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Las cosas habían cambiado tanto desde que la guerra termino, después del sacrificio que Soundwave hizo para proteger Cybertron, que todos los horribles recuerdos solo quedaron guardados en la memoria de aquellos que los habían vivido.
Bumblebee y Windblade no podían olvidarlo, aunque quisieran pues gran parte de sus aventuras juntos transcurrió en la guerra y atesoraban dichos recuerdos, sin embargo, ni ellos mismos sabían que tipo de relación tenían a pesar de todos los comentarios de aquellos que los conocían.
Eran muy buenos amigos, la Seeker estaba segura de eso, pero también sobre los sentimientos que desarrollo a lo largo de dicha amistad, anhelaba estar cerca de Bee, podía pasar ciclos escuchándolo y nunca se aburriría, algunas veces ambos se acurrucarían juntos compartiendo una maravillosa recarga, pero nunca pasaría de ahí.
Bumblebee compartía el sentimiento, le encantaba la risa de Windblade, pero sobre todo le encantaba ser el motivo de esa risa, solía sentir un pizca de celos cuando tenía que cumplir misiones con otros Seeker y no con él, no obstante, cuando regresaba ambos compartían litera, pero el jamás se atrevió a ir más lejos.
La tensión entre ambos se hizo más evidente para sus compañeros, los cuales constantemente aconsejaban que debían formalizar su relación, pero ninguno sabia como dar el primer paso o tenían miedo de la respuesta del otro por lo cual los demás decidieron dejar de intervenir.
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Windblade siempre acompaña a Bumblebee por las tardes ya fuera en su apartamento o dando un paseo por la plaza de Iacon como lo estaban haciendo, la tarde era realmente calorosa así que ambos compraron algo para refrescarse mientras que ella se decidió por una barrita dulce mientras que Bumblebee llevaba un helado de energon.
Los pensamientos de windblade le empezaron a jugar en contra cuando se fijo en la forma en que Bee lamia el helado, su glosa se veía gruesa por lo que se preguntó cómo se sentiría sobre su cuerpo, su procesador se imagino todo un escenario donde Bumblebee usaba su glosa para hacerla enloquecer.
Windblade iba tan perdida en sus pensamientos que no se dio cuenta que la óptica de Bee también se fijo en la forma en que ella saboreaba su golosina, sus perfectos labios se veían exquisitos alrededor de la circunferencia de la barrita, preguntándose como se sentirían esos labios alrededor de su cable.
Ambos se empezaron a sentir más incomodos de lo habitual, cada uno perdido en su propia fantasía, hasta que llegaron a las puertas del apartamento de Windblade y tenían que despedirse a pesar que ninguno de los dos quería.
—Si... ¿si quieres puedes quedarte? Es un poco tarde de todos modos —dijo Windblade con un azul tenue tiñendo sus mejillas.
—Me encantaría —respondió Bumblebee aceptando gustoso la invitación.
