Capítulo 9

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La noche se me hizo eterna, el dios se quedó sentando en su cama en silencio, mientras que yo luchaba por quitarme de la cabeza la imagen de mi padre moribundo en el agua a mitad de la noche, estoy segura de que si dormí dos horas fue mucho; di un suspiro de alivio cuando alguien se puso de pie ya que estaba amaneciendo ya que según me dijo el dios los ivonk no atacan de día.

Unos minutos más tarde la cocinera nos trajo amablemente una pequeña mesa que apenas cabía entre ambas camas, sirvió el desayuno y nos dejó solos; no tengo idea de si alguien me escucho anoche, lo más seguro es que lo hayan hecho, pero han sido considerados y están fingiendo que no paso nada, algo que agradezco infinitamente.

Con cuidado me siento en la cama y observo el filete que tanto me había gustado ayer, de pronto ya no me parece tan apetecible.

- Come Ania, no has dormido casi en toda la noche y necesitas fuerzas

- Solo no dormí una noche, no ha sido la primera vez – explico mientras tomo un tenedor y con pesadez corto el filete

- Los ivonk además de meterse en tu cabeza también roban tu energía, se que estas cansada, pero debes comer – menciona mientras comienza a probar su plato

- ¿Por qué nadie me dijo que había esas cosas en el mar?

- Se suponía que no deberían haberte atacado, creí que con pedirte que te quedaras fuera de su vista era suficiente, al parecer han notado tu presencia y no les agrado

- Asi que eso es lo que hacen ¿no? Atacar a las personas que se atreven a entrar en el mar

- Si – toma un poco de su agua, o eso intuyo porque no puedo asegurar que lo haga cuando no veo su cara – son almas condenadas a vagar por el mar eternamente, es su castigo

- Entonces ¿sus almas están pagando por algo que han hecho en vida? – ese pensamiento es aterrador, tanto como ellos

- Cuando mueres eres juzgado, las almas van a diferentes lugares dependiendo de lo que tengan que pagar, puede que pasen un tiempo ahí o se queden eternamente

- Pero si fueron malas personas en vida, ¿no es como un premio que sigan haciendo el mal aun muertos? – reflexiono

- Aunque pueda parecer asi, su castigo es el jamas poder descansar, cada que atormentan a alguien les provoca dolor, y no pueden controlarlo

Me quedo en silencio pensando en lo que debe ser que tu alma este destinada a nunca descansar, además de atormentar a la gente sin quererlo y que eso te cause dolor, un destino cruel

- ¿Y... tú los condenaste ahi? – pregunto temerosa

- No, el mar no es territorio mío

- ¿De quién es?

- De un viejo amigo – levanta la cabeza y creo que me mira – el es el único que puede mandar en estas aguas

- Entiendo

Después de unos minutos me permito disfrutar de la comida y aunque sigo cansada de alguna manera estoy menos tensa, sigo pensando en la cosa que me ataco anoche y como es que en el día pude estar viendo el mar por horas sin imaginar lo que me esperaría una vez que el sol se ocultara.

Cuando ambos hemos dejado de comer me quedo mirando al dios sin disimulo, su ropa es oscura pero ya no parece que va a la guerra, es más bien como si solo hubiera elegido un conjunto negro, pero la parte superior tuviera una capucha que le cubre la cara.

- ¿Por qué ocultas tu cara? – pregunto de pronto como si existiera alguna confianza entre los dos

- No lo hago

El dios de la muerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora