Quiero besarte.

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Maratón 3/3.

Lara.

Camino por los grandes pasillos de este lugar. No debería salir de mi habitación, pero no sentí movimiento fuera y me di cuenta de que no había nadie cuidando la habitación. Ni siquiera sé a donde voy, sé que escapar sería estúpida porque lo único que puedo sacar de eso sería un disparo a la cabeza que acabara con mi vida.

Los dueños de esta mansión no tienen mal gusto, decir la verdad no me cuesta nada y por eso lo acepto. Han pasado dos horas desde que me negué a planificar la estúpida fiesta, y Michel no fue a medírmelo. Solo quería que fuera él para decirle que no en la cara. Pero el idiota ese no se presentó, no tuvo la decencia de pedirlo él.

Respiro profundo y doblo por un pasillo que me lleva al ala principal de esta mierda. Hay varios hombres, pero a ninguno parece importarle mi presencia. Sigo caminando fingiendo que nadie me importa, con la cabeza gacha, pero una habitación llama más mi tención. Está más custodiada que todo, giro el camino antes de que lleguen a verme. La curiosidad me ataca, queriendo saber que hay dentro, o tal vez quien.

Piensa Lara. Piensa.

La cocina. Claro, por supuesto que la cocina. Puedo aparentar ser quien lleva la comida. Llegar a la cocina es un maldito problema, pero lo logro y veo que está ocupada.

– La comida del capo– Le dice la mujer de edad a otra, quien asiente y sale.

– ¿Es la comida del capo? – Le pregunto irrumpiendo su camino. Ella se mira confundida, pero asiente en cuestión de segundos– ¿Por qué la traes tú? – Cuestiono con tono duro.

– Me enviaron a mí...

– Sabes que tenía que llevarla yo, fueron órdenes del capo.

– No escuche...

– No tengo problemas, llevala tú si quieres pero luego no...

– Llevala tú, no quiero problemas.

Tomo la bandeja cuando me la entrega, pero la mujer no se aleja.

– Tengo que verificar que llegue segura.

– Claro– Digo en voz baja. ¿En qué me estoy metiendo? La mujer es quien guia mis pasos, luce muy segura de ella misma y me mira de reojo cada 5 segundos. Respiro profundo, trato de eliminar los nervios y sigo caminando. Es la misma habitación, la que está más custodiada. Intento decirle que la lleve ella, pero su mirada me fulmina, como si ella supiera que yo estaba mintiendo. Le dice algo a los guardias y estos abren pasó, abriendo la puerta antes de moverse.

¡Dios!

– Entre señorita– Dice el guardia, pero mis pies están pegados al piso. No quiero entrar, no debí salir de mi habitación. El hombre hace una última señal y me dispongo a mover mis pies adentrándome a la habitación. Me encuentro con un ambiente frío que pone a temblar mi cuerpo, y tengo que aferrarme a la bandeja con la escena que se presenta frente a mí.

Esa maldita, la maldita que me torturo esta aquí, y cuando me ve, le come la boca a Michel. La escena en sí no me molesta, solo siento odio hacia ella por lo que me hizo, y las ganas de desquitarme son demasiado grandes, pueden conmigo a la hora de soltar la bandeja en una mesita y enfrentarla cuando ella me da la cara.

– ¿Qué haces aquí? – me pregunta con un tono altivo, aprieto mis manos en puños y la miro con odio– Te estoy hablando...

– Ángela...

No dejo que termine su oración cuando impacto mi puño cerrado en el rostro de la maldita. Ella jadea del dolor y la golpeo otra vez. Intenta defenderse y tomar mi cabello, pero Michel es más rápido y me toma apartándome de ella.

Deseos Retorcidos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora