Sinopsis

4K 297 39
                                    

Se puede tener un concepto de la tristeza, del desquebramiento mental de una persona y cómo su alma se corrompe en todos los pedazos posibles mientras no queda más que una cáscara vacía que transmite emociones aprendidas pero sin sentirlas realmente, una tenue luz de lo que puede significar estar vivo sin sentir realmente que lo estás, un despertar profundo de la soledad, vacío y desconsolación de un ser humano al que no le quedan más que pedazos rotos sueltos por el suelo que nadie alcanza a ver ni es capaz de percibir, pasos sin huellas, respiración sin pulmones, latido sin corazón, eso describía sin lugar a dudas a Harry Potter.

Un niño que vivió, un niño que sobrevivió para sucumbir en un espeso mar de desolación, añoranza, soledad y un sinsentido que lo ahogaba y torturaba su existir, no había salvación para un alma tan rota como la suya, para un alma a la que se le fue permitida el sabor de la felicidad para luego quitársela de las manos sin aviso alguno, sin permitirle disfrutar y no existe nada más destructivo que el sabor leve y tenue de una cucharada frágil de felicidad, hacer que aquella pobre alma anhele y consuele su palpitar nervioso en aquel sabor para luego destrozarlo todo, para luego arrebatarlo como un huracán en tinieblas y quitarle la posibilidad de repetir aquel gusto.

Luego de la muerte de Sirius, luego de la pérdida masiva de lo que el corazón desangrado de Harry probó, no hubo un momento ni un segundo en el que pudo volver a ser él mismo.

Harry recordaba con lujos y detalles aquel momento en el que vio a los ojos la única persona por la que había encontrado luz, esperanza y ensueño mientras la vida se le era arrebatada y desde entonces, su mente y su alma misma comenzó a pudrirse sin que nadie fuese consciente de ello, mientras todos creían que el alma noble de aquel pequeño salvador era indestructible, sólo una persona fue capaz de reconocer cómo se desquebrajaba y dejaba simplemente un fantasma de lo que fue, una única persona que notó desde la lejanía el padecimiento notorio pero no ayudó, no se presentó, simplemente presenció y aguardó el momento justo para tomar esa pobre alma y amoldarla a su enferma mente, moldear, poseer y cambiar esa luz que existía en él y transformarla en oscuridad misma porque sabía en su trastornada mentalidad que Harry era un arma letal, era un pecado, la muerte misma en vida propia pero estaba incontrolada, indomable, desamparada y desorientada hasta que aquel rubio y ese platinado de su mirada, dirigió la desolación de ese niño para convertirlo en un hombre, el verdadero hombre que resucitó para convertirse en el anticristo.

Un Dios que emanaba pureza, un Dios que guía y acompaña, que rige y enseña, al lado de su precioso ángel caído que no abandonaba ni dejaba, esa es la historia que los envolvía, dos almas impuras y cómo una creía ser Dios y reclamaba dentro de aquellos ojos verdes, a su precioso Satanás que había perdido el camino y que sus pasos se habían desorientado pues nada ansiaba más el alma pura, justa y firme de aquel rubio que recuperar lo que el viento y agua habían apagado en el fuego del infierno que ocultaba su querubín, su hermoso amuleto, su exquisito muñeco, su perfecto y escondido ángel de la muerte.

Del infierno a la tierraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora