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La mente de Wang YiBo era un caos.
Veía el mechón de cabello blanco resaltar sobre lo negro de su cabellera, observaba su marca y también contempló el corte sobre su mejilla, fresco aún. Era líderado por el cuervo, que volaba por entre las ramas medio secas de los árboles del bosque, él era quién lo guíaba hacía la residencia infernal de dónde Xiao Zhan provenía.
Pensaba en todo, y a la vez en nada. Pensaba, ¿por qué a pesar de todos los años pasados ya, no podía tener al menos una pizca de felicidad? Tantas veces soñó con ésto, con tenerlo al frente y abrazarlo a más no poder cómo no pudo en sus últimos días. Tenerlo a su lado y no dejar que ni siquiera un sólo pétalo le cayera en el cuerpo ni rasgara su piel; cuídarlo cómo tanto se lo prometió desde que lo conoció, pero que, desgraciadamente, no pudo cumplirle durante los veinte años que lo tuvo.
Wang YiBo miró el sendero que tenía enfrente, por el que caminaba hace más de una hora con el afán de no llegar, si era posible aunque sabía que no, a la residencia de su amante. Sabía que, por más sigiloso que fuera, Wang DaLu tenía sus ojos en todas partes. Y, a veces se rompía la cabeza pensando en lo mucho que el hombre hacía perecer a Xiao Zhan.
Han pasado setecientos años, y en cada uno de ellos, aún está la imágen de Xiao Zhan dentro de su mente, sucio, moreteado, con hematomas en el pecho y cuello, traumatizado hasta más no poder. Y su sangre hierve cuándo lo recuerda, porque es fácil decir que puedes resistirlo y sólo acabar con quién ha dañado de tal forma al amor de tu vida, pero es distinto cuándo verdaderamente lo vives, y no sabes que hacer.
Los graznidos del cuervo lo hacen caer de nuevo en su realidad, que no es diferente a su mente puesto que es igual de miserable. Miró al frente, deteniéndose; para empezar, Wang YiBo ni siquiera se había dado cuenta de que habían dejado atrás el bosque y ya estaban por la lúgubre ciudad que apenas y alumbraban. Vió a LingHe posarse sobre la capilla de la residencia de los Xiao y aletear, cómo si le díera el visto bueno de que debería hacerlo de una vez por todas. Pero él no quería causar un caos ahí, además, no quería que Xiao Zhan se sintiera peor al ver el desastre cuándo se despertase.
Suspiró; LingHe volvió a aletear antes de alzarse otra vez en el aire y entrar al sitio. Caminó, y acarició la cabellera del Demonio que aún se movía un poco por el efecto del Hechizo. Luego, simplemente entró. Si era enfrentado, si lo atacaban, ¿que más daba? Sólo quería dejar a salvo a Xiao Zhan allí y cuídarlo de todo desde lejos, si Xiao Zhan lo repudíaba tanto gracias a ésa mentira que, sin saberlo, los carcomía por dentro a ambos.
Pronto, el Príncipe se dió cuenta de la soledad que reinaba en el lugar; las luces estaban prendidas, pero no había un sólo rastro de alguien al menos vagando por allí. Rápidamente, dedujo que algo estaba mal.
LingHe, con unos aleteos fuera de lo usual, entreabrió una de las puertas de los pasillos. Wang YiBo terminó por deslizarla y, sólo allí, finalmente tomó a Xiao Zhan y lo cargó en sus brazos. Le miró el rostro y sonrió quedito, después, lo recostó en la cama.
Quién sabe cuánto tiempo estuvo a su lado, sólo quedándose ahí y nada más. A lo mejor estaba por amanecer, o quizás apenas eran las dos o las tres, pero sinceramente no le importaba. Él ya no tenía nada.
Pronto, y cómo en el fondo se lo imaginaba, sintió una respiración pesada y casi airada muy cerca de sí; no pasó mucho para que cierto filo punzante se ciñera a su cuello, cortando muy finamente.
Wang YiBo soltó una risa baja, mientras víraba los ojos y se enderazaba.
—Lárgate.
—Y si no, ¿qué?— respondió, viéndolo finalmente—. ¿Me lo vas a quítar?
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Fall The Inmortality Of Love.
FanficEn medio de la Guerra entre el Reino del Cielo y Demoníaco, Wang YiBo, el príncipe Fénix menor, y Dedidad del fuego, perdió su Inmortalidad gracias a una indiscutible traición, siendo desterrado al Reino Humano. Entre su agonía, se encontró con Xia...