XII

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O sea que, entre una cosa y otra, no ha sido el mejor cumpleaños de Ron, ¿verdad? -dijo Fred.

Era de noche. La enfermería se hallaba en silencio, habían corrido las cortinas de las ventanas y encendido las lámparas. La cama de Ron era la única ocupada. Harry, Hermione y Ginny, sentados alrededor de él, habían pasado todo el día tras la puerta de doble hoja intentando asomarse al interior cada vez que alguien entraba o salía. La señora Pomfrey no les permitió entrar hasta las ocho en punto. Fred y George habían llegado a las ocho y diez.

-No era así como imaginábamos darle nuestro obsequio -dijo George con gesto compungido. Dejó un gran paquete envuelto para regalo en la mesilla de noche de su hermano y se sentó al lado de Ginny.

-Sí, él debía estar consciente -añadió Fred.

-Fuimos a Hogsmeade y lo esperábamos para darle la sorpresa... -continuó George.

-¿Estaban en Hogsmeade? -preguntó Ginny.

-Nos planteábamos comprar Zonko -explicó Fred-. Queríamos convertirla en nuestra sucursal en Hogsmeade, pero ¿de qué nos serviría si ya no los dejan salir los fines de semana para adquirir nuestros productos? En fin, ahora eso no importa.

Acercó una silla a la de Harry y contempló el pálido rostro de Ron.

-¿Cómo pasó exactamente, Harry?

Éste volvió a relatar lo que ya había contado un montón de veces a Dumbledore, la profesora McGonagall, la señora Pomfrey, Hermione, Ginny e incluso Draco.

-... y entonces le metí el bezoar por el gaznate y él empezó a respirar un poco mejor. Slughorn fue a pedir ayuda y acudieron la profesora McGonagall y la señora Pomfrey, que lo subieron aquí. Dicen que se pondrá bien. La enfermera cree que tendrá que quedarse en la enfermería una semana, tomando esencia de ruda...

-Vaya suerte que se te ocurriera lo del bezoar -comentó George.

-La suerte fue que hubiera uno en la habitación -puntualizó Harry. Se le helaba la sangre cada vez que pensaba en lo que habría sucedido si no hubiera dado con aquella piedra, todavía peor con sus pensamientos que habían rodado en su mente y lo que Ron había soltado por medio de los efectos de la amortentia.

Harry todavía lo tenía presente, todavía latían las palabras espesas sobre su pecho y aunque aún sentía un lejano sentimiento de amistad todavía por sus viejos amigos, Harry había empezado a alejarse completamente.

Hermione emitió un sollozo casi inaudible. Llevaba todo el día más callada de lo habitual. Al llegar se había abalanzado sobre Harry, pálida como la cera, para preguntarle qué había ocurrido, pero después apenas había participado en la interminable discusión entre Harry y Ginny acerca de cómo habían envenenado a Ron. Se limitó a quedarse de pie junto a ellos en el pasillo, con las mandíbulas apretadas y cara de susto, hasta que por fin les permitieron entrar a verlo.

-¿Lo saben ya papá y mamá? -le preguntó Fred a Ginny.

-Sí, ya lo han visto. Llegaron hace una hora. Ahora están en el despacho de Dumbledore, pero no tardarán en volver...

Los pensamientos y engranajes mentales de Harry se pusieron en marcha sin sentirse del todo cómodo con aquella verdad, ¿Por qué ahora sí venían a ver a Ron y no la vez pasada cuando parecían completamente ajenos a la situación de su hijo?

Se quedaron en silencio y observaron a Ron, que decía algo en sueños.

-Entonces, ¿el veneno estaba en la bebida? -preguntó Fred con voz queda.

-Sí -contestó Harry, que no dejaba de pensarlo y se alegró de esa oportunidad para hablar del asunto otra vez-. Slughorn nos lo sirvió...

-¿Pudo ponerle algo en la copa a Ron sin que tú lo vieras?

Del infierno a la tierraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora