Capitulo 20: Terribilis

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De pronto, un rugido atronador se escuchó en el aire, resonando como un ominoso presagio. Aunque no estaba a la vista, era claramente un dragón, y todos sabían que solo era cuestión de segundos para que llegara.

-¡Mierda, ya nos escuchó el dragón! -gritó con desesperación una de aquellas personas ajenas al ejército, sus ojos abiertos de par en par por el pánico.

-¡Rápido, escóndanse! -ordenó otro con urgencia, la voz quebrada por el miedo.

Luxuria, con una calma forzada, dio la misma orden. Los soldados, entrenados para responder sin vacilar, se pegaron lo más que pudieron a las rocas del terreno irregular, cubriéndose con mantas de un color terroso similar al entorno. Las sacerdotisas, situadas en un círculo apretado, comenzaron a recitar plegarias. Sus voces se entrelazaban en un cántico melodioso y potente, preparando la magia que camuflaría a los soldados que estuvieran dentro del alcance de su hechizo.

-¡Dios! No hay un buen lugar para esconderse -gritó otra persona, su voz cargada de desesperación-. Y la Sacerdotisa decidió no venir justo este día.

-Te dije que debíamos incluir a la maga, también sabe magia de este tipo -replicó alguien más, su voz impregnada de recriminación y miedo.

Mientras seguían discutiendo, el aire se llenó con el sonido de aleteos gigantes. Al alzar la vista, todos pudieron ver la majestuosa y aterradora silueta del dragón recortándose contra el cielo. Sus escamas brillaban a la luz del sol, y cada batir de sus alas deformaba las nubes.

Las sacerdotisas, sudando por el esfuerzo, confirmaron que la magia de camuflaje estaba activa, pero eran conscientes de que no duraría mucho. Los nervios de los soldados estaban al límite, y el terror era palpable en el aire.

Luxuria, entendiendo la gravedad de la situación, sabía que la protección mágica era temporal y frágil. Miró alrededor, evaluando rápidamente el terreno y los recursos disponibles. La mente de Luxuria trabajaba frenéticamente, buscando estrategias para defenderse del dragón. Consideró las posibilidades: atacar con arcos y flechas, usar las lanzas en una emboscada o quizás intentar una distracción para darles tiempo de escapar.

-Escuchen todos -dijo Luxuria con voz firme, tratando de mantener la calma en los soldados-. Necesitamos un plan. Arqueros, prepárense para disparar a mis órdenes. Los demás, manténganse ocultos y esperen mi señal. No podemos permitir que nos descubra.

El dragón, ahora claramente visible y cada vez más cercano, soltó otro rugido ensordecedor. Sus ojos, como brasas ardientes, buscaban cualquier señal de vida. La batalla estaba a punto de comenzar, y el grupo sabía que su supervivencia dependía de su capacidad para mantener la calma y ejecutar el plan de Luxuria a la perfección.

Cada segundo se alargaba en una eternidad mientras esperaban, los músculos tensos y el corazón latiendo con fuerza, preparándose para enfrentarse a la criatura que dominaba los cielos.

-Humanos... -se escuchó, llenando los corazones de todos con un profundo terror.

Solo un tipo de dragón era tan inteligente como para poder hablar: un dragón anciano, y casualmente estaba aleteando sobre sus cabezas. Su enorme cuerpo proyectaba una sombra vasta y ominosa sobre el grupo, y sus ojos centelleaban con un brillo que denotaba tanto inteligencia como desdén.

-Humanos... -volvió a decir, su voz resonando como un trueno lejano mientras descendía, levantando una nube de polvo y tierra-. Mi casa... Váyanse...

El dragón, con escamas tan gruesas como el acero y alas que eclipsaban el sol, bajó lentamente hasta casi tocar el suelo. Su presencia era imponente, cada aleteo resonando como el golpe de un tambor de guerra. Luxuria, observando desde la distancia, notó que el dragón se dirigía a las personas ajenas al ejército, y supuso que su unidad aún no había sido descubierta.

Sacerdotisa de la Oscuridad Donde viven las historias. Descúbrelo ahora