Capítulo 4

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Oliver Davies.

Oliver Davies

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Detesto cuando pasa esto: conocer a alguien y que en un segundo vuelva a estar lejos de ti.

Solo quería estar cerca de ella, pero parece que un horrible evento nos ha ligado para siempre en la distancia.

Quisiera poder decirte esto, y tal vez debería, pero algo no me lo permite. Entonces escribo en mi diario lo que debería escribir en tu corazón. Me cuento a mí mismo lo que debería estar contándote a ti: ese terrible suceso.

Te dije que te agacharas y no vieras nada de lo que sucedía porque, en el fondo, sabía que no lo ibas a soportar. Por suerte, me obedeciste. Pero creo que habría sido más caótico de lo que yo había imaginado si hubieras visto el rostro del asesino. Habría sido un golpe que cambiaría tu forma de vivir.

Quizás debí decírtelo.

Nunca es tarde. Sin embargo, seguimos cómodos con el silencio entre nosotros. Nadie volvió a mencionar lo que pasó.

[...]

Los sucesos de la noche anterior, aunque no me llevaron al punto de tener miedo, sí me dejaron perplejo al ver hasta dónde puede llegar la maldad del corazón humano.

Aquí en Daylesford, la mayoría de las personas somos conscientes de la importancia de escribir, y hemos convertido la escritura en un hábito de vida. Nos gusta escribir mucho en nuestros diarios. Quizás por eso no me sorprendió que el ladrón que robó el celular de Valentina tuviera uno. Sin embargo, lo que encontré en su diario no era común.

Había algo escrito acerca de una casa y muchos diarios escondidos en el interior del bosque. También mencionaba algo sobre cazadores, algo que todavía no comprendo del todo. Pero estoy seguro de que la ayuda de Valentina podría ayudarme a descifrar ese misterio.

Sin embargo, ella ya no quiere verme. Está lejos de mí. Quizás para siempre.

De cualquier manera, estoy seguro de la existencia de ese extraño lugar, porque ya lo he visto con mis propios ojos. Pero antes de abordar ese tema, quiero escribir sobre los sucesos de la noche anterior.

El hombre de la sudadera negra que se acercaba a nosotros fue golpeado por algún objeto, una especie de mini hacha. Fue clavada en su cabeza y ambos presenciamos aquella escena espantosa. Sin embargo, no permití que Valentina viera el rostro del asesino. Eso habría sido fatal.

Me bajé de mi vehículo y tomé el celular de Valentina. Luego vi un pequeño libro negro que resultó ser el diario del ladrón, el mismo que acababan de asesinar. De regreso a casa, Valentina y yo discutimos. Parece que le hice pasar un día para el olvido.

Sin embargo, no prestaba mucha atención a sus palabras. No porque ella no me interesara en ese momento, sino porque algo me hacía querer llegar a casa con ansias.

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