Décimo Segundo Capitulo: Un trato con el demonio

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Juanjo Quiróz había dedicado su vida al negocio de venta de productos electrónicos en el sector conocido como la bahía de la ciudad, aunque tenía años en el área y se le conocía como un famoso distribuidor todo era solo una fallada para el señor de la droga que era en verdad.

Toda la droga que circulaba en los colegios fiscales, las calles del suburbio, las invasiones del este y callejones céntricos era de su autoría. Su padre fue un montubio con bastas tierras que al morir dejo el fruto de cinco décadas de trabajo a su único hijo, lamentablemente este prefería obrar por la izquierda y buscar los métodos más fáciles de conseguir dinero para poder pagarse los lujos que ansiaba en su vida.

Las mujeres, alcohol, viajes y relojes era su manera de consentirse. Tenía ya cerca de diez hijos a los cuales no reconocía, pero se enorgullecía de poder decir que planeaba tener un hijo con una mujer de diferente provincia del país.

Su negocio era sumamente próspero, aunque no estudio era muy diestro para los números y tenía un excelente talento para relacionarse con los pandilleros locales para así hacer los colegios un mercado más.

Le importaba poco el hecho de que jóvenes consumieran, caminaba en la calle con suma tranquilidad mientras veía como niños mendigaban monedas para poder consumir más droga, su apariencia pública era solo la de un hombre con negocios de electrónica mientras que en el submundo era conocido como uno de los más grandes capos, pero había sabido jugar bien sus piezas para no mostrar su rostro y tener alguien de suma confianza que lo represente.

La vida sin familiares vivos, responsabilidades y llena de lujos era lo mejor que pudo sucederle a Juanjo, solo estaba él y nadie más, ni siquiera poseía un perro que le ladrara al llegar a su casa, que estaba ubicada en el Portón del Paraíso. Un lugar bastante modesto y no era tan caro, dentro de ella mantenía una fachada sobria y con poco decorado, lo más llamativo era el cuadro al fondo de la sala con un paisaje marino incomprensible.

Las luces de su casa siempre lucían apagadas pero al parquearse notó como la sala y su dormitorio estaba prendido, aunque a unas pocas casas suyas vivían sus guardaespaldas privados y poseía un arma en un compartimiento oculto de su auto para situaciones peligrosas.

Nunca había sufrido un atentado en su vida y pensó que sería imposible que un ladrón entrase a su hogar, el destino no es tan cómico para poner a un simple maleante en la casa de uno de los hombres más peligrosos de la ciudad.

Durante varios segundos divago que debía hacer, mantenía las luces del auto apagado y aún no se acercaba hacia la casa, siguió de largo hacia la derecha en la estrecha calle de la ciudadela para parquearse junto a la garita del guardia quien era un conocido suyo y también alguien que vigilaba su hogar.

Habló durante unos minutos con el guardia, un hombre mayor, mientras le escribió a sus hombres, pero el sujeto no le dio razón, solo le comentó que hace una media hora un taxi pasó por la entrada principal y dejó a una persona, pero que no la vio entrar en la ciudadela y que nadie había entrado o salido en aproximadamente varias horas, pues ya era de madrugada.

Los guardaespaldas llegaron al cabo de unos cinco minutos, hombres altos y fornidos con aspecto tosco y chompas oscuras junto a unos jeans azules, ambos usaban botas grandes y gruesas como esas que toleran clavos.

—Quiero que llamen a más personas y que patrullen todo el sector de la ciudadela, no puede ser que alguien llegue tan fácil a mi casa, siendo yo una persona tan precavida—ordenó mientras sacaba un cigarrillo que no prendió por la repentina lluvia que arrancó con fiereza en pocos segundos.

—Jefe, nosotros dos iremos a la casa, espere en la garita con el guardia y cuando veamos algo le notificamos—dijo el hombre más robusto mientras metía su mano dentro de la chompa.

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⏰ Última actualización: Oct 16 ⏰

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