CAPÍTULO 9

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Enzo pov:

—Casi tengo que irme —me avisó Nicolás—. Pero antes quiero que hablemos sobre vos.

Julián había tenido que irse hacía un rato al igual que Jose así que, estábamos los dos solos.

Me senté en el sillón, sabiendo que necesitaba hablarlo con él.

—¿Querés saber si realmente, más allá de sus jodas, estoy enamorado de ella? —pregunté y él solo asintió—. Sí, me di cuenta que estoy enamorado de ella y que me duele verla feliz con su novio pero a la vez quiero que sea feliz con su novio porque la amo. —Suspiré frustrado. Se sentía bien decirlo en voz alta—. No sé, ni yo me entiendo. 

—Yo sí te entiendo, tiene sentido —me calmó—. Vos la querés ver feliz porque la amás pero te duele que ella no te vea de la misma manera. —Nos quedamos en silencio durante algunos segundos—. Para mí tenés que decírselo.

—Pero tengo miedo de cagar nuestra amistad —admití.

—No creo que eso pase. —Me miró casi con una sonrisa paterna—. Mirá, no la conozco un montón a Jose pero no parece ser el tipo de persona que va a dejar de hablarte cuando sepa lo que te pasa con ella porque no es nada malo lo que sentís. Al contrario, me parece hermoso. No digo que al principio no sea un poco incómodo pero eventualmente, todo va a estar bien.

—¿Vos decís? —pregunté inseguro.

—Sí, lo tenés que hacer por vos. Además, nadie puede saber si ella va a corresponderte o no.

—Lo dudo.

—A veces uno se sorprende.

El timbre sonó sobresaltándonos a los dos. Estábamos tan concentrados en nuestra conversación y en el silencio que había en la casa, que nos sorprendió.

Abrí la puerta para encontrarme con mi mejor amiga, su cartera colgada de un hombro, su valija al lado suyo y los ojos completamente rojos de tanto llorar. No entendía qué había pasado porque todo estaba bien cuando se había ido de mi casa.

—Jose, ¿qué-

No me dejó terminar la frase, simplemente se colgó de mi cuello y siguió llorando. Acepté su abrazo sin pensarlo mucho y acaricié su espalda intentando que se calmara. Pareció funcionar porque de a poco, sus sollozos empezaron a desaparecer y dejó de temblar en mis brazos.

—¿Todavía sigue en pie la oferta para que duerma en el cuarto de invitados? —preguntó en un susurro sobre mi pecho.

—Obvio, siempre sos bienvenida —le aseguré y me separé un poco de ella. Puse mis manos a cada lado de su cara y limpié las lágrimas que le quedaban en las mejillas—. ¿Querés pasar así hablamos tranquilos?

Asintió y entré su valija esperando que no hubiese pasado nada muy grave porque no sabía cómo iba a hacer para no ponerme mal yo también. Me costaba verla así.

—Perdón, no sabía que todavía estabas acá —se disculpó con Nicolás.

—Eu, ¿qué pasó, Jose? —preguntó preocupado y se acercó a abrazarla.

—Mi novio —la escuché decir.

Tuve que respirar profundo para no hacer ningún comentario que la pusiera peor porque todavía no sabía qué le había pasado específicamente.

—Los dejo solos para que puedan hablar tranquilos entonces —nos avisó y la miró a Jose—. Sé que no nos conocemos tanto pero si necesitás algo, sabé que estoy acá.

—Muchas gracias —dijo con una sonrisa apenas visible—. Cuando esté un poco mejor hablamos.

—Todo va a estar bien. —Ota dejó un beso en su frente y se fue, dejándonos solos.

Antes de perder(te) | Enzo FernándezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora