44. caperucita

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El celular volvió a sonar sacándola de su concentración en la tele. Observó el nombre del contacto y se apresuró en cambiar el modo del celular para no escucharlo una vez más.

Estaba tan avergonzada. Su mente ahora estaba tan llena de negatividad y de bruma. No sabía como acomodar sus pensamientos, como enfrentarse a algo tan peligroso.
No era una santa. No era inocente. Él lo sabía.
Ella lo sabía.

Pero, ¿cómo?

Mordió su labio y empezó a rascarse con fuerza los brazos, dejando que la ansiedad se apoderara de su cuerpo. Olvidó que era una mujer embarazada y que todo eso que estaba viviendo le afectaría a su bebé tarde o temprano.

La voz de la presentadora llamó su atención, cuando pronunció el apellido del asesino y el escándalo que lo rodeaba ahora.
Sesshomaru estaba más que acabado. La policía había continuado con la investigación que habían archivado hace años. El único tema de conversación que interesaba en japón ahora era sobre él.

Habían partes divididas, como siempre. Pero la mayoría de personas eran capaces de perdonarlo por su larga trayectoria y esa cara perfecta.

Estaban locos todos.

El teléfono de la casa empezó a sonar, por suerte estaba sola en casa. Su hermano estaba en el colegio, el abuelo tenía chequeo de control y su madre trabajaba. Decía por suerte, porque no quería explicarle a nadie lo que estaba pasando. Pero el temor no abandonaba su cuerpo.

Lo dejó sonar, apagó la televisión y subió a su cuarto. En el escritorio descansaba una pila de hojas, impresiones de todo lo que decían sobre él.

Nada de eso era una sorpresa para ella. Recordó el rostro de Kagura cuando intentó convencerla de que era un hombre inestable, un psicópata. Se lo advirtió miles de veces.

Pero ella también..

Aunque ahora que lo pensaba..

No era quizás, explícitamente una psicópata como él. Mató a Kagura como impulso, porque tenía terror de que sus palabras la condenaran a morir bajo las manos de Sesshomaru como se suponía que le había pasado a Rin. Esa mujer estaba dispuesta a dejarla en evidencia frente a él, que había ingresado a su casa, revisado sus cosas...

No supo controlarlo.

Revisó los papeles con paciencia, leyó una y otra vez el mismo enunciado. Memorizó su rostro en el apartado de personas que se buscan.

De repente, escuchó un golpe en la puerta principal. Tragó saliva y sintió un vacío en el estómago. La noche la había alcanzado en lo que se había profundizado en el tema.

—¡Kagome!

La palidez marcó su rostro cuando reconoció su voz. Rápidamente recogió su celular y su billetera, quizás para intentar engañarlo y hacerle creer que no estaba en casa. Dejó los papeles sobre su cama y corrió despavorida a buscar un lugar donde esconderse.

Los golpes fueron mas intensos y duros contra la madera de la puerta.

—¡Abre la maldita puerta, sé que estás adentro!

Entró al cuarto de Sota, de nuevo con la idea de burlar su intelecto y pasar desapercibida. Pensó que no se le ocurriría buscarla allí. Con cuidado pero intentando ser rápida, se metió debajo de la cama. Tenía un vientre ligeramente abultado, temía golpearse.

Se obligó a guardar silencio, estaba aterrada porque sabía que él nunca le perdonaría su intención de abandonarlo. No tenía nada para estar en su contra, siempre fue consciente de todo.

Pero ahora estaba asustada.

No quería perder su vida ya sea por asesinato o por acusaciones que la dejarían de por vida en una cárcel.  No podía. Aún sabiendo que también se había equivocado, no era constante como Sesshomaru. Al menos ella aún tenía pesadillas con el cuerpo sin vida de su ex colega. En cambio él.. después de haber matado a tantas...

Dormía como si nada.

Los golpes continuaron, hasta que finalmente un jadeo se escapó de su boca cuando escuchó la puerta ser abierta a la fuerza. Las lágrimas se asomaron se mordió un dedo tratando de controlarse. Todo estaba en silencio. Apagó su celular. Afinó su oído.

Escuchó los pasos, pesados y rápidos.

—Sé que estás aquí —Repitió—. No dejaré que te vayas. No tienes a dónde ir.

cada puerta fue abierta, realmente se estaba tomando su tiempo de buscarla.

Era demasiado desesperante. Esperaba que su abuelo o hermano llegaran pronto y llamaran a la policía. Pero aún era un poco temprano.

Sus pasos eran lentos ahora, subió las escaleras y desde la cama de Sota pudo ver sus zapatos. Cerró sus ojos con fuerza e hizo otro intento por controlar su respiración.

Hubiera amado tener tiempo para subir al ático o ir al pozo que estaba en el templo y esconderse allí.

—No puedes abandonarme —Él empezó a hablar de nuevo—. Todo lo que hice fue por ti. Te di todo lo que querías. Te acepté en mi bufete. Te acepté en mi vida. Si sales entonces podremos hablar con más claridad y llegar a un acuerdo. Podemos mantener la misma vida hasta ahora o tener una mejor, pero para eso necesito que estés de mi lado.

Pudo seguirlo con el sonido, lo escucho ir a su habitación.

Sus plegarias fueron escuchadas en ese instante. Escuchó a su hermano junto a otras personas. Estaba a un costado de la casa, seguro con sus compañeros.

Sesshomaru chasqueó la lengua y se apresuró en buscar una manera de como salir. Estando su hermano ahí ya no le importaba nada más, el peliblanco obtuvo la manera de salir sin que nadie se enterara.

Era un maldito delincuente.

Apresurada, salió de donde se estaba escondiendo y bajó las escaleras. Allí se encontró a Sota preocupado por la puerta. El llavín estaba roto.

—¿Qué sucedió con la puerta?

—Te lo explicaré luego, cuando llegue mamá. Tus amigos no pueden quedarse aquí ahora, así que pídeles que se vayan —Encendió su celular y fue a hacerle una llamada a Sango, el adolescente obedeció y fue a despedirse de los demás.

Las manos le temblaban y aún sentía un nudo atorado en la garganta. El susto la estaba comiendo desde los pies. Se preguntaba que hubiera pasado si Sota nunca hubiera llegado. Si él la hubiera encontrado.

—¿Kagome? —La escuchó y sus sentidos volvieron.

—Sango, escúchame —Se oía la desesperación en su voz, pero aún así mantuvo su tono bajito para no alarmar a su familiar—. Sesshomaru.. ha venido a mi casa. Ha tirado la puerta y estoy segura.. que quería hacerme daño..

—¿Te fuiste de nuevo?

—Sí.. no puedo tolerarlo. No puedo ver lo que está en el internet.. si sigo con él creerán que soy una culpable. Me enviarán a la cárcel con él.

—No te preocupes, tiene antecedentes de haber manipulado a otras mujeres antes de ti. Con eso puedes defenderte. Por ahora mantén la calma. Sesshomaru tiene una orden de arresto de la que no podrá escapar. Me sorprende que haya salido.

—Está furioso, temo que.. se desquite conmigo..

—No vas a salir de tu casa, por ninguna razón. Le diré a Miroku que si pueden enviar algunas patrullas durante la noche y la mañana. De esa forma no se acercará a tu residencial. Quédate tranquila por ahora, cuando vuelva a Tokio te haré compañía.

La llamada terminó, y de inmediato empezó a llorar desconsoladamente. Había sido una idiota. La más idiota de todas las idiotas.

¿Cómo pudo convencerse a sí misma de que amaba a ese lunático?

No. No lo amaba. Sólo se aprovechó de su falta de autoestima. De su corazón roto.

Porque él lo sabía.

Lo sabía absolutamente TODO.

Taisho | SesshomeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora