Capítulo 1 - Acéptame

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Observo con el ceño fruncido el montón de cartas apiladas frente a mis zapatos deportivos sucios y gastados, todavía sofocado y sudando en abundancia por mi carrera matutina, deseando tener el poder de disparar rayos láser con mis ojos para incinerarlas hasta que no queden más que cenizas. Todas tienen sellos rojos y palabras en mayúsculas, por supuesto, porque a eso se ha reducido mi vida en el último año gracias a la cuarentena y la repentina, pero devastadora aparición del virus innombrable. No hay nada mejor para comenzar el día que leer avisos de deudas no liquidadas y amenazas de evicción. Ni siquiera he tomado mi primera taza de café, maldita sea. Gruño, impotente y desanimado, inclinándome para levantarlas y arrojarlas sin cuidado en mi modesto comedor, subiendo las estrechas escaleras hacia mi habitación.

—¿Spaghetti? —llamo, porque no está en su cama, donde la dejé durmiendo pacíficamente esta mañana antes de salir a correr.

No me sorprendo cuando su cabeza peluda y blanca como la nieve emerge entre el bulto de mis sábanas oscuras, pestañeando adormecida y luciendo inocente. A pesar de que la he reprendido en varias ocasiones por saltarse las normas de espacio personal, no puedo evitar reírme y negar divertido por su descaro y que, además, tenga las bolas (u ovarios... porque los hurones hembra los tienen, ¿no?) para no importarle un carajo las consecuencias de sus travesuras. No me vendría mal contagiarme un poco de su actitud.

Compruebo que sus tazones estén llenos de comida y agua, limpio sus desperdicios de la caja y vierto más arena. La bolsa está casi vacía y hago un cálculo veloz, tratando de recordar mi balance bancario para determinar si me alcanza para comprar otra o si debo morirme de hambre esta semana también. Cierro los ojos y me centro en pensamientos alegres y positivos, porque es eso o llorar y me rehúso a caer en la desesperación que ha estado respirando en mi nuca como un pervertido cuando allá afuera, quizá, una oportunidad esté esperando por mí.

«Solo debo tener paciencia, eso es todo.». Repito por milésima vez en mi mente con frágil optimismo.

—Ya hemos hablado de esto, señorita —la recojo, acariciando su pelaje suave y espeso, colocándola con suavidad en su nido construido con un cojín blando y una esponjosa manta rosa con lunares negros—. Aquí es donde se supone debes dormir, sé una buena chica y quédate —la señalo, poniendo mi mejor expresión severa. Su respuesta es olfatear mi dedo con desinterés, para luego encorvarse en una bola y proceder a ignorarme.

Suspiro, asumiendo la derrota, nunca he podido ganarle en una discusión. Me desvisto, depositando mi ropa empapada en el cesto y me encierro en el baño. La ducha es breve, pero satisfactoria, barriendo la suciedad y la transpiración de mi piel y cabello. Me quedo bajo la cascada cristalina por unos minutos extra, analizando las alternativas de mi precaria situación. Mi anterior agencia tuvo que "dejarme ir" (así fue como lo manifestó el amable encargado de Recursos Humanos) debido al súbito declive de la economía en el país, pateando mi pobre y desprevenido trasero a la calle, sin un plan B o salvavidas. Fue duro, pero empeoró cuando lenta y agonizantemente mis bolsillos se fueron vaciando sin que pudiera hacer algo al respecto.

Buscando con urgencia una solución instantánea a tal catástrofe, descubrí páginas en Internet donde pude subir mis fotografías para venderlas o subastarlas, pero con ese penoso ingreso apenas tengo lo justo para sobrevivir y mantener a Spaghetti. Quién diría que los simpáticos ciudadanos californianos no son grandes aficionados de las imágenes con paisajes y panoramas naturales. Y qué lástima que precisa esa es mi área de experticia. Mis padres me han asegurado que puedo mudarme de vuelta con ellos cuando quiera, pero el simple hecho de imaginar sus constantes invasiones a mi privacidad e interrogatorios intrusivos, aunque sean con las buenas intenciones que ellos alegan, me causa escalofríos y una jaqueca para la que no tengo analgésicos.

Sogas y Encajes | Romance BL | VISTA PREVIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora