Una Mañana Extraña

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Luego de algunas horas de sueño escuché una sirena que me despertó, no entendía qué pasaba, supuse que era la policía o algo así, al abrir los ojos veía una mesa de noche de madera, antigua, con un libro encima. Me di vuelta y había una mesa con ropa encima, un bolso y varios otros libros. Al reconocer que no se trataba de mi habitación me senté velozmente sobre la cama, comencé a mirar a mi alrededor, nada de lo que se hallaba allí era mío. No le encontraba solución a este problema, "Qué extraño!" dije para mis afueras.

Logré ver un calendario que daba de fecha 5 de Noviembre de 1942, normalmente en las películas cuando el protagonista viaja en el tiempo pasa la mitad de la historia buscando el por qué esta allí, el cómo llegó y cómo se va, en mi caso automáticamente me dije: "No pierdas tiempo, intenta saber dónde estás y tal vez halles el por qué estás aquí". Comencé viendo las cosas que tenía, era temprano, las siete y media de la mañana, con lo que tenía tiempo antes de salir a buscar respuestas. 

Me vestí con la ropa que estaba en la mesa, le eché una mirada a los libros en la habitación y al instante noté que eran los que tenía descargados en mi celular, Apocalipsis: La Segunda Guerra Mundial, Mi Lucha de Adolf Hitler, Mr. Mercedes, El Arte de la Guerra, La Niña de los Tres Nombres, y un clásico en mi país, el Martín Fierro, además de, por supuesto, El Diario de Ana Frank. Al leer el título deduje que posiblemente Dios me haya escuchado y haya cumplido mi sueño de rescatar a esa jovencita encantadora. Yo conocía la historia y hasta tenía el libro para consultar. 

Ahora tenía que pensar bien mis acciones pues tal vez no tenga una segunda oportunidad. Según el diario, el 10 de noviembre de 1942, la familia decide acoger a otro individuo, en la historia es Dussel, yo tendría que crear una coartada perfecta, una identidad, y una historia de vida. Luego de pensar durante un rato tuve una idea, pero necesitaba de una identificación falsa, y los mejores en eso eran los clandestinos de la calle. 

Salí de mi habitación que resultó ser un apartamento, bajé hasta la calle y comencé a analizar la situación, a preguntarle a la gente cosas como dónde me hallaba, cuánto costaban las cosas, y entre esas preguntas alguien me dijo: "Muchacho, si quieres comida, consulta en el mercado negro a un par de cuadras, allí hallarás lo que quieras a precios razonables", luego de agradecerle me dirigí a la ubicación. 

En efecto era todo un mercado controlado por los holandeses libres que detestaban a los nazis. Un tiempo después encontré al tipo correcto, un hombre barbudo que en 30 minutos me dio una identificación falsa, Nombre: Marcus Von Kahenek, Edad: 18 años, Nacionalidad: Suizo, Nacimiento: 18 de Octubre de 1924, etc., luego de un sello y un par de firmas era un extranjero oficial, tras pagarle con dinero que hallé en mis pantalones le pregunté si conocía Opekta o al Señor Kugler, el buen hombre me señaló la dirección, las cosas no podían marchar mejor. Eran alrededor de las 9, tenía hambre y no había terminado de inspeccionar mi apartamento, por lo que pensé muy bien lo que iba a hacer, primero buscaría al Señor Kugler o al Señor Kleiman, les pediré que me lleven a un lugar apartado y les hablaré acerca de que necesito un refugio y que quiero vivir con los escondidos atrás, si me preguntan de dónde obtuve esa información, diré que la escuché en el mercado negro, y hasta pondré mi cara de perrito lastimado si hace falta, pero necesito vivir con ellos para salvarlos.

Al llegar, tomé una bocanada de aire, me armé de valor y entré, allí le pregunté a la primera persona que parecía trabajar en el lugar donde estaba Kugler o Kleiman, ella los llamó (supongo que la muchacha debió de ser Miep) y llegó un hombre al que respondía por el nombre de Kugler.

Buenos días Señor, por favor, podríamos ir a un lugar más privado, debo hablar de asuntos importantísimos con usted-le dije frente a todos. Éste contesto de manera afirmativa y nerviosa, como temiendo que yo sea un agente o alguien encubierto. Me dirigió a su oficina subiendo algunas escaleras, al fondo de un pasillo pude divisar el armario que según el diario, era giratorio. Al llegar a su despacho, cerró la puerta, me senté e iniciamos la conversación.

Bueno, de qué desea hablar conmigo-me preguntó.

Señor Kugler, le seré directo y discúlpeme si sueno algo brusco, necesito su ayuda, yo sé que detrás del armario del fondo, hay personas escondidas-al oír esas palabras el hombre se puso pálido-No me gusta que los nazis estén aquí y requiero hospedaje, la cuestión es simple, o deja que me quede o tendré que denunciarlos-acabe mi petición con un tono tan mafioso que ni el mismísimo Capone podría igualar.

¿Co-Cómo sabe usted que hay gente escondida aquí?-me preguntó en un noto nervioso acompañado por una cara de sorpresa. Poco a poco se sonrojaba por un estado de ánimo basado en la inquietud y la incomodidad. Pobre Señor Kugler, yo sabía que era un buen hombre pero debía colocarlo en esa situación por un bien mayor.

La mañana en que los Franks se instalaron en el negocio, yo me hallaba en mi departamento en la vereda del frente, vi que entraron pero jamás salieron, luego ocurrió lo mismo con los Van Pels, yo no soy ni nazi ni judío, de lo contrario ya los habría denunciado, todo iba bien para mí, hasta que me echaron de mi departamento, lo usarían como centro para detectar a la resistencia, al ser el inquilino más reciente fui la víctima, sin un hogar debía recurrir a su ayuda-el hombre cambió su cara de sorpresa a la de empatia-Como sea mi historia es muy loca y necesito respuestas pero también ayuda, usted tiene fama de ser una gran persona, por favor, háblelo con el Señor Frank, se lo suplico-le dije y hasta puse una cara de tristeza con tal de tocar el corazón de ese hombre.

Está bien-me dijo sonriendo-Escúchame, vete de aquí y regresa a las ocho de la noche, yo hablaré con el señor Frank y discutiremos del asunto, luego te diré la respuesta, por las dudas, trae tus pertenencias y por el amor de Dios, ven con sigilo.

En ese momento sonreí y le di las mil gracias, me marché contento al apartamento.

No lo podía creer, estaba a un paso de poder salvar 7 vidas. Eran alrededor de las diez de la mañana, comencé a examinar meticulosamente toda la habitación, metí todo en el bolso. Además encontré mucho dinero en una caja de zapatos, unos 1250 florines, lo que según el libro para este tiempo es bastante. Metí todo lo que había de utilidad a mi bolso, incluyendo la almohada, sé que son escasas en la Casa de Atrás, salí a la calle por algo de comer y esperé todo el día a que fuera la hora pactada, meditaba lo que haría, armé un plan que supuse debía funcionar, me sentía tan brillante.
Cuando se hizo el momento tomé un respiro y me fui al establecimiento. Caminaba por la calle y observaba a la gente, nadie prestaba atención a mi comportamiento, hasta que un hombre de la Gestapo me interrumpió, esa fue la primera vez que tuve miedo.

Buenas Noches muchacho, identificación por favor-y me extendió la mano.

Buenas noches Oficial, ya se la entrego-le contesté tranquilamente, intentaba ocultar mi nerviosismo.

Bien, suizo eh, ¿Qué pasó?, ¿Porqué estás aquí?-me preguntó el desgraciado, en fracción de segundos le contesté.

Sucede que nací en el Norte de Suiza, con tan sólo un par de meses de vida, mis padres viajaron hasta aquí, por lo que soy un 99% holandés-el asentó la cabeza, parecía que mi jugada había resultado.

Vaya, bueno, me parece bien, que tengas una buena noche, Heil Hitler- me saludó el cabo.

Heil Hitler-le contesté y me alejé a paso normal para no levantar sospechas.

Rescatando a Ana FrankDonde viven las historias. Descúbrelo ahora