—. La podes pintar y poner algunas fotos.

Me miró con una sonrisa por el apodo. Solía decirle así todo el tiempo porque sabía que no le gustaba mucho que le dijesen ‘Enzito’ así como yo odiaba que me dijeran mi nombre completo. Era prácticamente la única que lo llamaba así porque todo el resto le decía ‘En’ o  ‘Enzo’.

—¿Cuánto te vas a quedar? 

—Calculo que un par de semanas. Estoy en un hotel cerca de acá.

—Genial porque tengo algunos días libres  y me encantaría que hiciéramos algo juntos —dijo feliz—. Así nos ponemos al día.

—Obvio. —Mis ojos encontraron el piso, queriendo ocultar el rubor de mis mejillas—. Vine para eso…para reencontrarme con vos y disfrutar aunque sea, algunos días juntos antes de tener que volverme a Argentina.

Se sorprendió por segunda vez en la misma noche pero si estaba a punto de hacer algún comentario sobre eso, no pudo porque nos llamaron desde el comedor para que le pudiéramos cantar el feliz cumpleaños y tuvimos que bajar con todo el resto de los chicos otra vez.

Antes de perder(te) | Enzo FernándezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora