Capitulo 13: Postbatalla

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El humo yace denso sobre el campo de batalla, mezclado con el olor acre de la muerte. Los cuerpos de los caídos yacen dispersos, algunos en posiciones retorcidas que reflejan su último suspiro de vida.

Gemidos de dolor se entremezclan con clamores por piedad, formando una sinfonía macabra que resuena entre los escombros. El chirriar del metal de las armaduras, desgastado por el combate, añade una nota discordante a la escena, mientras los cascos de los caballos arrastran pesadas carretas llenas de cadáveres, dejando un rastro de sangre a su paso.

En medio de este paisaje desolador, Luxuria camina con paso firme entre los caídos y los heridos, sosteniendo su collar con devoción, como si fuera un amuleto de protección en aquel campo de muerte. Después de la batalla, necesitaba creer en algo, y qué mejor que aferrarse a la figura de Chaos, quien le concedió esa segunda oportunidad de vida, aunque no de la manera que hubiera deseado.

De repente, un grito desesperado irrumpe desde el campamento, cortando el pesado silencio que la rodeaba en aquella escena de devastación.

-¡Luxuria! -clama la voz, llena de urgencia y necesidad-. ¡Necesito a Luxuria!

Luxuria detiene su caminar y dirige su mirada hacia el campamento, donde Porcum se agita en busca de su atención, sus gritos resonando en el aire cargado de tensión y muerte.

-¿Qué querrá ese cerdo? -masculla Luxuria entre dientes, su rostro deformado por una mueca de desagrado mientras se prepara para enfrentar lo que fuera que que pudiera Porcum.

Decidió hacer caso omiso y prosiguió con paso decidido hacia la fortaleza, donde un grupo de Caballeros la aguardaba tras haberla convocado.

-Ese cerdo es una molestia -susurró para sí misma mientras esquivaba con destreza los cuerpos caídos.

De repente, el suelo traicionero le jugó una mala pasada, y Luxuria se encontró resbalando y cayendo hacia atrás, embarrando su hábito con el fétido lodo formado por la sangre y la mierda de los caídos. El asco y el dolor se entrelazaron en su mente mientras se encontraba tendida en el suelo.

Apoyándose en un brazo, se topó con la mirada perdida de un soldado caído del ejército de Huldrön. La sorpresa y el dolor se reflejaban en su rostro, con un ojo aún abierto y el otro atravesado por una flecha. La visión provocó un estremecimiento en Luxuria, quien se incorporó rápidamente para apartar esa imagen de su mente.

Al llegar al lugar de reunión, se encontró con una escena aún más grotesca y perturbadora. Un individuo estaba disfrutando de una cerveza, la cual bebía directamente de la cabeza hueca de uno de los numerosos soldados del Reino Unido caídos en la batalla, en un acto de desprecio que helaba la sangre de cualquier espectador.

-¡Ja! -exclamó aquel individuo con una mueca de satisfacción al ver llegar a Luxuria, su voz resonando con un tono de burla al verla sucia y maloliente.

Luxuria se encontraba frente a Huldrön, intentando desviar su mirada de la cabeza que sostenía en su mano, un macabro trofeo de guerra.

-Huldrön... ¿Qué deseas de mí? -inquirió Luxuria, con un deje de desconfianza en su voz, mientras luchaba por mantener la compostura frente a la escena grotesca ante ella.

-Estábamos discutiendo qué hacer con las sacerdotisas del Reino Hundido que encontramos en la fortaleza -explicó Huldrön, antes de dar un largo trago de cerveza directamente de la cabeza-. He decidido que sería prudente dejarlas bajo la custodia de las Sacerdotisas de Chaos. Y dado que eres la de mayor rango en nuestro ejército, te corresponderá velar por su cuidado.

La noticia tomó por sorpresa a Luxuria, quien no pudo evitar esbozar una sonrisa maliciosa ante las posibilidades que se abrían frente a ella con aquel nuevo cargo.

Sacerdotisa de la Oscuridad Donde viven las historias. Descúbrelo ahora