En una de las innumerables realidades que pueblan el vasto universo, un ser supremo, conocido como el Dios del Caos y la guerra, contempla con meticulosidad los acontecimientos que se despliegan en el tejido mismo del cosmos.
Desde su trono, una estructura imponente forjada en la esencia misma del caos, observa con ojos que traspasan las dimensiones cómo los otros seres supremos, la mayoría asociados con la paz y el bien, convocan o reencarnan a seres de distintas realidades para asistirles en su cruzada y ejecutar su voluntad, otorgándoles una porción de sus propios poderes.
Este fenómeno, en su aparente simplicidad, desencadena una inquietante dinámica: los seguidores del Dios del Caos, a menudo etiquetados como seres demoníacos por las otras especies inteligentes del cosmos, se ven abrumados por la magnitud de estos seres, considerados héroes por sus respectivas especies.
Cada ser supremo tiene encomendadas responsabilidades específicas que deben cumplir, pero esta súbita alteración en el equilibrio cósmico socava su función y capacidad para guiar a sus seguidores hacia el mundo que tanto anhelan.
Ante tal desafío, el Dios del Caos decide recurrir al mismo método empleado por sus contrapartes. Sin embargo, el proceso de reencarnación y fortalecimiento requiere tiempo, una moneda de valor incalculable en un contexto de urgencia y desesperación.
Es aquí donde yace su ingeniosa solución: una reencarnación acelerada, combinada con un crecimiento de poder vertiginoso.
Con la determinación de un titán en la oscuridad, el Dios del Caos se embarca en la búsqueda del individuo adecuado entre los torbellinos de posibilidades que el multiverso ofrece.
Entre incontables destinos y existencias, identifica a un ser marginado y desafortunado, cuya presencia languidece en los márgenes más sombríos de la sociedad cósmica.
Lo contempla con un dejo de melancolía, una emoción extraña y casi olvidada, mientras prepara meticulosamente el terreno para su reencarnación, conmovido por la angustia que lo consume y que se refleja en cada sombra de su ser.
Una vez que los preparativos están completos y los augurios son favorables, emerge un pequeño pero crucial inconveniente que amenaza con desviar el curso de su meticuloso plan: el individuo seleccionado debe perecer para que su transformación se consume.
La muerte, para el Dios del Caos, no es más que un trámite, un paso necesario en su implacable designio, pero también un recordatorio sombrío de la fragilidad y la transitoriedad de la existencia en el vasto universo que domina.
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Sacerdotisa de la Oscuridad
ActionEn un día marcado por la rutina y el sufrimiento, un joven enfrenta el tormento de la violencia y el desprecio en su entorno escolar. Sin embargo, un giro inesperado llega cuando recibe una carta de amor de la presidenta del consejo estudiantil, des...