HINATA

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El aparcacoches se detiene frente a nosotros en un sedán elegante

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El aparcacoches se detiene frente a nosotros en un sedán elegante. Es de un color blanco perla, sin una mancha, a pesar de que es invierno. Me pregunto si Naruto lo lava todos los días o si no se ensucia por arte de magia. 

Naruto me abre la puerta del copiloto y entro, y entonces pienso que una falda corta es incluso más corta cuando estás sentada. Tiro del dobladillo hacia abajo y junto las rodillas mientras Naruto rodea el coche y se coloca tras el volante.

Creo que me está mirando las piernas desnudas. Está en silencio y tiene la cabeza inclinada en mi dirección. Me remuevo un poco en el asiento y me froto los muslos con las manos.

—¿Tienes frío? —pregunta.

—Estoy bien —respondo, pero, por supuesto, en cuanto lo digo siento un ligero escalofrío. Tiro del abrigo con fuerza, pero eso hace que mis piernas queden a la vista otra vez, así que dejo caer las manos sobre el regazo y jugueteo con el dobladillo de la falda.

—Los asientos llevan calefacción incorporada —dice, y pulsa un botón mientras suelta una risa. No sé si se ríe porque he mentido sobre lo de tener frío o por mi evidente incomodidad por la longitud de la falda. Entonces, antes de que pueda seguir pensando, arranca el motor y me pide mi dirección.

—Lo siento —añado tras dársela—. Sé que queda un poco lejos.

Mi casa está a unos once kilómetros del hotel, no está lejos, pero tampoco está cerca. La zona de Konoha donde vivo es un área residencial, no tiene rascacielos céntricos. No es tan moderna como el centro de la ciudad, pero incluía plaza de aparcamiento y me daba seguridad. Era una buena transición para mí cuando me mudé de Kioto hace dos años, y me gustaba, así que renové el contrato.

—No hay problema —contesta, y se incorpora a la carretera.

El coche es silencioso, salvo por el clic de los intermitentes cuando esperamos para girar a la izquierda hacia el bulevar.

El silencio me está volviendo loca y estoy a punto de soltarle que huele bien, pero me contengo antes de ponerme en ridículo.

—Tu coche huele bien —espeto en su lugar. Vaya, mis habilidades conversacionales son espectaculares—. Quiero decir que tu coche está bien. ¿Qué marca es? —pregunto, apresurada.

—Es un Tesla —responde mirando fugazmente en mi dirección.

—Genial.

—Gracias.

Bueno, esto va bien. Cruzo las piernas sin pensarlo y se me sube la falda hasta casi la entrepierna. Naruto se aclara la garganta mientras yo descruzo las piernas enseguida y tiro bruscamente de la falda para volver a colocarla en su lugar, agradecida de que no pueda ver mis mejillas coloradas en el coche, a oscuras. 

Dios, debe de pensar que me estoy lanzando a sus brazos. Como si fuera a hacer eso... No. Si un hombre está interesado en mí, me lo hará saber.

Y Naruto nunca se interesará por mí, no de verdad. Puede que nada en absoluto. Tiene prácticamente casi seis años más que yo. Es casi mi jefe —está por encima de mí, y eso es suficiente. Es guapísimo, en plan, idealmente guapísimo. Y acaba de romper con una modelo. Suspiro. Naruto no es más que una estúpida fantasía.

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