Capítulo 6: Honestidad

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Camino fuera del restaurante mientras mis pensamientos lujuriosos me atormentan, verla de esa manera me enloquece, sus labios carnosos, su piel suave, sus hermosos y desafiantes ojos. Tengo unas ganas terribles de arrancarle toda la ropa y hacerle sentir tanto placer que no pueda pensar ni ella misma. Aprieto mi puño y mi mandíbula, debo controlarme, ella no puede desestabilizar mi estado emocional.
-¿A donde iremos señor? -me pregunta Constantin.
-Tengo asuntos que resolver, lleva a Ana a dar un paseo por la ciudad -abro la puerta del auto- Procura que no haga nada estúpido, o lo pagarás tú. -el agacha su cabeza.
-Si señor.
-Muy bien -subo al auto y me marcho.
Me sabe amargo darle alas, pero ella desconecta todos mis sentidos, verla sumida en el miedo que me tiene me parte en dos. Me odia y me aborrece, pero no puedo obligarla, no cuando las mujeres a mi alrededor me suplican que tenga sexo con ellas. Ana me responde, me enfrenta sin miedo, si hubiese sido otra la que me hubiera contestado de esa manera, la hubiese castigado sin dudarlo. De pronto mi móvil suena trayéndome a la realidad.
-Diga -aparco a un lado de la calle
-Señor, disculpe que lo moleste, pero la señorita Rosella lo esta esperando en su despacho, me dijo que era urgente señor.
-Muy bien, dile que iré para allá -respiro profundo para no enfadarme aún más, nunca he detestado a una mujer en mi vida, pero ella y su madre son la excepción de la regla.- Maldita sea, debo enviarla de vuelta lo más pronto posible -acelero.
Rosella es mi hermanastra, su madre Antonia se casó con mi padre hace 5 años, desde entonces he tenido que soportar sus desagradables presencias. Son como buitres rondando nuestra fortuna y nuestra posición, mi mundo es oscuro, pero ellas se alimentan de esa oscuridad y son capaces de consumir todo a su alrededor. Llego despacio, le entrego la llave del auto al valet parking y subo; mi abuelo como regalo de cumpleaños me obsequió a los 25 años la mayor parte de las acciones de una empresa automotriz, hoy en día nuestra marca de autos es una de las más cotizadas en el mundo.
-Bienvenido señor -mi secretaria me recibe en la entrada, mientras que los demás trabajadores deben detenerse y saludarme a mi paso.
Todos en la ciudad y en el país conocen con exactitud el poder que tiene nuestro apellido, incluso fuera de nuestras fronteras nuestra fama nos precede. Entro a la oficina y ahí esta ella, se arregla discretamente su cabello y se levanta con intenciones de venir a mí.
-Gabriel, me alegro verte -se acerca a mí para abrazarme, pero bruscamente la hago a un lado haciéndome paso hasta mi escritorio.- Estoy harta de que me trates así, estoy segura de que incluso a las prostitutas con las que te acuestas las tratas mejor.
-¿Que quieres Rosella? ¿A qué has venido? -se acomoda el vestido y se sienta.
-El abuelo me ha enviado, quiere que hagamos nuestro compromiso oficial -no puedo evitar reírme.- Esto no es cosa mía, el Capo di tutti capi ha hablado.
-Ellos saben lo que pienso con respecto a eso, si mi abuelo quiere decirme algo, que me lo diga en persona, y abstente a llamarlo así, para tí es el señor Donatti.
Desde que mi madre murió mi abuelo a sido para mí la figura más representativa en mi vida, soy su único nieto y por tanto, he sido criado en cuna de oro y educado con los más altos estándares. Pero jamás me he adentrado en el mundo del cuál él es el líder, mi padre trabaja a su lado codo con codo, aunque ambos desean que yo tome el trono que por derecho de nacimiento me pertenece. Pero no lo acepto, aún siendo temido y muy respetado por todos los que trabajan para nosotros, no podría escoger tan angosto camino como mi futuro.
-Creo que está vez no tienes opción -se levanta y toma su cartera- Sabes bien, que por conveniencia, nuestro matrimonio es perfecto.
-Ni tú ni tu madre tienen nada que ofrecernos, mi padre cometió la estupidez de casarse con tu madre, pero yo no soy él.
-Como quieras, vine yo primero a darte la buenas noticias, cuando seas convocado, ya te pondrás al tanto de todo. Adiós -sale de la oficina dejándome una rabia que me consume, tiro al piso todo lo de mi mesa y me levanto para respirar.
-Eso no pasará, nadie va escoger el rumbo de mi vida, porque yo soy dueño de mi destino, el timón de este barco es solo mío.
Mientras Gabriel vive su propio infierno personal, uno del cuál yo no tenía conocimiento alguno, paseo por la hermosa ciudad de Florencia, visito cada lugar que despierta mi curiosidad. Constantin ha caminado ha cierta distancia de mí, pude haber escapado, pero mi obstinado corazón me lo impide, no puedo dejar de pensar en él, en lo poco que conozco de su vida. Entonces veo en un estanquillo una revista, la portada principal era Gabriel, hablaba de su exitosa compañía automotriz y de su inmensa fortuna. Tomo mi móvil y le tiro una foto, me complace mucho tener su imagen guardada.
-Señorita Ana -Constantin me llama y camino hacia él.
-¡Si! -le contesto.
-Es hora de irnos
-Debemos volver, pero aún es temprano, en verdad no quería dejar de conocer más lugares. -mentirosa, al final si deseas volver pronto para verlo.
-Es una orden del señor, lo siento mucho señorita.
-Vale .
Caminamos hacia el auto y nos ponemos en marcha, ¿Estará en casa? ¿O irá de camino? Preguntas que invaden mi mente, pero es muy difícil que las respondan. De pronto nos detenemos bruscamente, miro a Constantin esperando que me diga que sucede.
-Señorita no se baje, quédese en el auto -asiento con mi cabeza.
Él se baja y al parecer hay una chica que tiene su carro delante, está de brazos cruzados esperándolo. Ambos hablan ¿Qué podría estar pasando? Ella se retira y Constantin vuelve, le ordena al chófer que avance y continuamos nuestro camino.
-¿Sucede algo? -pregunto sin esperar respuesta.
-No es nada, no se preocupe, pronto llegaremos a casa. -esta vez no he sido ignorada, es un avance.
Al fin veo la casa que en muy poco tiempo he llegado a adorar o más bien a su dueño; al entrar, su auto esta parqueado fuera.
-Ya está ahí -susurro.
-¿Disculpe? Ha dicho algo.
-No no, no es nada -creerán que me he vuelto loca.
No espero ni que amablemente me abran la puerta del auto, salgo directo a entrar en la casa, entonces lo veo, mi rostro se ruboriza, pero me acuerdo de lo que me dijo en el restaurante y me causa tristeza. Él se acerca a mí y yo no puedo dejar de mirarlo.
-Disfrutaste tu paseo. -me acaricia los flecos que caen al lado de mi oído.
-Así es, siempre quise venir a visitar Italia, Florencia exactamente, pero jamás pensé que fuera de esta manera.
-Aveces la vida pasa de una manera peculiarmente curiosa. -me mantengo en silencio.
-Señor debo de comentarle algo -Gabriel deja de mirame para enfocarse en Constantin.
-¿Es urgente? -frunce su seño.
-Así es.
-Vamos a mi despacho -sin más me deja a mitad del pasillo, deseando que nuestros encuentros sean más largos. Subo hasta mí habitación un poco cansada y sin saber la tormenta que se arrimaba a nuestras vidas.

Gabriel.
Entramos y cierro la puerta, me siento cómodamente esperando las novedades.
-¿Qué sucede? -le pregunto a Constantin, por su cara parece ser algo muy serio.
-Se trata de la señorita Rosella señor.
-¿Qué pasa con ella? -escuchar tan siquiera su nombre hace que mi cuerpo se ponga tenso.
-Cuando volvíamos nos detuvo, atravesó su auto en medio, quería que le dijera quién era la mujer que usted había traído de España.
-¿Qué? -me levanto de golpe- ¿Cómo demonios supo eso?
-Tal vez alguien le esté informando, un topo.
-Quiero que depures a mis hombres, no quiero traidores en mis terrenos, mal nacida, quien se ha creído que es para hurgar en mi vida privada.
-Señor, cree que es prudente mantener a la señorita aquí.
-Nadie de mi familia puede entrar aquí sin mi autorización, ¡Porque crees que mis hombres no tiene nada que ver con mi familia! No quiero que la influencia de mi abuelo esté de por medio. Ana está segura aquí, resuelve el otro asunto, averigua cómo pasó.
-Si señor, me retiro. -acatando mi orden sale en la búsqueda del traidor.
No puedo permitir que alguien la lastime, ella es parte de mí vida y aún no estoy dispuesto a dejarla ir.

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