Capítulo 7: El universo de los sabores.

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Si fuéramos a premiar los pequeños placeres de la vida, comer recibiría un nobel por el solo hecho de tener un alto nivel de complejidad e implicación con los demás sentidos.

Según los médicos, la digestión empieza en la boca, pero no todos compartimos esa opinión. De hecho, si sabes disfrutar de la buena comida como todo un gourmet empedernido, coincidirás en que la digestión no empieza en la boca, sino en la nariz.

La realidad es que nuestro sentido del olfato determina en gran parte la peligrosidad, nivel de frescura, que tan delicioso puede ser un alimento, así como otros sabrosos detalles más apegados a gustos personales y todo esto sin necesidad de catar, degustar, probar o simplemente comer.

Es por ello que en la antigüedad si hubiera existido algún veneno con las tres características tan codiciadas como lo son las tres B (es decir un líquido mortal sin color, olor y sabor) emperadores, reyes y dictadores serian auténticos protagonistas de todo tipo de expediciones con tal de obtenerlo.

Requisito indispensable para catadores o probadores en la mesa de cualquier soberano, el tener una alta sensibilidad y agudeza en el olfato y paladar en ese orden respectivamente, para evitar cualquier desafortunado accidente.

De ahí se deriva el sentido de lo que comemos, una de las 4 fuerzas que rigen el universo de los sabores.

Y ahora se preguntarán el porqué de esta charla sin sentido ¿Verdad?, pues verán... desde esta mañana...

— ¡No siento absolutamente nada!

—Es completamente normal, el médico mejor no te lo pudo haber explicado, la gripe puede afectar a pequeña escala los nervios olfativos y las papilas gustativas, dando como resultado tu incapacidad para sentir olores y sabores.

—Si hubieras ido con nosotros en tiempo y forma a vacunarte como toda una ciudadana responsable ahora no estarías padeciendo— comenta papá mientras se incorpora al desayuno y la verdad es que justo eso haría Brenda si estuviera acá, sacarme en cara lo que hice mal a pesar de verme hecha un poema de mocos y estornudos.

— Pero sí me vacuno todos los años ¿Qué sentido tiene hacerlo una y otra vez? — protesto, pero la voz no me ayuda ya que por un pelo no terminó la frase.

—Ese es el sentido— afirma mamá poniendo un tazón de avena enfrente— tan solo mira como estas ahora, y aun así debes ir a trabajar, algo con lo que no estoy de acuerdo.

—Si mamá, yo tampoco, Ali parece un trapo viejo y masticado— suelta Sam entre risitas.

— ¿Me pregunto si debería llamar a tu jefe? — amenaza mi progenitora.

Bueno... debo admitir que desconocía por completo esa faceta de mamá y siendo sincera me da miedo, por lo que una vez concluido el desayuno y bajo la intensa mirada de Sam, que de seguro se quedó en silencio esperando el drama que nunca llegue a montar procedo a retirarme del comedor disimulando el estropeo por no haber dormido bien en toda la noche.

Segura estoy que esta gripe se debe a la llovizna del otro día y es ahora cuando maldigo una y otra vez mi estúpido sentido del deber, ese que me obliga a quedarme hasta tarde así estén cayendo rayos y centellas, con tal de sacar adelante toda la agenda.

Pero bueno teniendo en cuenta esta nueva y fascinante condición, sería toda una experiencia idear y patentar una dieta insípida, de hecho, si nos ponemos a pensar, en realidad comemos porque nos gusta el sabor del alimento, si existiera una forma de solo eliminar los sabores en todo lo que engorda ¿No sería más fácil bajar de peso?

Con el inverosímil pensamiento de la dieta insípida, una carpeta llena de proyectos y una taza de café con leche hago entrada en la editorial, donde apenas llego me tropiezo con uno de los responsables de la gripe que padezco, si tan solo no se hubiera puesto creativo a última hora, estoy segura que no habría hecho falta hacer horas extras.

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⏰ Última actualización: Feb 09 ⏰

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