13- Verdades incómodas

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—¿No tienes calor? —preguntó Zeke, pues estaba seguro que afuera existía un soleado día.

Nanaba usaba un suéter con cuello alto que cubría gran parte de él. Siempre existía la posibilidad de ocultar la herida que le provocó Yelena con maquillaje, pero eso podría serle un problema más tarde si no cicatrizaba de forma correcta.

—Tengo un poco de congestión, así que prefiero evitar los cambios bruscos de temperatura— contestó Nanaba eligiendo con prudencia sus palabras.

Su respuesta tenía algo de verdad, porque la noche anterior estuvo hasta el amanecer en el embalse junto a Mike y regresaron a casa una vez que la llovizna matutina los mojó por completo.

A petición de su esposo, Nanaba regresó a sus habituales clases de baile y a todas sus actividades recurrentes, para así evitar levantar sospechas. La vida debía continuar para ellos, incluso si ambos fueron quienes impidieron que alguien más continuara con la suya.

La muerte de Yelena, despertó un sentimiento particular en Nanaba. No se sentía culpable para nada y al contrario, volvería a hacerlo si alguien se interponía en el bienestar de su familia. Por otro lado, más que sorprenderse por la rápida toma de decisiones de Mike, ella pensó que tal vez aún quedaba algo de ese hombre que solía amar.

—¿Te gustaría tomar el té en mi casa?

Su invitación carecía de ingenuidad. Sus hijos estaban en la escuela, su bebé estaba con su madre y Mike de seguro estaría ocupado en su trabajo. Sólo un estúpido no podría captar la doble intencionalidad de su propuesta.

A juicio de Nanaba, Yelena sólo tenía razón en una cosa. Ella jamás cambió, sólo estaba tratando de sobrevivir en la hostilidad salvaje de su mundo aparentemente perfecto. Si Mike estaba con otras personas todo el tiempo. ¿Qué le impedía a ella no hacer lo mismo?

Una cosa era guardar las apariencias y hacer creer que tenía una familia feliz, por sus hijos. Otra muy distinta, los sentimientos reales que poseían cada uno de ellos.

¿Para qué otra cosa Nanaba estaba ahí? Ella se lo preguntó en silencio y sonrió, porque sabía la respuesta. La primera vez que vio a Zeke, algo que creía dormido, despertó en ella. No fue a la peluquería sólo porque quería ser más rubia y por un nuevo corte de cabello, fue porque deseaba verse atractiva, para él. Después de muchos años, alguien despertaba esa profunda necesidad de hacerse notar.

La sonrisa coqueta se mantuvo en sus labios en lo que duró el camino a casa. No fue demasiado difícil hacer caer a ese hombre a sus encantos y la sensación de poder la cautivó. Zeke, a diferencia de Mike, parecía vivir el día a día. Él le hablaba de cosas cotidianas, no estando interesado en frivolidades. La simpleza de su temple y lo apasionado de sus pasos de baile, fueron lo que lograron seducirla.

—Bonita casa— comentó Zeke alzando la vista hacia arriba.

—Adelante— Nanaba tuvo la cordialidad de permitirle pasar primero.

Zeke recorrió con la mirada por los alrededores, y si su memoria no fallaba, en la sala faltaban algunos muebles.

La gran fotografía familiar al centro de la sala llamaba la atención por la prolija ubicación, y la imagen de sus pequeños hijos en su mente, la atormentó mucho más que cualquier cosa, incluso más que el recuerdo de Mike. La tentación rondó cada una de las partículas de su ser, tanto que Nanaba deseaba tan sólo una señal.

Cuando pensaba en Zeke, las emociones vibrantes la hacían sentir como si fuera una adolescente enamorada por primera vez.

¿Por qué ese hombre la hacía sentir todo lo que Mike jamás pudo lograr?

Secretos en el paraíso [Levihan / Historia completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora