Sabiendo quien eres.

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La comida que trajo Nila sabe espectacular. Ha estado muy alejada ahora que Ignazio anda rondando por la casa.

No quiero hacerme falsos escenarios, porque no me gusta. Pero sospecho que esos dos se traen algo.

La forma en la que se miran. Incluso como se hablan.
Parecen los seres más enamorados y más ciegos del mundo, porque de gustan demasiado, y ninguno es capaz de aceptarlo frente al otro.

Hasta Michel lo ha notado, pero ese hombre prefiere no decir nada.

—¿Me estás escuchando?

— Lo siento. Pensaba en ti y en Ignazio.

Sus ojos se abren como platos y sonrió. Solo le dije la verdad. Últimamente le estoy contando muchas verdades a ella. Siento que estoy confiando con los ojos cerrados, pero es lo que me mantiene en pie.

Algunas veces, necesitamos confiar y vivir sin miedos, aunque el mundo se nos esté viniendo encima.

— ¿Sabe que te gusta?— preguntó para matar el silencio que se crea. Puedo notar el leve sonrojo en su piel blanca y tersa.

— ¿Michel sabe que te gusta?— me devuelve con una pregunta, y ahora estamos a la par.

Niego con la cabeza y ruedo los ojos.

— No me gusta Michel.

— Y a mí no me gusta Ignazio. Mejor termina de comer y vamos fuera. Podemos montar a caballo.

— Tú puedes montar a caballo, no yo— la corrijo.

— Michel dijo que sí.

— No. Además, ni siquiera sé montar.

— Yo te enseñaré.

Pienso en negarme nuevamente, pero sus ojos muestran insistencia y termino asintiendo.
Cuando lo hago, toma mi mano y me guía fuera.

Una vez fuera, la brisa fresca me golpea y mueve todo mi cabello. Hay algunas personas trabajando alrededor. Mientras otras están paradas como estatua cuidando la mansión. Aunque suene extraño, una parte de mi se está acostumbrando a estar aquí, he perdido las esperanzas de poder salir, y tener la aclamada libertad, por la que no he estado luchando tanto como debería.

— Nila.

— ¿Si?

— Olvídalo— digo cuando veo a Michel sentado en una tumbona frente a una piscina.

Iba a preguntar por qué no nos hemos movido. Se supone que los rusos saben la ubicación. Podrían atacar en cualquier segundo, y a Michel parece no importarle mucho.

¿No estamos en peligro? Digo, sus enemigos conocen la ubicación y podrían atacar en cualquier momento.

Vuelvo mi vista a Michel. Muerdo mi labio inferior mientras lo observo. Los recuerdos abundan en mi mente y me hacen apretar mi vientre.

— Mejor vamos a...

— Sí. Vámonos.

No la dejo terminar. Ella vuelve a tomar el camino y antes de que pueda girarme para ir con ella, Michel me ve y me guiña un ojo. Siento un revoltijo de emociones, y es extraño porque hay algo bailando en mi cuerpo. Y la sangre comienza a correr caliente, acumulándose en mis mejillas y mis orejas. Siento que queman.

¿Ahora hasta me sonrojo?

¡Por Dios Lara!

Chillo y camino detrás la de Nila. Sus caderas se mueven al ritmo de sus pasos, y en pocos minutos ya estamos en los establos. Los mismos establos donde conocí a Michel. Donde me mintió por primera vez. Donde pensé que podría escapar, y que él si me ayudaría. Donde lo amenace. Donde le mentí también.

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⏰ Última actualización: Apr 15 ⏰

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