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FUEGO Y SANGRE ACTO I: LA PRINCESA DRAGÓN
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CAPÍTULO XXX: La serpiente marina y el príncipe dragón
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CORLYS CIERRA EL LIBRO DE CUENTAS con un suspiro de alivio. Una expresión de satisfacción ilumina el rostro del Señor de las Mareas, Corlys Velaryon. A pesar de que su familia había costeado la mitad de la fastuosa boda entre Rhaenyra y Laenor, los beneficios del comercio en Essos, dónde había enviado barcos para comprar regalos a su futura nuera, habían cubierto todos los gastos.
Corlys encontraba gran placer en fusionar los asuntos comerciales con el disfrute personal. Le gustaba sorprender a la princesa con regalos exóticos provenientes de tierras lejanas, y aún más le complacía observar la alegría sincera en el rostro de su hijo al presenciar la felicidad de Rhaenyra al recibir un nuevo obsequio. Sin embargo, no descuidaba su propio interés en la ecuación. Sus barcos transportaban productos de diversas regiones: vino de El Rejo del Dominio, hierro y pieles del Norte, perlas del Islote Cangrejo de Piedra hacia las Ciudades Libres, y a su retorno a Poniente, se abastecían con especias, condimentos, piedras preciosas de diversos colores y la seda más fina. Los cofres de los Velaryon se enriquecieron con las festividades nupciales, pues todos los nobles señores del reino acudieron a la corte con sus bolsillos llenos de dinero, que Corlys no tuvo reparo en vaciar.