HINATA

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Me siento en un banco vacío en la parte de atrás de la iglesia mientras las madres de la novia y el novio discuten sobre la música elegida para la entrada de las damas de honor y la organizadora de la boda se entromete para mediar

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Me siento en un banco vacío en la parte de atrás de la iglesia mientras las madres de la novia y el novio discuten sobre la música elegida para la entrada de las damas de honor y la organizadora de la boda se entromete para mediar.

—¿Qué te parece si tomamos algo después? —me susurra Kiba al oído mientras desliza un brazo por el banco de madera detrás de mí. Lleva toda la tarde haciendo insinuaciones sutiles.

—No, creo que no me apetece.

Le ofrezco una sonrisa educada que dice «no, gracias».

—Vamos, Hinata, estás soltera, yo estoy soltero, estamos en una boda...—Deja que se apaguen las palabras, como si lo que implica se explicara por sí mismo.  No es así. O sea, sí, sé adónde quiere llegar, pero... ¿en serio?

—¿Sería una locura si fuera al grano y te preguntara si hay alguna posibilidad de que te acuestes conmigo este fin de semana?

Inclino la cabeza hacia atrás y me río.

—Sí, Kiba. Sí, es una locura que me preguntes eso. —Le doy unos golpecitos en la rodilla—. Pero gracias.

—¿Entonces eso es un no? —pregunta.

Sip, eso es un no.

—Realmente pensaba que me resultaría más fácil ligar con mujeres después de graduarme en la Facultad de Derecho —dice—. Pero no es así —añade, y sacude la cabeza—. Las mujeres siguen siendo un misterio, y yo sigo siendo un fracasado.

—Todos somos unos fracasados, Kiba. Solo tienes que encontrar a la fracasada adecuada para ti. Te prometo que está en alguna parte.

—¿Eso crees?

—Sí. De hecho... ¿ves a esa chica de allí? ¿La del jersey gris y la falda negra?

Kiba asiente.

—Se llama Tamaki y está en último curso de Derecho... y da la casualidad de que sé que está soltera. Deberías presentarte y ofrecerle consejos para el examen de acceso a la abogacía.

—¿Tú crees? —pregunta, aunque parece animado.

—Sí. Adelante.

—¿Sabes qué? Creo que lo haré. Gracias, Hinata.

—Pero un consejo: no empieces preguntando si se va a acostar contigo. 

Kiba asiente, arrepentido, y entonces se dirige a probar suerte con Tamaki mientras el lío de la música queda resuelto. La organizadora de la boda recupera el control y da instrucciones a todo el mundo mientras mi mente divaga. 

Pienso en el consejo que acabo de dar a Kiba y me pregunto si no me lo puedo aplicar a mí misma. Acabo de reírme en la cara de Kiba por hacerme una proposición tan directa, pero ¿no hice yo lo mismo con Naruto? ¿Con el cuestionario sexual? Obviamente no tenía la intención de que lo viera, pero lo vio de todas formas. Y ese estúpido cuestionario no fue mucho menos que una proposición directa.

Ensayamos una vez más antes de que la organizadora esté satisfecha con que hayamos dominado la forma correcta de entrar y salir de la ceremonia, y el ensayo termina oficialmente. 

El grupo se traslada al vestíbulo de la iglesia; todos están hablando del tiempo y de la mejor ruta para que los familiares y los miembros del cortejo nupcial vayan al banquete. Sin duda, Kiba y Tamaki han empezado con buen pie, me doy cuenta de ello con una sonrisa mientras me abotono el abrigo. Llevan hablando sin parar durante los últimos treinta minutos, sonriendo todo el rato.

Estamos saliendo de la iglesia cuando caigo en la cuenta de que he perdido la bufanda, así que vuelvo corriendo para ver si se me ha caído dentro de la iglesia. La encuentro debajo del banco en el que dejamos los abrigos durante el ensayo, me la pongo alrededor del cuello y camino de nuevo hacia el vestíbulo. 

Todos se han ido. 

¿Qué demonios...? He tardado dos minutos. Me reprimo para no poner los ojos en blanco dentro de una iglesia. Empujo la puerta, salgo al exterior y busco el coche de Kiba en el aparcamiento. Es enero y hace mucho frío.

Llego al escalón superior antes de ver el Tesla blanco al ralentí a los pies de la escalera. Antes de ver a Naruto apoyado en él. Antes de que se me acelere el corazón.

¿Ha venido aquí por mí? Ha venido aquí por mí. No apareces en el ensayo de una boda al que no has sido invitado a menos que te guste alguien de verdad. ¿No? Me muerdo el labio y agarro el pasamanos mientras él sube los escalones y se detiene a un peldaño de distancia. Nuestros ojos están a la misma altura.

—¿Qué haces aquí? —suelto. «Muy sutil, Hinata». Pero necesito oírlo.

—Me han dicho que estabas aquí.

—¿Has venido por mí?

—¿Te parece bien?

Eleva una ceja cuando lo dice, totalmente seguro de que mi respuesta será sí.

—Sí. —Esbozo finalmente una amplia sonrisa—. Me parece bien.

—Creo que tienes una cena de ensayo, ¿no?

—Ah, sí. —Vuelvo en mí, miro alrededor y veo a Kiba, que hace entrar a Tamaki en el asiento del copiloto de su coche y levanta los pulgares en mi dirección.

—Le he dicho que yo te llevaría —dice Naruto cuando ve a quién estoy prestando atención.

—¿Quieres llevarme a la cena de ensayo?

—Sí.

—Bueno. —Arrastro la palabra, insegura de qué significa eso exactamente.

—Quiero ser tu acompañante también, si te parece bien.

—Sí, me parece bien. —Sonrío—. Pero habrá gente del trabajo. —Es una afirmación, aunque mi tono de voz deja ver que se trata de una pregunta.

—¿Es eso un problema? —inquiere con el ceño fruncido.

—No, para mí no es un problema.

—Bien.

Inclino la cabeza y lo miro, intentando averiguar por su expresión si para él es un problema.

—Quiero que me des una oportunidad, Hinata. Y tu número de teléfono. Quiero que me des tu número de teléfono —añade con una sonrisa de autodesprecio—. Debería tener tu número, pero no lo tengo porque soy un idiota. 

»—Y quiero arreglar eso. Y no me importa quién me vea intentando arreglarlo. Así que déjame que te lleve a la cena de ensayo esta noche. Y a la boda mañana. Y el próximo fin de semana, quiero que tengamos una cita. Yo invito.

—Me gustas, Naruto. 

Sonríe.

—Tú también me gustas, Hinata.

—Bien.

—Bien —dice. Se acerca más; nuestros labios están a unos centímetros y, entonces, se detiene—. Voy a besarte, a menos que tengas más objeciones.

—No —respondo, sonrojada—. O sea, sí... 

Entonces me interrumpo a mí misma y lo beso. 

Creo que lo he atrapado.

FIN

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