Risoku se despertó con el alegre canto de los pájaros y la cálida luz del sol inundando su humilde cabaña. Era el día de San Valentín, una jornada en la que las parejas se rendían homenajes con dulces gestos y regalos románticos. Suspirando, Risoku se puso un sencillo vestido de algodón. A pesar de no tener pareja con quién celebrar, sí contaba con la compañía de su amigo Kodoku, el semidemonio que habitaba en el cercano bosque.
Kodoku, el semiarraigado o semidemonio solitario, había sido rechazado por ambas razas, tanto humanos como los arraigados. Risoku lo conoció tiempo atrás, cuando lo encontró herido y lo cuidó con sus hierbas. Desde entonces, habían cultivado una amistad basada en la confianza y el respeto, aunque en el corazón de Risoku resonaba algo más profundo por él.
Kodoku es muy serio e introvertido, pero también es amable y protector con ella. Risoku admiraba su valentía y nobleza, preguntándose si él la veía como algo más que una simple amiga.
Decidida a visitar a Kodoku y llevarle un regalo especial, Risoku preparó una bufanda roja, que combinara en los colores de su cabello oscuro y ojos carmesí. Con la esperanza de que le gustara, cogió la bufanda y una canasta con pan y frutas, y salió de su cabaña, rumbo al bosque.
Kodoku estaba sentado en una roca, observando el cielo. Mientras los humanos se sumían en pasiones en el día de San Valentín, él no comprendía ese sentimiento, ni le interesaba. Solo había una persona que le importaba, y era Risoku, la campesina que lo había sanado y visitaba con frecuencia. Kodoku la consideraba su única amiga, la única que lo aceptaba tal como era. Se preocupaba por ella, protegiéndola de cualquier peligro. Pero a veces, se cuestionaba si ella esperaba algo más de él, sin estar seguro de sus propios sentimientos que él mismo desconocía por su naturaleza sobrenatural.
Al escuchar pasos, Kodoku se giró y vio a Risoku acercarse con una sonrisa y una canasta. Vestida con un traje que destacaba su figura y su cabello corto y oscuro, Kodoku experimentó un extraño calor en el pecho y se levantó para recibirla.
—¡Hola, Kodoku! ¡Feliz día de San Valentín! —saludó Risoku, abriendo sus brazos para abrazarlo.
—Hola... —se sonrojó, correspondiendo el abrazo de la campesina —¿Qué es eso? —preguntó señalando la canasta.
—Es un regalo para ti. Te traje algo de comer, y también esto —dijo Risoku sacando la bufanda y envolviéndola alrededor del cuello de Kodoku.
—¿Qué es esto? —preguntó Kodoku, tocando la suave tela.
—Es una bufanda. Te la hice yo misma. Tiene el mismo color de tus ojos. Es para que te abrigues cuando haga frío y para que recuerdes que siempre estoy contigo —explicó Risoku, sonrojándose.
—Es... muy bonita. Gracias. Es el primer regalo que recibo —respondió Kodoku, sorprendido y conmovido.
—De nada. Me alegra que te guste. Yo... Em... —su voz se entrecortaba por los nervios —te... ¿Te puedo dar un beso? —preguntó Risoku, acercando su rostro al suyo.
—¿Un beso? ¿Qué es eso? —preguntó él confundido.
—Es un gesto de cariño, que se da en los labios. Así —respondió y besó suavemente a Kodoku.
Kodoku se quedó paralizado, sin saber cómo reaccionar. Sintió los labios de Risoku sobre los suyos y una corriente eléctrica le recorrió el cuerpo. Era una sensación nueva y agradable que lo hizo sentir vivo y feliz. Kodoku cerró los ojos, correspondió al beso, abrazando a Risoku por un instante antes de separarse.
Risoku se apartó lentamente, mirando a Kodoku a los ojos, buscando alguna señal de lo que él estaba sintiendo. Encontró en su mirada una mezcla de sorpresa, curiosidad y algo más, algo que no supo identificar en ese momento. Sin embargo, la sincera sonrisa que se formó en los labios de Kodoku le dio la pista que necesitaba.
—Me gustó... mucho —murmuró Kodoku, con una expresión casi tímida en su rostro.
Risoku sintió una oleada de alegría y emoción recorrer su ser. Aunque había esperado este momento, nunca se había atrevido a imaginar que Kodoku podría corresponder sus sentimientos. Ahora, con la confirmación en sus propias palabras y gestos, el mundo parecía llenarse de colores vivos y melodías alegres.
Si está leyendo esta escena y te parece muy hermosa. Despierta. despierta. No es real. No es real.
Si está leyendo esta escena y te parece muy hermosa. Despierta. despierta. No es real. No es real.
Si está leyendo esta escena y te parece muy hermosa. Despierta. despierta. No es real. No es real.
Todo es un sueño. Nada es verdad.
Sin embargo, hay una cosa clara: te deseo un feliz Día de San Valentín.
Yuki se encontraba profundamente dormida, envuelta en un precioso sueño, cuando de repente fue interrumpida por el estridente grito de Efreide Weber llamándola para el desayuno.
—¡Yuki, Yuki, es hora de levantarte! ¡El desayuno está listo! —gritó la anciana con entusiasmo desde el pasillo.
—¡Vieja hija de la fruta, has arruinado mi hermoso sueño! ¿No podías haber esperado un poco más? —entre bostezos y quejidos, Yuki se sentó en la cama, refunfuñando para sí misma.
La anciana Weber asomó la cabeza por la puerta con una sonrisa traviesa.
—Oh, cariño, lo siento, pero los deliciosos panecillos no pueden esperar. ¡Ven a desayunar antes de que se enfríen!
Y así, entre risas y quejas, Yuki comenzó su día con una mezcla de amor y exasperación por la animada anciana Weber.
¿FIN?
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KODOKU: The First #PGP2024
FantasiaUn príncipe mestizo lucha contra el reinado cruel de su padre y se embarca en un viaje para encontrar la libertad y la paz en un mundo devastado por guerras, hambrunas y fuerzas sobrenaturales. Perseguido por humanos y monstruos, se enfrenta a pelig...