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Las voces que resonaron en su mente se convirtieron en culpables de interrumpir su sueño, incitándolo a abandonar la incómoda superficie que nada tenía en común con las acogedoras ramas del nido donde había elegido dormir.

Desconcertado, Enzel escudriñó su entorno en busca del origen de esas entonaciones, descubriendo que estaba acomodado en una carreta, plácidamente ubicada en medio de un sendero que se adentraba en el bosque. A su lado, se revelaba un precipicio engalanado con diversas tonalidades de verde.

-¿Qué?...¿Dónde estoy? -se preguntó, desorientado por ese escenario inesperado que lo recibió tras despertar.

Volvió la vista hacia el origen de las voces, percatándose de la presencia de cuatro siluetas que laboraban en la tarea de remover los vestigios de un deslizamiento de rocas.

Lo extraordinario de la situación radicaba en la manera en que tres de esas personas llevaban a cabo la labor. Una de ellas manejaba con destreza un hacha de acero de doble filo, mientras que las otras dos eran capaces de elevar las rocas mediante unos báculos de aspecto peculiar.

Aquello atrajo la atención del joven, quien decidió reposar en silencio y contemplar cómo se desarrollaba la circunstancia frente a sus ojos. Su interés se centraba especialmente en esos curiosos bastones, que parecían ser portadores de un poder sobrenatural.

-"Es curioso. No logro detectar ninguna energía familiar en ellos, pero sí parecen albergar reservas de otra energía distinta" -pensó, dubitativo ante esa fuerza que, aunque invisible, era totalmente perceptible para él.

Enzel siguió observando el constante esfuerzo del trío, hasta que notó la mirada de la cuarta figura: un hombre de tercera edad, que lo contemplaba con calma, dándose cuenta de que había recuperado el conocimiento.

Por un instante fugaz, el silencio se adueñó de ambos, hasta que el anciano decidió iniciar la inminente conversación, intrigado por descubrir algo sobre ese joven que acababa de despertar ante sus ojos.

-Veo que finalmente has despertado, joven -declaró el viejo con amabilidad, sacando luego una cantimplora de agua para el muchacho de cabellos oscuros- Toma un poco para que te sientas mejor.

-Gracias -respondió el chico brevemente, apreciando el gesto y bebiendo con la esperanza de aliviar la creciente sed que afligía sus labios resecos.

-¿Cómo te sientes? ¿Estás bien? -inquirió el hombre, mostrando interés en conocer su estado mientras no podía evitar notar lo peculiar de su apariencia.

-Descuide, señor; me encuentro bien -contestó él, tras disfrutar el fresco y sin sabor líquido que recorrió su garganta, devolviendo el recipiente-. Le agradezco su preocupación.

-Soy yo quien debería agradecerte- entonó el viejo, rechazando la gratitud del menor- No todos los guerreros logran derrotar en solitario a un dragón. Pero tú lo hiciste y solucionaste un gran problema para los mercaderes de la zona.

-¿Eh? Bueno, solo lo dejé fuera de combate -expresó el azabache, recordando la pasada pelea contra la feroz serpiente carmesí, sin saber cómo sentirse al respecto- Desconozco quién lo haya matado, si es como usted dice.

-Pero la señorita Frieren mencionó que te encontró en el lugar donde hallaron muerta a esa enorme bestia -detalló el anciano para que el joven lo supiera, observándolo descender de la carreta y poner pie en tierra firme.

-¿Señorita Frieren? -preguntó él con curiosidad al escuchar ese nombre por primera vez.

-Sí, ella misma en persona, la legendaria maga que se unió al grupo del héroe Himmel en su travesía para derrotar al Rey Demonio -habló el hombre con una alegría evidente, dejando perplejo a su acompañante.

"𝐕𝐈𝐄𝐍𝐓𝐎 𝐃𝐈𝐕𝐈𝐍𝐎" ;; Sōsō no FrierenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora