Capitulo 6: Furia en el Amanecer

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El alba se deslizaba suavemente sobre el horizonte, tejiendo un manto de luz sobre el campamento del ejército de Huldrön. Las sombras de la noche retrocedían lentamente mientras los primeros destellos del sol pintaban el cielo con tonos frios y promesas de un nuevo día. El aire estaba impregnado con la frescura matutina, y el sonido distante de una trompeta resonó en el aire tranquilo, anunciando el inicio de las actividades diarias para los soldados.

Desde las tiendas dispersas del campamento, los soldados emergían uno a uno, despertados por el llamado de la trompeta. Con pasos apresurados, salían de sus refugios de lona, ansiosos por comenzar las tareas que el día les deparaba. El murmullo de voces y el tintinear de las armaduras llenaban el aire mientras se dirigían hacia los puntos de encuentro designados.

Sin embargo, en una de las tiendas, la escena era distinta. Luxuria, abrumada por el llamado del deber, se aferraba tenazmente a los últimos vestigios de sueño. Envuelta en su sábana de piel, se resistía a la insistente llamada del nuevo día, buscando refugio en los brazos de la somnolencia.

—Mmmg... —Luxuria no quería despertarse, sus párpados pesaban como losas al intentar abrirse ante la insistente luz del amanecer. Luego murmuró entre dientes, buscando aferrarse unos minutos más a los reconfortantes brazos del sueño —Maldición... Dejen dormir...

En su semiinconsciencia, Luxuria percibió un suave bulto a su lado y, sin pensar, lo abrazó en busca de calor. Sin embargo, la tranquilidad se vio abruptamente interrumpida cuando algo se poso sobre su cadera y presionó suavemente sus nalgas.

Con un sobresalto repentino, abrió los ojos y se encontró con el rostro inquietante de Porcum, cuyas características exhibía: grandes orificios nasales que dominaban su rostro. Algunas arrugas se dibujaban en su cara algo regordeta, mientras que sus ojos, de un azul penetrante y deslumbrante, destacaban por su tamaño considerable. Sus cejas, densas y pobladas, enmarcaban la intensidad de su mirada, y sus orejas, anchas y abultadas, complementaban la peculiaridad de su fisonomía con su tamaño notable y su forma regordeta, que observaban furtivamente.

—!Haaa! —Un grito de sorpresa y disgusto escapó de los labios de Luxuria mientras se apartaba de la presencia no deseada en su lecho.

Cubierto por la sábana yacía Porcum, con una sonrisa pícara en su rostro. —Buenos días... —murmuró, apoyándose sobre un codo, mientras la luz se filtraba en la carpa con su fulgor matutino.

Se recompuso lentamente, mientras los recuerdos del inapropiado apretón de nalgas se agolpaban en su mente. Luxuria observó a Porcum con ojos fulminantes, su expresión cargada de indignación y furia contenida. Porcum, consciente del peso de su transgresión, comenzó a levantarse de la cama con cierto temor palpable en su mirada.

—¿Me tocaste, verdad? —inquirió Luxuria, su voz resonando con una intensidad fulminante.

Porcum, ya erguido sobre sus pies, sintió cómo el frío de la habitación se intensificaba, acompañado de la gélida atmósfera que emanaba de Luxuria. —¿Tenía que aprovechar, no? —respondió con un tono mezcla de justificación y nerviosismo, poniendo apresuradamente los zapatos. —Te veías tan linda durmiendo... Que no pude resistir.

El silencio se hizo más denso, roto solo por la tensión que se palpaba en el aire. Luxuria, con su semblante enrojecido por la ira contenida, apenas pronunció una palabra, y Porcum se desplomó al suelo, retorciéndose en agonía. Ella se acercó con determinación, cada paso resonando en la habitación, y con la frialdad de un juicio final, le propinó varios pisotones en el rostro, utilizando toda su fuerza hasta dejarlo inconsciente.

—¡Maldito pervertido! —exclamó, el eco de su voz llenando la habitación con un tono de repudio visceral. Luego, su mirada se posó en un cuchillo que reposaba sobre una silla, y lo tomó con determinación, sus ojos brillando con una mezcla de furia y resolución.

Sacerdotisa de la Oscuridad Donde viven las historias. Descúbrelo ahora