|Capítulo IV|

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Hacía tres semanas exactamente que Harry no había dormido y se mantenía despierto gracias a una poción que descubrió un día husmeando por la biblioteca. Sin ella Harry no habría aguantado tanto tiempo sin pegar un ojo.

Harry se encontraba con Draco en un pasillo desierto caminando, estaban en receso luego de su clase de pociones. Harry llevaba a la bebé en brazos mientras Draco llevaba el bolso de la niña colgado en su hombro. Mientras caminaban iban discutiendo el tema del nombre de la masita. Porque no habían logrado encontrar el nombre perfecto para ella.

De pronto Harry comenzó a sentirse mareado y sentía como sus fuerzas abandonaban a su cuerpo.

-Por eso te sigo Harry debem- Harry cortó a Draco -Dra-draco- susurró sin fuerzas el azabache -Sos-sostén a la bebé... por favor- Draco vio a Harry muy pálido y de inmediato agarró a la niña con un solo brazo. La bebé no quería irse de los brazos de Harry por lo que miró con confusión y un puchero a los dos hombres.

En el momento en que Draco tomó a la niña, Harry se desplomó pero antes de que cayera el rubio lo tomó con el brazo que le quedaba libre.

-¡Harry!- Draco lo miró con preocupación al ver que el azabache no respondía. Potter se había desmayado.

Draco conjuró un hechizo para que el cuerpo de Harry levitara ya que tenía a la niña en brazos y le iba a ser imposible cargar a los dos, al menos no son que corriera el riesgo de que alguno se le cayese.

Corrió a la enfermería y Madam Pomfrey los atendió.

-Señor Malfoy ¿Qué sucedió?- preguntó preocupada la señora

-N-no lo sé, sólo, estábamos en el pasillo y Harry se desplomó- intento conservar la calma pero estaba muy nervioso por lo que ocurría con el de ojos esmeralda. Le había agarrado un cariño inmenso este último tiempo. No sabía que sería de él si a Harry le pasará algo. Igual que con su masita. Ese par eran el tesoro de Draco, y estaba dispuesto a defenderlos con su vida si era necesario.
No soportaría despertar una mañana y no reunirse con ese par y desayunar juntos, ellos hacían sus desayunos únicos. Harry "hablando" con la bebé y ella respondiendole. O cuando Harry peleaba con él porque consentía mucho a la masita o viceversa. Las dulces sonrisas que el azabache le dedicaba a él y a su masita. O cuando soltaba una risa tímida cuando le hacía cumplidos y el azabache no sabía cómo corresponderlos; sus mejillas sonrojadas; sus ceños fruncidos cada vez que terminaba empapado por bañar a la bebé. Sus pucheritos cuando algo no le salía o cuando hacía ojitos para que Draco aceptara lo que le proponía.

Sin duda no podría vivir sin ese par. No ahora. No mañana. Nunca. Se había metido hasta el fondo, había hecho un salto de fe hacia un vacío. Había arriesgado su corazón por ese par y no se arrepentía de nada.

-Bien señor Malfoy necesito que me espere afuera, por favor- avisó la enfermera.

Malfoy entendió que era necesario y salió de allí con la bebé en brazos, quien estiraba sus bracitos hacia Harry y ya comenzaba a llorar.

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Cerca de dos horas después Madam Pomfrey hizo pasar a un rubio nervioso con una niña llorando.

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