Capítulo 4

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                                          Ruslan

Volví la vista hacia la cama donde se encontraba mi esposa. Me encontré con sus ojos, que me observaban sin parpadear. Su mirada era tan casta e inocente, que de alguna forma me agradecí por no continuar.
Pero había un problema, las sabanas, aunque ya se me había ocurrido algo para ello. El problema real era su belleza, era tan hermosa que era imposible no tentarme. Con solo verla lograba despertar en mi el deseo de poseerla. Su edad y su belleza serian mi condena.

Desde el momento en que  la vi, cuando esperaba fuera de la iglesia. Su belleza y su mirada inocente me había cautivado. ¿Cómo podría soportar dormir con ella sin poderla tocar? Y si la tocaba, si por alguna razón perdía los estribos y me dejaba llevar por mis deseos, y me atrevía a tocar su cuerpo casto, ¿Cómo no sentirme un canalla por manchar tan preciosa pureza?.

Adaia continuaba observándome.

–Duérmete.– ordene con brusquedad.
Si me continuaba mirando no sabría lo que podría ocurrir. Seguramente me lanzaría sobre ella como un león a su presa, y la devoraría por completo.

¿Qué rayos estoy imaginando?. Me reclame mentalmente. ¡Esto sera mi perdición!.

Ella cerro rápidamente sus ojos y los apretó con fuerza, lo noté por las pequeñas arrugas que se había formado al rededor de sus ojos.
Luego abrió uno, y al darse cuenta de que aún la estaba mirando lo volvió a cerrar.

–Duerme.– dije acercándome a la cama.

Se removió un poco para acomodar su cuerpo y se quedó quieta.

Era obediente, muy sumisa, eso sería lo unico bueno. Ya que yo no poseía el don de la paciencia.

Rodee la cama hasta llegar a lado contrario de donde Adaia estaba. Abrí el primer cajón de mi mesa de noche y saqué una pequeña navaja, y sin darle más vueltas al asunto hice un pequeño corte en mi brazo derecho. ¡Mierda! Exclame mentalmente.
Después dejé caer la sangre sobre la sábana. Limpié la navaja y la guardé de nuevo en el cajón.

Me senté en la cama apoyando la cabeza en el cabezal de la cama. Y sin darme cuenta mis ojos viajaron hacia Adaia. Estaba acostada de lado dándome la espalda. Sus curvas eran hipnotizantes, la Sábana caía sobre su cuerpo dandole a mis ojos una vista preciosa de la forma de su cuerpo.
Sentí como mi polla volvía a ponerse dura. ¡Increíble, tenía una maldita erección por solo ver su cuerpo cubierto con la sábana, no puedo imaginar como se me podría si la viese completamente desnuda. Corrí al baño. Necesitaba una ducha con agua fría, la necesitaba con urgencia.

***

No pude pegar el ojo ni por un solo instante. Primero intentado controla la tentación que tenía durmiendo a mi lado. Y el resto de la noche mi mente fue atacada con imágenes de Lenna. Su cuerpo sin vida, su piel pálida, sus labios morados, el llanto de Nehir. Esas imágenes me atormentaron toda la noche. Me levante de la cama apenas los primeros rayos del sol comenzaron a filtrase por la ventana. Camine hacia la ventana para cerrar las cortinas. Antes de llegar a la ventana miré a Adaia, estaba dormida, la luz del día iluminaba su rostro, sus párpados y nariz estaban hinchados, y tenía algunas pestañas pegadas en la piel. Había llorado, y yo ni siquiera lo había notado. ¿Por qué?, me pregunté. No le había hecho daño.

Adaia se movió y abrió los labios liberando un leve suspiro. Me gire dándole la espalda, y camine hasta la ventana. Miré por encima del hombro y vi a Adaia desperezándose y frotándose la cara enmarcada por el pelo despeinado. Al reparar en mi presencia, clavó sus ojos en mi y sonrió vacilante.

–Buenos días.– dijo en un tono perezoso y genuino.
Me gire hacia ella.
Sus ojos se posaron en un punto de mi cuerpo, se puso de pie rápidamente y corrió hacia mi.– ¿Qué te ocurrió?.– preguntó señalando mi antebrazo. Baje la mirada, la sangre podía ser bastante escandalosa, pese a que me puse una venda adhesiva la sangre había encontrado la forma de salir.

Inocencia en la oscuridad Donde viven las historias. Descúbrelo ahora