CAPÍTULO 6

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Jose pov:

Enzo había ganado, lo que significaba que tenía que decirle a Mateo sobre su invitación para que fuéramos a su casa a dormir. Sinceramente, no sabía cómo se lo iba a tomar porque creía que el tema entre él y mi mejor amigo era un poco delicado. En estos días que habíamos estado en Inglaterra, nunca me había dicho nada en contra de Enzo o expresado su disgusto con el jugador pero traerlo a la conversación, parecía cambiar su humor.

Las veces que le había preguntado si le pasaba algo o había algún problema, simplemente me decía que no y me sonreía o me daba un beso corto antes de cambiar de tema.

Entré a la habitación del hotel y me saqué la campera, quedándome con la camiseta de Enzo. No se lo había dicho y no creía que fuese a admitirlo en voz alta adelante suyo en algún momento porque me daba vergüenza pero tenía todas sus camisetas. A medida que él cambiaba de club, yo compraba la remera correspondiente para alentarlo a la distancia y sentirlo igual de cerca que siempre. Me encantaban las camisetas de fútbol y las que tenían su nombre y su número, eran especiales para mí.

—Volviste, ¿cómo estuvo el partido? —Mateo salió del baño con el pelo mojado y supuse que acababa de salir de bañarse.

—Fue muy entretenido la verdad —respondí apoyando las cosas sobre la cama—. Estuvo bastante igualado. ¿Vos? ¿Pudiste arreglar ese quilombo del trabajo?

Mateo había querido acompañarme al estadio pero a último momento le había surgido un inconveniente en su trabajo y tuvo que quedarse para solucionarlo.

—Sisi, todo perfecto. —Me dio un beso y enroscó sus manos alrededor de mi cintura, atrayéndome a su cuerpo—. ¿Querés que pidamos para nos traigan la comida a la habitación así no tenemos que bajar? Pago yo.

Puse mis brazos en cada hombro, entrelazando mis manos atrás de su cuello

—Dale —respondí con una sonrisa—. ¿Estás muy cansado?

—Sí, el tema del trabajo me dejó muerto pero ahora estoy con vos así que, está todo bien. —Volvió a besarme, acariciando mi cintura.

Sus manos estrujaron la camiseta de Enzo con fuerza y empezó a caminar conmigo hasta la cama, acostándose al lado mío.

—Amor, la comida —le recordé—. Es tarde ya.

—Está bien, pidamos la comida. —Dejó un beso en mi mandíbula y se separó un poco de mí.

Se alejó, agarrando el teléfono de la habitación y llamando al interno mientras yo me cambiaba y me ponía el pijama.

Los dos habíamos pedido pasta rellena y nos sentamos a comer en la cama, intentando no ensuciar las sábanas mientras Mateo decidía una película para ver durante la cena.

—Nada de acción —le aclaré señalándolo con el tenedor y mostrándole una sonrisa divertida.

—Entonces nada de amor tampoco —retrucó.

—Bueno —dije desanimada, aunque era justo—. ¿Una de deportes?

Nos decidimos por una película y terminamos de comer cuando ya casi estaba por la mitad.

Puse todos los platos de vuelta en la bandeja, esperando a que vinieran a buscarla.

Mateo me abrazó por atrás, acercándome a él y empezando a besar mi cuello a medida que sus manos subían por mi abdomen.

—¿Vamos a la cama? —Su voz salió amortiguada por estar pegada a mi piel.

—Tienen que venir a buscar las cosas.

Antes de perder(te) | Enzo FernándezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora