Libro III | 07

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Ryan

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Ryan

La ayudo a ponerse los jeans y los zapatos antes de que tome su mano y la lleve a la cocina. Le acerco una silla a la mesa y la ayudo a tomar asiento antes de dirigirme a la cocina.

− ¿Tienes hambre? − pregunto por encima del hombro.

− Un poco.

− ¿Qué te gustaría comer?

− Gachas de avena − responde de inmediato y me río de su broma de Ricitos de Oro.

La risa retumba, sonando oxidada por falta de uso. Bella me sonríe y me golpea justo en el pecho. Sus ojos azul pálido brillan hacia mí y simplemente no puedo creerlo. No puedo entender cómo alguien tan perfecto como ella podría unirse a alguien como yo, pero agradezco a la madre naturaleza por traerla a mí.

− ¿De verdad quieres gachas de avena?

− Puedo comer lo que tengas a mano.

− ¿Qué tal un poco de pollo asado y verduras?

− Suena delicioso, pero no tengo tanta hambre. Tal vez podríamos simplemente tener ¿Alguna fruta o algo así?

Asiento, saco algunas bayas y manzanas y las llevo al fregadero. Lavo todo antes de cortar las manzanas. Mi cocina es algo así como de la vieja escuela. Todos los electrodomésticos de mi casa son de la vieja escuela y no tengo un horno moderno. Todo es de leña o de agua impulsado por el arroyo que corre detrás de mi cabaña.

− ¿Puedo ayudar? − Bella pregunta detrás de mí.

− No. Déjame cuidarte. Déjame mostrarte que puedo ser un buen compañero.

Coloco la fruta en un bol mientras Isabella me cuenta su día. Ella habla un poco más de su mamá, pero principalmente solo habla de sus trabajos. Admiro su ética de trabajo. Tener dos trabajos y cuidar a su madre enferma. No puede ser fácil y desearía que me dejara ayudarla. Solo quiero aliviar su carga un poco.

Cenamos en la mesita de mi cocina y le hablo de mis padres y cómo llegué a Ash Mountain. Le hablo de mi jardinería y del invernadero en la parte de atrás. Ella parece interesada en ello y prometo mostrárle ambos cuando haya luz. Ambos comemos despacio, ninguno de los dos quiere esta noche. para terminar. O al menos no quiero que así sea.

− Debería irme − dice Bella después de terminar de ayudarme con los platos. Asiento, tomo su mano y la llevo afuera.

− Regresare mañana.

Mi oso gruñe porque no quiere que nos deje.

− Tienes que confiar en mí − susurra mientras nos detenemos frente a la puerta de su auto.

Asiento, tirando de ella hacia mis brazos y sellando mis labios sobre los de ella antes de arrancar. Apoyo mi frente contra la de ella y la aspiro. Quiero que su aroma esté sobre mí para que todavía pueda olerla cuando esté acostado en la cama esta noche, solo.

− No me laves de ti − ordeno y sonrío al ver a Isabella sonrojarse y morderse el labio inferior.

La ayudo a subir al auto, agarrando la parte superior de la puerta e inclinándome hacia besarla por última vez.

− Te veré mañana − susurra contra mis labios y yo asiento.

−No llegues tarde.

Ella niega con la cabeza y pone los ojos en blanco. Me cuelo uno más rápido besar antes de que sea hora de que ella se vaya. Ella cierra la puerta y saluda mientras arranca el coche. Sus ojos se ven tristes y mi oso se queja al verla molesta. Ella saluda una vez más antes de comenzar a alejarse. Mi osito y yo la miramos irse, pero pronto no puedo soportarlo.

Giro y salgo, cambiando de marcha tan pronto como me acerco a la carretera principal.

Mi oso sale corriendo, persiguiendo el auto y nosotros la seguimos hasta que ella llega a las afueras de la ciudad. Hace una pausa antes de llegar a la autopista y mi oso corre junto al coche. Bella mira y me ve, sonriendo ampliamente.

 Bella mira y me ve, sonriendo ampliamente

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La Manada de Ash MountainDonde viven las historias. Descúbrelo ahora