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FUEGO Y SANGRE ACTO II: MAREAS TORMENTOSAS
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CAPÍTULO LXIII: Qué crueles pueden ser los dioses
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━━NO DEBERÍA INQUIETARSETANTO, Ser Laenor. Las causas de tan delicado estado en la princesa son, en realidad, jubilosas. Pronto volverá usted a ser padre.
El maestre Gerardys le dio una palmada en el hombro, ligera pero cálida, como quien busca infundir calma más allá de las palabras. Sonrió con amplitud, confiado, y Laenor asintió; el gesto tensó los músculos de su rostro sin llegar a dibujar una verdadera sonrisa. Sabía que debía alegrarse. Y lo estaba, en lo más hondo: el pensamiento de que Rhaenyra estuviera esperando un nuevo hijo lo llenaba de una emoción indescriptible. Incluso, esta vez, imaginaba a un niño que crecería fuerte y valiente, reclamando su lugar en el Trono de los Peldaños con la naturalidad de quien nació destinado a ello.
Pero aun así, la inquietud se negaba a abandonarlo. Como una brasa oculta, esa preocupación ardía bajo la piel cada vez que miraba a su esposa.
━━¿Esperar un segundo hijo tan pronto después del parto? ¿No es acaso un grave riesgo, Maestre? ━━pregunta, sin apartar la vista de ella, quién dormía profundamente entre los almohadones con el rostro apenas iluminado por la tenue luz de las velas.
