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FUEGO Y SANGRE ACTO I: LA PRINCESA DRAGÓN
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CAPÍTULO XXXIV: La sonrisa perdida
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DAEMON SE ENCONTRABA EN EL BALCÓN, deleitándose con la fresca brisa de la noche en Marcaderiva, mientras se preparaba para el gran acontecimiento que marcaría su vida al día siguiente: su boda con Laena. A pesar de estar inmerso en los preparativos y las expectativas, una sensación de incredulidad perduraba en su interior, incapaz de asimilarlo por completo.
Los recuerdos de su primer matrimonio surgieron en su mente, provocando un atisbo de malestar en su ser y arrastrándolo a un pasado oscuro que prefería dejar atrás. Aquella ocasión anterior estuvo empañada por la embriaguez que nublaba su juicio antes de la ceremonia, dificultándole articular con claridad sus votos ante el septón en un acto de farsa, jurando fidelidad y amor a la Zorra de Bronce sin que tales sentimientos albergaran verdadero eco en su corazón.
Su noche de bodas con Rhea transcurrió con ellos separados, con ambos relegados a diferentes lechos. Ella a solas en su cama, y él en brazos de las mejores prostitutas que pudo encontrar en el Valle. Durante casi diecisiete años estuvieron marcados por la aflicción de un matrimonio impuesto, arrastrando consigo un peso que ni él ni Rhea habían deseado. Llegó incluso a barajar la posibilidad de deshacerse de su esposa no deseada con sus propias manos, hasta que la sorpresiva intervención de Viserys trastocó por completo el curso de sus planes, y le concedió así la anulación de su matrimonio con Rhea, liberándolo finalmente de aquel yugo.
