Prologo: Inicia la función

137 6 0
                                    


Año 1980 octavo día del cuarto mes, en medio de la calle polvorienta muchos niños se reunieron a jugar con una pelota hecha se harapos y rellenada de zapatillas, mientras el sol los bañó, sudan, corren, ríen y se divierten, pero un niño está en el portón de una destartalada casa viendo de lejos todo el juego.

Cabello rizado azabache, piel cobriza, ojos tristes y grandes, nariz respingada, de contextura delgada en extremo comparada a otros de su edad, viste una camiseta media deshilachada, una pantaloneta remendada y unas zapatillas agujereadas que al mayor esfuerzo revientan.

Ve aquellos niños de su edad, disfrutar, ser libres, estar sonriente mientras se aflige de calor en la madera carcomida de su casa, quiere jugar pero no tiene los zapatos para hacerlo, la última vez sus dedos quedaron ensangrentados incluso una uña se le salió, los demás niños se alejan de él, en la escuela no posee amigos, su aspecto desalineado, su uniforme ajustado de años anteriores y su jean viejo descolorido por el sol le da un aspecto entristecido.

Se sienta al frente, anota todo con aquel pequeño lápiz del porte de un pulgar, atiende cada palabra de los profesores y cuando alguien no entiende les explica aunque muchos le rechazan por notar su aspecto. No toma un lunch tan bien puesto como otros niños, lleva una manzana y en una botella de plástico un poco de jugo de tomate de árbol que le prepara su madre, pasa su recreo en un asiento solo releyendo las clases, tratando de repasar aquello que le cuesta y haciendo sus deberes.

Al salir de la escuela camina cerca de una hora para volver a su hogar, su madre trabaja como empleada doméstica y su padre es un constructor aunque su verdadero oficio parece ser la bebida, sus zapatitos le aprietan cada día mas y les betuna conforme se van pelando aunque ya no hay mucho que hacer brillar, siempre que llega a casa nadie le recibe a más de una vecina que tiene las llaves de su casa y le brinda un plato de comida, arroz con queso, alverja y unos remiendos de carne, jugo de naranjilla y un caldo de legumbres, casi todos los días come igual, pues esa comida deja preparada su madre para él y la vecina se la calienta con gusto, es una mujer mayor solitaria que vive de su jubilación y un alquiler.

El padre llega en la noche, unos días hecho trapo apestando a caña, otros oliendo a perfume de mujer y en los peores llega con coraje porque no le quieren pagar completo por trabajar ebrio, provocar problemas y demorar la obra, aquellos días son los peores, no habla ni emite ruido alguno pues el zumbido de los mosquitos pone histérico a su padre que no hace más que repartir violencia sea a su mujer a su hijo o a los pocos vasos y plastos que existen en la casa.

Pasan los años, su madre consigue un mejor trabajo con una buena familia, está por terminar su colegio y su padre se ha marchado de casa exclamando que no puede vivir en un lugar donde no valoran su sacrificio. Aquel quien era el niño ya ha crecido, tiene buena estatura y sus rasgos son finos, su aspecto ya no es tan lúgubre gracias a mejores ropas que le compra su madre y le ha comenzado a gustar una vecinita que va al mismo colegio que él, ha comenzado a ganar su propio dinero haciendo deberes y dar clases a sus compañeros, la chica ha comenzado a pedirle ayuda y ni corto ni perezoso le ha dado apoyo, varias clases pasaron y con el tiempo se desviaban de temas de estudio para conversar de ellos, lo que deseaban estudiar y que anhelos tenían, se volvieron cada vez más cercanos y un par de meses después se han vuelto novios.

Su padre se fue un año después que acabo la escuela y desde aquel día no ha sabido nunca más de él, la casa donde vive con su madre es alquilada a la vecina que tanto les ayudo y ya está casi ciega por la edad, pasa las noches conversando con ella que le confunde con su hijo ya fallecido en la guerra del cincuenta cuando Tarqui pasó a formar parte del país, un día la anciana le acerca una carta que era del padre del muchacho, tenía su nombre en ella: Juan José Duarte Sotomonte.

Los que Habitan AbajoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora