CAPITULO VIII: SENDA CONFLICTIVA

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El gran reloj de la ciudad, ubicada en uno de los grandes edificios de la ciudad repicaba la media noche, sus campanadas se podían escuchar desde múltiples puntos de la ciudadela. Todas las calles estaban completamente limpias de personas, producto del caos las autoridades terminaron por decretar el toque de queda, por lo tanto, solo aquellos que estén en el exterior son criminales o múltiples sospechosos.

Las cosas en el distrito sur estaban casi iguales, todo continuaba en relativo movimiento, debido a que es la fortaleza de las grandes mafias y sus imperios del crimen, los policías no se atreven a ingresar, de no ser por razones fundadas y grandes, son casi que tierras que no tienen ley y se iluminan por la protección de mafiosos poderosos como D'Arco u demás que están en pugna.

Escondidos entre los callejones de la zona de la Facultad, se encontraba la oficial Campos, escondida con su vehículo personal, completamente a oscuras. Estando en los callejones que apuntan directamente en rango visible a la salida trasera del recinto.

Mientras que en las azoteas estaba observando directamente el caballero de la capa, desde los apartamentos contiguos, desde las sombras recónditas de las alturas, yacía observando directamente todas las entradas. Llevando poco más de una hora replegados en las afueras del lugar, esperando por ese tan aclamado movimiento errático que les dará con el líder.

—¿De verdad crees que aparezca y no haya sido un señuelo? —Pregunta la oficial, mientras se comunica por su radio con el justiciero.

—Confía... —Le responde él, desde el otro lado de la calle en el edificio de enfrente.

A lo que en minutos posteriores dos grandes camionetas negras llegarían a la zona, deteniéndose en frente de la salida trasera, siendo una salida de camiones; Javiera se inclinaría sobre el volante de su vehículo para poder ver con mejor detalle, desde allí, hablaría con su compañero.

—¿Estás viendo esto?... Llegaron.

El justiciero, se las arreglaría para moverse al techo del local sin ser visto, logrando asomarse al lugar donde están aquellos vehículos, desde allí, pasado unos minutos hombres completamente armados saldrían de estas y esperarían afuera.

Por unos minutos, este esperaría en la cima del edificio hasta ver salir al mafioso, este caminaba a paso rápido y desesperado, mucho más rápido de lo que suele caminar, aunque no puede verse por ningún lado a su mano derecha, aunque el más importante ahora es la cabeza.

Tras el estruendo de los chirridos metálicos que provoca el paso del metro que está al lado de la gran calle, los vehículos se ponen en movimiento; por lo tanto, el justiciero y la oficial empiezan a ponerse en circulación; la mujer sigue la caravana desde la lejanía ya paso lento, además de discreto. Mientras que el justiciero se mueve silenciosamente entre las azoteas, sin emprender el vuelo para no arruinar el elemento sorpresa.

El convoy atraviesa sin detenerse las oscuras, derruidas y completamente abandonadas calles de la zona, hasta detenerse en seco en un semáforo rojo en uno de los cuantos cruces, haciendo que sus cazadores se detengan para poder ver cuál será sus próximos movimientos.

Cuando Warrant-Man aterriza sobre una de las azoteas y busca asomarse para poder seguir rastreando el convoy, una enorme y gruesa mano emerge desde el suelo, agarrándole y lanzándolo hacia abajo, derrumbando todo el piso de arriba y generando un gran estruendo, que daría alerta a los mafiosos de que había problemas, por lo que el convoy se saltó el semáforo y aceleró.

Javiera aceleraría yendo detrás de ellos, mientras que el justiciero cubierto de polvo, se recompondría y sería atacado de nueva cuenta por una gran figura, de más de dos metros y medio de alto, completamente acorazado en músculo; le golpearía tan fuerte que lo mandaría a volar al edificio que estaba al otro lado de la calle.

EL CABALLERO CARMESÍ I: CORRUPTA OBSESIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora